miércoles, 25 de enero de 2012

ESCOCIA día 9 - Jueves: ISLA DE SKYE - OBAN

Hoy era el día en que dejábamos atrás la Isla de Skye, el lugar más maravilloso, atractivo y seductor en el que habíamos estado. Un pedazo de tierra poco habitado cruzado por estrechas carreteras y cubiertas por cielos plomizos que cristaliza en una panorámica de tremenda fuerza visual, evocadora, desolada y romántica. El hechizo de esta isla nos iba a acompañar durante muchos días después, incluso hoy a veces todavía recordamos con extraña añoranza ese paisaje suntuoso agujereado por numerosos lagos, donde la isla entera parece asediada por las aguas del océano.
Isla de Skye
Nos levantamos cuando el sol todavía no había podido ser ocultado por la niebla que durante toda la mañana nos iba a acompañar.
 
Montes Cuillin, en Skye
Abandonamos “Six Willows” con el detalle de nuestros anfitriones de despertarse todavía de noche para hacernos un desayuno para llevar y ofrecernos una calurosa despedida,... qué lástima que la casa no estuviera a la altura de sus dueños. Estábamos a más de 4 horas de distancia de nuestra próxima parada y no queríamos llegar muy tarde para poder asistir a una de las tradiciones más atrayentes que cada año se celebran por todo el país.

A las dos horas de camino y después de haber dejado atrás la Isla de Skye, la cadena montañosa de Glen Shiel con sus five sisters, conocidas por parecer cinco cumbres hermanas y dejar, como no, varios lagos a cual más espectacular, nos paramos gracias a los numerosos de coches aparcados en el arcén de la carretera A87, cerca de Loch Loyne, junto a un extraño bosque de piedras amontonadas, unas sobre otras, formando un conjunto más que misterioso. Una especie de santuario que por respeto a los que lo habían colocado no tocamos ni una sola piedra ya que algunas de ellas guardaban bajo su cobijo mensajes escritos en pequeños pedazos de papel. El día anterior junto a Duntulm Castle pudimos ver algunos pequeños montículos similares a éstos. Todos los que estábamos allí no sabíamos el origen o la razón de tan singular disposición y cuyo búsqueda para encontrar alguna respuesta en la red ha sido totalmente infructuosa.

Junto a Loch Loyne
Continuamos sin demorarnos mucho pero sin poder pasar por alto una obligada parada junto a Loch Garry, donde las aguas serenas del lago reflejaban como un cristal los pinos y la niebla de esta mañana tan hermosa.

Loch Garry
Poco después de cruzar Invergarry, abandonando la A87 para coger la A82, tuvimos la suerte de cruzamos con el puente giratorio Laggan Swing Bridge en funcionamiento, que cruza el Canal de Caledonia y que es la unión de los lagos Lochy y Oich. Este punto dista 12 kilómetros escasos de Fort Augustus, el pueblo donde acaba el Lago Ness y que sus corrientes continúan por el canal de Caledonia hasta aquí.
En nuestro camino atravesamos Fort William, una de las ciudades más importantes de la zona, y antes de mediodía pero después de lo que teníamos pensado, ya que empleamos 6 horas para recorrer 350 km, aparcamos en nuestro destino, Oban, en el condado de Argyll, al este de Escocia.

Antes incluso de dejar nuestro equipaje en nuestro nuevo Bed and Breakfast nos dirigimos al lugar donde se celebraban los "Juegos Tradicionales de las Tierras Altas", que cada año se convocan en varias ciudades de las Highlands.
Estos juegos son una combinación de eventos culturales, deportivos y sociales con un carácter inequívocamente festivo. Los Highland Games se celebran en un recinto cerrado al aire libre y durante toda la jornada. Se llevan a cabo danzas tradicionales, concurso de gaiteros, pruebas atléticas con todo el público que quiera apuntarse, exhibiciones de ganado autóctono y numerosas pruebas de fuerza y destreza como la lanzamiento de piedra o el tira de soga. Destacar el lanzamiento de poste, que es uno de los juegos más antiguos y probablemente de los más espectaculares: una prueba extrema de fuerza, equilibrio, sincronización y destreza. Se basa en intentar voltear un tronco de árbol que puede pesar hasta 50 kg y una longitud aproximada de 5 metros.

Highlands Games, en Oban
Te puedes entretener en una zona recreativa con puestos típicos de feria, de juegos para niños y casetas ambulantes de artesanía, alimentación, ropa y complementos. También hay una feria comercial donde se pueden degustar gratuitamente los alimentos de la tierra, doy fe de lo bueno que están todas las variedades de salmón escocés. Un día entero para pasar en familia o amigos y donde los lugareños se engalanan con sus mejores trajes. Se notaba cuales éramos los turistas, ya que éramos los únicos que no llevábamos la representativa falda escocesa. Mi recato y mi vergüenza al mirar me impidió poder comprobar si es cierto que los hombres no lleven ropa interior, como es tradición, debajo del kilt.




Ya por la tarde, nos encaminamos para dar un paseo por el puerto de la villa. Oban es una distribución de palacetes y pequeñas casitas típicas que miran el atardecer sobre el mar, ya que es la puerta de muchas islas, principalmente de la de Mull.

Oban
Un tranquilo municipio de algo más de 8000 habitantes pero que es una de las urbes más grandes de los alrededores y que creció en torno al refugio de la bahía que lo abraza y al comercio por mar de la antigua destilería, que aprovechando los intensos aromas marinos procedentes de las Hébridas es actualmente una de las más importantes de Escocia.
El lugar donde íbamos a cenar lo encontramos espontáneamente, ya que mientras paseábamos una pareja de turistas extranjeros se ofrecieron a echarnos algunas fotografías con la bahía de fondo. Durante la conversación nos comentaron que la noche anterior ellos habían ido a cenar a la cercana Isla de Kerrera, con una pequeña lancha que te recoge en el muelle y te lleva hasta la isla. Agradeciéndole su propuesta, le hicimos caso más que nada por poder ver Oban desde el mar. Una pequeña embarcación nos recogió, junto a otros pasajeros, para llevarnos a la vecina isla.

Oban, desde la Isla de Kerrera
Kerrera es un pequeño islote deshabitado que se encuentra a kilómetro y medio de distancia y en el que solamente hay algunas edificaciones diseminada y un pequeño puerto deportivo, Oban Marina, que es donde se encuentra el pequeño restaurante “Waypoint Bar & Grill” donde íbamos a cenar con unas vistas inéditas, Oban como telón de fondo del fiordo Lorn.El suelo y techo de madera, las cortinas de lona para aislar un poco del frío en vez de paredes y la cercanía al mar, hacían una fusión auténtica y típicamente marinera. Una cocina basada principalmente en el marisco y los pescados, de hecho Oban es una de las capitales gastronómicas en los frutos del mar. Allí, junto a la luz de las velas y el olor salobre del mar, probé la cerveza del lugar, la “Oban Bay Beer” y quizás el bocado más exquisito de todas las vacaciones: unas ostras con queso gratinadas que todavía salivo cada vez que me acuerdo de ellas, sinceramente, pocas veces he probado algo igual. Todo esto sin desmerecer a los macarrones con mejillones y salsa de queso y el salmón a la plancha con ensalada que comimos. Supongo que hicimos que en estos días bajara la cantidad de salmón en las aguas escocesas, pero su calidad y sabor lo merecía.

Ya de noche, en el último barco del día, volvimos a Oban para irnos a dormir la que sería nuestra penúltima noche en tierras escocesas con la sensación que haber aprovechado al máximo las horas de luz... y la oscuridad de la noche de este día, ya que incluso antes de que amaneciera como ya bien entrada la noche nosotros estábamos viviendo Escocia.

lunes, 16 de enero de 2012

ESCOCIA día 8 - miércoles: ISLA DE SKYE

Es de justicia decir que si las si las instalaciones y la limpieza del B&B donde habíamos dormido no estaban a la altura de lo que nos esperábamos, el trato y la amabilidad de nuestros dos anfitriones y el desayuno si son dignos de mencionar. Un desayuno a base de una macedonia de todo tipo de frutos que estaba deliciosa, acompañado de te, café, zumos, rebanadas de pan de cereal, bollos, dulces, mermeladas, y quesos, nada de embutido ya que todas las comidas que sirven en “Six Willows” son vegetarianas.


Un delicioso desayuno del que pudimos compartir con el otro huésped de la casa, una australiana de risa contagiosa que nos contó que había viajado por todo el mundo y que llevaba ya varios meses en Escocia.

Por la mañana, ya en camino nos encontramos con la sorpresa simpática del día: una manada de vacas pastaban junto a la carretera, siendo éstas las típicas y famosas Highland cows, o vacas de las Tierras Altas. Uno que es de pueblo y ha visto bastantes vaquerizas no pude disimular la alegría de ver a estas vacas tan características con su color rojizo y su simpático tufo debido a sus largos pelajes. No quiero ni imaginarme el frío que debe hacer por estos lares en invierno para que hasta las vacas tenga pelo largo.


Vacas de las Tierras Altas
Como la tarde anterior no nos dio tiempo, hoy íbamos a visitar el castillo que tiene fama por ser el más fotografiado y más hermoso de toda Escocia (es difícil poder decir tan rotundamente esta afirmación), el Eilean Donan Castle. Para esto teníamos que salir 15 kilómetros de la Isla de Skye, en la localidad de Dornie.
Como casi todos los castillos de Escocia, una gran parte de su belleza y espectacularidad es el lugar donde se encuentre. Éste, para no ser menos, está en una pequeña península, unida solamente por un pequeño puente de piedra, en la encrucijada de tres lagos, el Loch Alsh, Loch Long y el Loch Duich.

Eilean Donan Castle
Esta fortaleza fue construida en el siglo XIII, pero reformada completamente por sus dueños, el clan MacRae, en el primer tercio del siglo XX, es por lo que se encuentra en un perfecto estado de conservación. Se accede por el puente de piedra y se puede acceder a todas las dependencias del mismo, subiendo las numerosas escaleras, y que están completamente decoradas ya que sigue siendo la residencia oficial del clan. Se puede alquilar para bodas y cualquier tipo de actos y es una de las localizaciones de numerosas películas como “Los inmortales”, “El mundo nunca es suficiente” o “La boda de mi novia”. Un viaje por la historia y el tiempo de Escocia reencarnado en piedra, donde la niebla, las montañas, las algas varadas y el agua de los lagos y de la lluvia que nos acompañó durante casi toda la mañana crearon un conjunto medieval mágico y especial.

Eilean Donan Castle
La siguiente parada y que es casi imprescindible si uno está en Escocia, y le gusta un trago de whisky de vez en cuando, es visitar una destilería. “Agua de vida” es el significado en gaélico de whisky, la bebida por excelencia del país.
El paisaje escocés proporciona todo lo que el buen whisky necesita para una calidad tan reconocida mundialmente: el grado de humedad, los minerales que rodean el agua e incluso los cambios de temperatura que le otorgan una personalidad propia. La abrupta geografía escocesa, bañada por las olas del Atlántico Norte le brinda un agua fría y pura que este licor necesita y que la Destilería Talisker (la única de la Isla de Skye) la recibe de un arroyo que la atraviesa junto al lago Harport.

No pudimos entrar en esta destilería ya que el cupo de visitas estaba agotado pero si pudimos acceder a la sala de cata donde nos obsequiaron con unas pequeñas muestras del tan preciado líquido ámbar. Un sabor fuerte y salobre con un aroma ahumado, como el aire que se respira en el exterior de la destilería y que impregna a todos los visitantes. Una degustación con un poco de whisky, sin hielo para que se pueda apreciar bien todos los matices y es que aquí es así como se bebe el whisky, sin rebajar con agua, como dice un personaje de la película de John Ford “El hombre tranquilo” cuando fue preguntado si prefería el whisky solo o con agua, a lo que respondió: "Cuando bebo whisky, bebo whisky. Y cuando bebo agua, bebo agua".

Con toda la tarde por delante y el cuerpo bien caliente gracias al fuego líquido, emprendimos una ruta para bordear la península de Trotternish, la zona más al norte de la Isle of Skye y donde hay numerosos enclaves que son impresionantes y que merecen una visita. Tuvimos que volver a Portree para coger la carretera de la costa buscando Staffin, en el norte para encontrarnos con The Old Man of Storr, una gran colina rocosa que destaca por su característica piedra longitudinal incrustada verticalmente y que aunque desde lejos no parece muy grande en realidad llega a superar los 45 metros de altura.

Old Man of Storr
El poco tiempo que disponíamos pudo con las ganas de poder subir andando por el sendero de algo más de un kilómetro. Así que nos contentamos con una breve panorámica desde la carretera con el encanto de sus montes coronados por la niebla del lugar. Nunca el nombre de una zona nunca tuvo mas sentido, Skye en gaélico significa “niebla” o “bruma”. Un paisaje atormentado con nubes desgarradoras y niebla cegadora. Un paraje de cuento de hadas.
Lealt Falls son una cascada que se accede por un pequeño sendero desde la carretera. Es fácil de encontrar porque aquí en todos los lugares que merecen la pena ser vistos hay varios coches aparcados en la carretera. La mejor vista de la cascada es justo encima del desfiladero donde se puede apreciar una bellísima pequeña cala entre los montes verdes y donde hay una vieja fábrica abandonada donde se manufacturaba la diatomita, una roca silícica cuyo yacimiento está a pocos kilómetros.
El siguiente grupo de coches estaban junto al aparcamiento de uno de los grandes monumentos naturales de Escocia: Kilt Rock, un conjunto de acantilados con forma de kilt, la típica falda escocesa, con su característica forma de pliegues y que desde el mirador, para poder mejorar si cabe la panorámica, se ve una larga cascada que cae el agua desde 105 metros de altura a las turbulentas aguas del Atlántico. El ruido del agua al estrellarse contra el agua unida al fuerte viento que nos azotaba incesantemente era sobrecogedor. Naturaleza salvaje en estado puro.

Kilt Rock

A partir de aquí las decenas de coches que hasta ahora nos íbamos encontrando en casi todos lados o se habían vuelto o habían decidido circundar la península por una carrera que te llevaba directamente a Uig, en el otro extremo de la península. Nosotros continuamos más hacia el norte por la carretera que veníamos siguiendo, la A-855. Más kilómetros pero más disfrute.
La soledad la compartimos en la carretera sin salida que lleva a la playa de Staffin, siendo éste un grupo de casas aisladas al cobijo de las montañas por un lado y de una bahía preciosa por el otro donde la paz y el silencio sólo se rompían, a veces, por el suave eco del viento y los balidos de las ovejas.

En uno de los cabos más al norte de toda la isla nos detuvimos junto a Duntulm Castle, las ruinas de un antiguo castillo. Un pequeño paseo te lleva hasta las mismas piedras derruidas del castillo, que está restringido el paso por la cercanía al acantilado y el mal estado de su suelo y paredes mientras podíamos ver como el sol se reflejaba sobre las aguas, ahora tranquilas, con las Islas Hébridas al fondo como callados testigos de tanta belleza. Era sorprendente pero muy gratificante que en este pedazo de tierra verde junto al océano no hubiera nadie, estábamos solos ante tal inmensidad.

Desde Duntulm Castle
Aquí tuvimos la ocasión de recrearnos en este paisaje. No teníamos prisa, nada ni nadie nos esperaban, teníamos que vivir esta experiencia única al máximo.



Después de las emociones vividas durante toda la tarde… y todo el día, regresamos bordeando toda la península de Trotternish hasta llegar a Uig uno de los pueblos costeros mejor comunicados de la zona por vía marítima. Sin perder el tiempo, ya que el crepúsculo nos acompañaba, continuamos sin cesar para poder llegar a tiempo a nuestro destino para poder cenar.

"Passing place" en una carretera típica de las Highlands
Al final nos tuvimos que parar, pasadas las 21 horas, en el Hotel Dunvegan, en el pueblo del mismo nombre para comer y que gracias a la amabilidad del dueño, ya que la cocina estaba cerrada, nos hicieron un rápido pero bueno fish and chips que degustamos en el bar en vez de en el restaurante.
Sin apenas haber salido de la Isla de Skye, el marcador de nuestro coche marcó 230 millas, que equivalen a unos 370 kilómetros. Muchos millas, muchos kilómetros, pero muchos más y buenos recuerdos… y todos inolvidables.

miércoles, 11 de enero de 2012

ESCOCIA día 7- martes: INVERNESS - ULLAPOOL - ISLA DE SKYE

Hoy era el día en que íbamos a trasladarnos a la Isla de Skye, en el noroeste de Escocia, que por lo que había leído era el lugar más mágico y singular de toda Escocia. Como teníamos todo el día por delante decidimos dar un poco más de vuelta para subir al norte para visitar Ullapool (el punto más septentrional en que íbamos a estar), y recorrer, en la bajada, la ruta de la costa que dicen que es una de las grandes maravillas del país, toda repleta de pequeños fiordos que penetran bien adentro en las tierras pero que aquí se les denomina lagos, “loch” aunque sean verdaderas lenguas de mar y que harían el viaje especial,… y cual hasta ahora no lo había sido.

Así que después de degustar ese magnífico desayuno al lado del jardín de “St. Ann’s House”, el mejor B&B hasta ahora, cogimos rumbo a lo más alto de las Tierras Altas.

Jardín de "St. Ann's House B&B"
A una hora aproximada se encuentra Ullapool, justo en el Lago Broom, que es la puerta de salida para las lejanas Islas Hébridas y que es un pequeño pueblo pesquero de casas con paredes blancas y tejados negros muy encantador y coqueto pero con muy poco ambiente y que la gran mayoría de las personas que había por las calles eran gente mayor, ya fuesen marineros o turistas. Por toda esta zona, aparte de que el inglés es cada vez más cerrado, muchos de los carteles y lugareños hablan en gaélico escocés, que tal como suena parece una mezcla entre el celta y el élfico. Quizás la lejanía a casi todo puede que fuese la razón de que en este lugar no oímos a nadie hablar en castellano, ya que anteriormente era relativamente fácil encontrarse con turistas españoles.

Ullapool
Una vez abandonado el pueblo fuimos bordeando la costa atlántica escocesa con unos inacabables vaivenes que las formas caprichosas del mar nos obligaba a seguir, bordeando numerosos lagos como Loch Broom, su hermano pequeño Loch Little Broom, Loch Ewe, Loch Tollaidh, Loch Gair, o el Loch Maree con unas vistas increíbles desde los numerosos miradores en las montañas rocosas para deleitarnos con esas maravillas de la naturaleza.

Loch Little Broom
El trazado es sinuoso y lento pero los paisajes que pudimos ver merecían la pena y es que, casi copiando a Calderón de la Barca, cuando se emprende un viaje de esta naturaleza lo más importante no es el destino, sino el tiempo que pasas en el camino.


Después de bastante tiempo en la carretera, la cámara fotográfica necesitaba un respiro, las piernas un estiramiento y el estómago algo que lo hiciera callar. Decidimos pararnos en el primer pueblo que viéramos. Lo de llamar pueblos e incluso aldeas a estos grupos de casas que es lo único que hay por aquí es ser demasiado benévolo, ya que todavía nos has terminado de leer el rótulo de entrada al pueblo en los dos idiomas oficiales cuando ya te has dejado atrás todas las casas. Kinlochewe fue el elegido para comer. El único lugar que había era una caseta de chapa pintada de verde, “Whistle Stop Cafe” que no nos inspiraba mucha confianza.


Whistle Stop Cafe
Al entrar en el casi vacío Stop Café sólo pudimos ver a la dueña, una mujer mayor que chupaba con muchas ganas la cucharilla de su vaso de café y un veinteañero con zapatillas que era el cocinero. Como hay que ser positivo pensamos que para llenar el estómago cualquier sitio era bueno. Una vez sentados en la mesa nos percatamos de que la decoración del mismo era muy particular, suelo, paredes y vigas del techo de madera, platos decorativos en las paredes, una exposición de cuadros de un artista local, flores naturales en todas las mesas… Nadie podría imaginar que este lugar era el interior del casetón de chapa del exterior.

Nos pedimos pechuga de pollo a la brasa, tomate y salsa de aguacate servido en pan granero tostado a la brasa con hojas verdes… y vaya sorpresa tan grata que nos llevamos. Una tosta de pollo con la mejor mezcla de sabores posible.

 A partir de aquí, para ganar algo de tiempo, continuamos por una carretera interior pero no exenta de belleza ya que los lagos seguían acompañándonos, como Loch a’Chroisg, Loch Sgamhain, Loch Dughaill y el gran lago Carron para llegar al Loch Alsh que es la puerta de entrada a la Isla de Skye.

Entramos a la Isla de Skye por el único acceso terrestre que hay, el Puente de Skye, en el cercano pueblo de Kyle of Lochalsh que hace de frontera entre los lagos Carron y Alsh. La Isla de Skye es la más grande de las Islas Hébridas con unas dimensiones aproximadas de 75 kilómetros de largo por 22 de ancho y una población de unas 9000 personas. La carretera que se adentra en la isla está flanqueada por un lado el océano y por el otro los Montes Cuillin, la mayor concentración de picos de toda Gran Bretaña y que sorprenden por la forma piramidal de sus principales montañas.

Hicimos una parada para poder conocer lo que se denomina como la capital de la isla y su principal ciudad, Portree. Un bonito y pequeño pueblo pegado al mar donde las casitas de colores junto al muelle son una postal típica. Tuvimos que preguntar en varios cafés y restaurantes para que nos pudiéramos tomar un chocolate bien caliente, que era lo que nos apetecía, ya que en todos estos lugares ya sólo servían la cena… y eso que sólo eran las 7 de la tarde.

Portree
Con el último tramo hasta llegar a nuestro B&B, dirección Dunvegan, pudimos deleitarnos con el atardecer en las carreteras isleñas, donde la gran mayoría son de un solo carril y todas cuajadas de los socorridos plassing place. Pude comprobar el buen civismo, y que es norma no escrita, el saludarte con la mano con los demás conductores que te cruzas en los ensanches de las carreteras. Conforme íbamos adentrarnos en el interior, las casas estaban cada vez más repartidas y aisladas, las carreteras en peores condiciones, más estrechas y con más ovejas en mitad de las mismas, en un paisaje cada vez más agreste, solitario y auténtico donde los calificativos a tanta naturaleza se van acabando. Daba la sensación de que el fin del mundo estaba bien cerca.



Fue difícil encontrar nuestro lugar donde íbamos a pasar las dos próximas noches, ya que el pueblo donde íbamos, Ferinquarrie es un grupo de casas diseminadas pertenecientes a una pequeña aldea, Glandale que consta de unas 10 casas.
Por fin después de más de 400 kilómetros por carreteras, no precisamente con buen asfalto, pero sí con las mejores vistas, llegamos a “Six Willows” una solitaria casa a pocos kilómetros del mar y en el extremo opuesto de la entrada a la isla.

Este B&B está regentado por un matrimonio de sexagenarios hippies donde la falta de calificación de estrellas en la Scottish Tourist Board estaba más que merecida. Los dueños fueron muy amables y muy atentos pero en general tenía algunos inconvenientes como la falta de limpieza en nuestro cuarto de baño, la falta de televisión en la habitación y que ésta no tenía pestillo que asegurara nuestras pertenencias (argumentaban que no íbamos a tener ningún tipo de problema en este aspecto, menos mal que fue así).

Un día que se acababa donde casi todas las horas fueron a manos del volante y que era una pena no poder estar mirando todo el tiempo por la ventanilla del coche. Cada día supera al anterior.

jueves, 5 de enero de 2012

ESCOCIA día 6 - lunes: INVERNESS - LAGO NESS- FORT AUGUSTUS - INVERNESS

Las dos noches que parábamos en Inverness lo hicimos en “St. Ann’s House” (http://www.stannshouse.com/). Un Bed and Breakfast a 15 minutos andando del centro de la ciudad. Éste iba a ser el lugar más septentrional donde íbamos a dormir, pero no en el que íbamos a estar. Aunque nuestra habitación no era muy grande, el sabrosísimo desayuno en el salón acristalado junto a un espectacular y colorido jardín trasero, del que teníamos una vista privilegiada desde nuestra habitación y sobre todo la amabilidad y hospitalidad del matrimonio anfitrión iban a convertir el mejor lugar donde habíamos parado, por lo que sus 4 estrellas del Scottish Tourist Board estaban más que merecidas.

Comedor de St Ann's House
El primer día coincidimos en el comedor con una pareja de Sevilla. Un matrimonio que viviendo a tan solo 100 kilómetros quiso el destino que nos uniéramos para conversar y desayunar juntos a 3500 km de distancia de nuestros respectivos hogares. Ellos dejaban esa misma mañana la ciudad para viajar más al norte, siendo su anterior parada Stonehaven donde habían pasado varios días. No sabéis la alegría que nos dieron cuando nos dijeron que en “The ship Inn” era una de las mejores tabernas para comer en esa localidad. No pudimos tener más acierto en encontrarnos perdidos en ese pequeño pueblo y decidir almorzar en esa taberna precisamente.
Con las utilísimas recomendaciones e indicaciones de nuestro anfitrión cogimos rumbo a uno de los lugares más conocidos de Escocia y quizás el lago más famoso del mundo, Loch Ness, el Lago Ness, a 15 kilómetros de Inverness, dispuestos a hacer una foto o grabar un video del famoso Nessie, el "Monstruo del Lago Ness", que nos hiciera famosos.
Con el tiempo justo llegamos para poder coger un ferry que nos iba dar una vuelta por casi todo el lago, desde el muelle al lado del “Clansman Hotel” hasta el "Castillo de Urquhart", visita durante una hora y media y vuelta al lugar de partida.
Me sorprendió la amplitud del Lago Ness todo rodeado de montes arbolados justo hasta la misma orilla, de hecho este lago es uno de los más grandes de toda Escocia con 37 kilómetros de largo. Con la música tradicional escocesa de la embarcación y el viento como ruido de fondo nos asombramos de la negrura de las aguas, donde no se podía ver a escasos centímetros de la superficie, un buen escondite para un monstruo que juega a no ser visto… y eso que todos los que embarcamos lo estábamos buscábamos. Desde la cabina de mando podíamos ver el sónar con los bancos de peces y la profundidad del lago, que en algunos puntos puede llegar incluso a los 300 m.
En poco más de media hora de navegación ya podíamos ver a lo lejos lo que queda del “Urquhart Castle”, que como bastantes de los castillos escoceses muchos de sus muros están casi derruidos, ¡cuánto daño han hecho las guerras con los ingleses!.
Éste, al igual que el Dunnottar, sin lugar a dudas lo mejor es su situación, enclavado entre las montañas por un lado y el lago por el otro. Hicimos un paseo por toda la antigua fortaleza, con la banda sonora constante de un simpático gaitero que conversaba con casi todos los visitantes, para inmortalizar con nuestras cámaras este mágico paraje en la misma orilla de tan famoso lugar. 

Urquhart Castle
Era casi la hora de regresar al barco… y Nessie sin aparecer, pero yo como buen aventurero y amante del riesgo me atreví a descender hasta las mismas aguas de la orilla. No pude evitar recordar los documentales de animales donde la pobre cebra ingenua va a beber al río infectado de cocodrilos.

En el viaje de vuelta en barco, ya un poco más relajados, valoramos esta visita, que si el castillo y sus alrededores si son dignos de ver, lo que es el Lago Ness en sí, no es de los más bonitos ni espectaculares de los que tuvimos la oportunidad de contemplar, …pero quién se resiste ir hasta Escocia y no navegar por el celebérrimo lago, al fin y al cabo éramos turistas.
Turistas éramos, pero con un poco de buen gusto, ya que una vez pisado tierra firme y antes de volver al coche, nos negamos a comprar en la macrotienda que tienen instalada junto al muelle. Vaya negocio que tienen montado con el bicho, si el tal anfibio, pez, monstruo o lo que sea cobrara derechos de imagen estaría forrado. Ahí te venden la imagen o el logotipo del misterioso Nessie en cualquier objeto que la mente de un especialista en marketing pueda imagina.

50 kilómetros al sur de Inverness y por una carretera que va bordeando todo el lago y  justo donde acaba éste, se encuentra la pequeña población de Fort Augustus. Nacida a consecuencia del tráfico de barcos por el canal que la atraviesa, el "Canal de Caledonia". Este canal divide en dos Escocia, desde Inverness en el norte hasta Fort William en el oeste en las mismas puertas del Océano Atlántico. Pero es en esta localidad donde el canal ha hecho de esta pequeña villa un lugar para los turistas gracias a las 6 esclusas que nivelan las últimas aguas del Lago Ness con el del canal. Nosotros no tuvimos la suerte de ver pasar ninguna embarcación por las compuertas pero si de poder disfrutar de las zonas verdes junto a ellas ya que es un lugar ideal para tomarse una pinta de cerveza y comer cualquier cosa para poder continuar la jornada.

Fort Augustus
El regreso para Inverness se puede hacer por el camino más lógico, corto y rápido que era por el que habíamos venido pero nosotros decidimos hacerlo bordeando el Lago Ness por el otro lado, dejándolo esta vez a nuestra izquierda, una carretera secundaria, la B862 pero mucho más paisajística que la principal.
Ya se notaba que estábamos inmersos en el corazón de las Tierras Altas escocesas. La carretera en su gran mayoría con un solo carril y donde las ovejas eran las reinas y dueñas de la zona destinada a los vehículos. Aquí es donde empezamos a ver los denominados “Passing Place” que son unos pequeños ensanches para que cuando dos vehículos se cruzan haya espacio donde uno de ellos se pueda esperar, ya que la anchura de los carriles no permiten el paso de ambos a la vez. No andábamos ni 10 minutos seguidos cuando teníamos que parar para poder apreciar los paisajes, realmente impresionantes, con lagos justo al lado de la carretera. Todo el camino con paradas casi obligadas en lugares donde a veces había algunos coches también detenidos, inmortalizando el momento ya sea en sus cámaras o en su memoria, o parajes aislados donde parecía que éramos nosotros los que habíamos descubierto ese lugar. Escocia no paraba de sorprendernos.




Por primera vez en todo el viaje llegamos a media tarde al B&B, ya que hoy era el día en que menos millas habíamos hecho de todos los anteriores, 150 kilómetros. Así que teníamos que aprovechar para ducharnos y ponernos nuestras mejores galas para ir a cenar ya que hasta ahora llegábamos tan tarde que cenábamos donde podíamos y nos duchábamos siempre antes de dormir.

Río Ness a su paso por Inverness
La dueña del B&B nos dio una pequeña lista con una selección personal suya de los mejores restaurantes de la ciudad, desde el más caro, hasta el que ella le gustaba ir para una ocasión especial, pasando por el que ponían música en vivo o alguno más barato pero con muy buena comida. Al final nos decantamos por uno de sus preferidos, un italiano (en todas nuestras vacaciones acabamos en un italiano) que estaba junto a un puente y a orillas del río Ness y con una panorámica insuperable del castillo de la ciudad. 

Vista del castillo de Inverness desde "Riva Restaurant"
 “Riva Restaurant” es el típico italiano acogedor y decorado con sumo gusto para cenar a la luz de las velas. Degustamos un plato de carpaccio de atún exquisito con salsa de piñones.


De segundo, tallarines con salsa de gambas con salmón y macarrones con salsa boloñesa (quizás éste último un poco picante) y todo regado con un vino rosado español de Navarra, ya que en escocia no hay vinos autóctonos, que junto al postre surtido hizo que la cena y el paseo más tarde por el centro de la ciudad dormida donde los escaparates cegados de los comercios y los pocos noctámbulos cerrando los bares hicieron que esta noche de lunes fuera especial.

lunes, 2 de enero de 2012

ESCOCIA día 5: ABERDEEN - INVERNESS

Aberdeen fue en la única ciudad que dormimos en un hotel convencional, el "Holiday Inn Exprees Aberdeen City Centre". Muy bien situado y con una habitación muy correcta, moderna y funcional como el buffet, que era el típico desayuno continental.
Mañana soleada que aprovechamos para un paseo por Union Street y sus alrededores. Al ser domingo y conociendo la agitada vida nocturna de esta ciudad no nos extrañó el poco ambiente que a primera hora había en la calle. Así que nuestra visita por la ciudad se limitó a recorrernos Union St. con sus grandes edificios, el muelle con sus colosales buques bien cerca del centro de la ciudad, la plaza del ayuntamiento y el cementerio antiguo, que como no podía ser de otra manera por estas latitudes, está en el mismo centro de la ciudad y del que merece la pena visitar ya que el romanticismo gótico y el césped del mismo invita a pasearlo.

Union Street

A unos 40 km al sur de Aberdeen se encuentra uno de los lugares más espectaculares de toda Escocia, el "Castillo de Dunnottar" enclavado en una gran roca gigante casi separada del terreno y abrazada por las frías aguas del Mar del Norte… y nosotros no podíamos perdérnoslo.
Como nuestro GPS, en todos nuestros viajes, siempre es un mapa o un papel sacado por Internet es lógico que de vez en cuando uno se pierda y se encuentre en sitios y lugares tan maravillosos como el pueblo de Stonehaven. Pequeño pueblo pesquero con una bahía llena de pequeñas embarcaciones que dan a una calle, que a su vez hace las veces de mirador, llena de tiendas, pubs y restaurantes. Supongo que por ser domingo o por celebrarse una feria o mercadillo estaba abarrotada de gente aprovechando los escasos rayos de sol que por esos lares se pueden disfrutar. Un buen sitio para tomarse algo, pero estábamos ansiosos por llegar a uno de los destinos preferidos de todo el viaje.
"Dunnottar Castle" estaba a 10 minutos en coche de Stonehaven, por una carretera paralela al mar que sorprende la imagen de los campos de cebada pegados literalmente al mar con sus manchas blancas y negras con forma de vaca que te encuentras, al igual que con la ovejas, en cualquier paisaje de Escocia.
Lo más emocionante es conforme vas andando desde el sendero que separa el castillo de la carretera ir vislumbrando poco a poco los muros de la fortaleza medio derruida que queda culminado al ver completamente en el lugar donde está enclavado el castillo.

Dunnottar Castle

Es una de las ruinas más impresionantes de Escocia. Fortaleza inexpugnable en su día, era una de las fronteras más seguras del reino, donde durante un tiempo se guardaron las joyas de la Corona escocesa para luego sacarlas clandestinamente bajo las faldas de una mujer durante la ocupación de Cromwell. También fue prisión y donde William Wallace le prendió fuego a una capilla repleta de soldados ingleses. Y más recientemente donde se grabaron algunas escenas de la película “Hamlet” de Franco Zeffirelli protagonizada por Mel Gibson y Glenn Close. Una fortaleza que una vez que has subido a la misma te sorprende la amplitud de las estancias y de las explanadas que en ningún momento desde la distancia se puede uno imaginar. Las vistas desde arriba a las playas de hierba y piedras de ambos lados con sus acantilados junto al conjunto exterior es de lo mejor que hemos visto hasta ahora.


Como anteriormente el lugar y el ambiente nos habían encantado, decidimos pararnos en Stonehaven para almorzar antes de emprender la larga ruta hacia nuestro nuevo destino. Justo enfrente del mar nos decantamos por el pub “The Ship Inn” un lugar con una terraza a unas vistas estupendas con la bahía, las barcas, las montañas, el cielo… y el salmón a la plancha con bola de patata con vegetales y el bacalao con vino blanco cubierto de salsa de queso cheddar cremoso servido con verduras frescas y patatas fritas que nos comimos y que nos supieron a gloria.


Nos quedaban por delante unos 250 kilómetros que recorrer para llegar a Inverness. Por suerte, esta carretera no era tan mala como las que ya habíamos pasado. Hicimos un breve descanso en la ciudad de Keith, que parecía semidesierta, donde se produce el famoso whisky “Chivas Regal”. En esta zona es donde se concentran la mayoría de destilerías de whisky escocés. Es un itinerario tortuoso aunque especialmente bello por la presencia de castillos y jardines que además abre un nuevo escenario en su parte final: el interesantísimo tramo de carretera costera, ya que de vez en cuando se puede ver el Mar del Norte, y que lleva a la histórica ciudad de Elgin. Sabíamos que en esa ciudad estaban las ruinas de una catedral preciosa, pero como la noche estaba casi acechándonos y todavía nos quedaba un buen tramo decidimos no pararnos y continuar el viaje.

Como rectificar es de sabios y casi puedo asegurar que algún día volveré a Escocia pero no pasar otra vez por esta ciudad… dimos media vuelta e hicimos una pequeña pausa para poder apreciar esa maravilla. Esto fue otro de nuestros aciertos al alquilar un coche: pararse donde uno quiera y el tiempo que se estime oportuno, que ni por asomo tendríamos oportunidad de conocer a través de un viaje organizado.
Una breve parada por el exterior del recinto de la "Catedral de Elgin", ya que a esas horas ya estaba cerrado el acceso al público, pero que se puede apreciar toda su magnitud y belleza desde la verja exterior. Un retrato formado por las pinceladas verdes de la hierba donde descansan las tumbas grisáceas, el color pardo de los escasos muros laterales de la nave y su majestuosa fachada. Todo esto mezclado con los arcos ojivales transparentes de matices azulados y violáceos del atardecer del cielo. Una paleta de color de tonos fríos que nos confirmó que el cambio de opinión con respecto a esta breve pausa en nuestro camino fuese un gran acierto.

Catedral de Elgin
 
Llegada, como no podía ser de otro modo, bien de noche al B&B que más nos había gustado al realizar la reserva, “Saint Anne’s House”, en Inverness. El dueño nos estuvo esperando y nos ofreció prepararnos algo para la cena, de lo que desistimos muy agradecidos.




Antes de dormir, un paseo por la ciudad, cruzando el puente peatonal colgante sobre el río Ness en dirección al centro, pero estábamos tan cansados que nos fuimos a dormir sin cenar siquiera.