sábado, 27 de octubre de 2012

EL ANIMAL MORIBUNDO

Que el destino te golpee cuando tu vida va llegando al ocaso tiene que ser un momento duro, extraño, ya que de un momento a otro te cambia la forma de pensar, el prisma con el que ves tu realidad, tu mundo. Puede ser que en los últimos años de tu existencia descubras al hombre que hasta entonces nunca has sido o por lo menos nunca has reconocido. Una fuerza interior inesperada que deja atrás al hombre frío sin sentimientos que tú creías que eras.

Esto es lo que le ocurre a David Kepesh, el protagonista de “El animal moribundo”, una novela corta del escritor Philip Roth.
Philip Roth, nacido en Estados Unidos en 1933, es uno de los grandes escritores actuales, conocido por otros grandes libros como “La mancha humana”, “Pastoral americana” o “El pecho”. Es desde hace algunos años, aspirante al premio Nobel de Literatura y ganador entre otros muchos premios del Booker Internacional, del Pulitzer o del más reciente, el Príncipe de Asturias de las Letras 2012.


En este libro el autor nos cuenta en primera persona la vida del sexagenario Kepesh, afamado crítico literario y de televisión, profesor de literatura en la universidad, que aprovechando este estatus social se aprovecha de sus alumnas para mantener una relación sexual, que cada año la renueva por una joven distinta. Un año, se enamora de una de ellas, Consuelo, una veinteañera de origen cubano que de la pura relación sexual pasa al amor y de ahí a la obsesión, con todo lo que ello puede llegar a ocasionar.

“No importa cuanto sepas, no importa cuánto pienses, no importa cuánto maquines, finjas y planees, no estás por encima del sexo”


Lo que empieza con un argumento rápido se convierte en casi un monólogo sobre los recuerdos y pensamientos del protagonista. Una cómplice y eterna confesión al lector.
Una mirada al pasado desde los ojos de un hombre maduro que ha exprimido la vida al máximo, sin ningún tipo de ataduras (ni morales, ni sociales), sin conciencia, buscando el placer sexual a toda costa, aprovechándolo al máximo el tiempo, ya que sabe con certeza que ese tiempo se va agotando y quiere vivirlo como él quisiera, no como la sociedad le impone.
Es por lo que si de un elixir de la eterna juventud se tratara, el sexo con las chicas jóvenes le ayudara a aferrarse a la vida. No existe la moralidad sexual, y hace partícipe de ella al cómplice lector, ya que no hay reglas en el sexo consentido.

“Quién es libre puede estar loco, ser estúpido, repelente, sufrir precisamente porque es libre, pero no es ridículo. Tiene dimensión como ser”

Nos descubre su pasado, con sus salvajes instintos sexuales, la liberación sexual a partir de los años 60, cuando el protagonista era joven, donde él nunca se ha quedado atrás,…más bien siempre ha estado por delante de la sociedad.

"Purgad mi corazón; enfermo de deseo
y atado a un animal moribundo,
no recuerda ya ni quién es;
y encomendadme al artificio de la eternidad"

El trágico golpe del destino, del que he hablado al principio, le revelará observando un cuadro de Stanley Spencer, "Double Nude Portrait", que la sexualidad a veces no es tan importante. Los cuerpos son carne, carne cruda, como la de un pene flácido de un hombre triste o los senos caídos y la piel estriada de una mujer entrada en carnes ya resignada, al igual que una pierna de cordero. La decrepitud y decadencia de lo que inevitablemente llegaremos a ser.



La soledad y el desamor harán que descubra unos obsesivos sentimientos nuevos para él como los celos, la desesperanza o el miedo a la muerte. Todo esto le ayudará a evolucionar como padre, como amante… como hombre.




Tráiler de la película "Elegy" (2008), basada en la novela "El animal moribundo", dirigida por Isabel Coixet e interpretada por Ben Kingsley y Penélope Cruz

martes, 2 de octubre de 2012

RIGA

Son muchas las ciudades y países que algún día uno desea poder ver. Algunas ya las he visitado, muchas otras están pendientes y muchas más se quedarán sin visitar, pero a veces uno descubre una ciudad, un país, un lugar que en un principio no pensaba visitar en la vida. Este es el caso de Letonia y su capital Riga.

Riga, desde la Iglesia de San Pedro
Junto a Lituania y Estonia forman las repúblicas bálticas. Letonia tiene una historia muy truculenta debido a las innumerables guerras que han asolado a la Europa del Este durante tantos años. Llegó a formar parte de Rusia a primeros del siglo XX, de nuevo independiente para posteriormente ser parte de la antigua Unión Soviética. Ocupada por la Alemania Nazi hasta que en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial fue anexionada a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) hasta que una vez caída ésta se independizó y se exfederó hace tan solo 21 años, por lo que desde 1991 es totalmente independiente e integrante desde el 2004 a la Unión Europea.
Toda esta historia ha ido conformando una ciudad de contrastes, desde su casco antiguo medieval a las fachadas Art Nouveau de la Belle Époque o a los austeros bloques de viviendas de la época comunista, en los barrios periféricos de la ciudad.


El centro histórico de Riga destaca por una belleza exagerada con una variada arquitectura donde destacan las cubiertas de las torres verdes debido al óxido de cobre que las continuas lluvias han retocado su apariencia. Las intrincadas callejuelas serpentean entre las coquetas casas pintadas de colores, como las de la plaza Livu (Livu Laukums), centro neurálgico del casco viejo. En esta plaza se encuentra la curiosa Casa de los gatos que puede pasar desapercibida entre todos los demás edificios, todos ellos rodeados de los puestos ambulantes de colgantes y pulseras de ámbar, matriuskas, flores o cuadros pintados a mano que se encuentran junto a numerosas terrazas.
Livu Laukums
Otra gran plaza del centro es la Dome Laukums donde está la catedral luterana de Dome, que no tiene el ambiente de la anterior pero si una majestuosa arquitectura de las señoriales fachadas que la encierran.

Conforme vas andando por el casco viejo te vas dando cuenta de lo pequeño y desconcertado que es, tanto que es tan fácil perderse como volver a encontrarse. Mientras tanto, se van descubriendo otras joyas de la ciudad como los tres hermanos (tres fachadas contiguas, siendo una la más antigua de la ciudad), la Torre de la Pólvora, el Castillo de Riga (residencia oficial del Presidente letón) junto a la Catedral Católica de Santiago. La postal típica de la ciudad la encontramos en la plaza del ayuntamiento en la Casa de las Cabezas Negras, donde el dorado de sus elementos se refleja en los ladrillos rojizos de su fachada.
Casa de las Cabeza Negras e Iglesia de San Pedro,desde la plaza del ayuntamiento
La mejor vista de Riga a vista de pájaro, junto a la del “Skyline Bar” en la planta 27 del hotel Radisson Blu, es desde lo alto de la torre de la Iglesia de San Pedro. Desde aquí se puede divisar una magnífica panorámica de 360º de toda la ciudad: la imponente torre de telecomunicaciones con sus 368 m de altura (segunda más alta de Europa y doceava del mundo), el río Daugava, que parte en dos la ciudad, la antigua torre de la época comunista, hoy en día Casa de la Cultura, justo detrás de los cinco hangares, hoy mercado, donde se guardaban los zeppelines. A lo lejos, ya fuera del casco antiguo, detrás del Monumento a la Libertad, la Catedral Ortodoxa y justo debajo, a nuestros pies, todo el casco viejo. Unas vistas, unos recuerdos fijos e indelebles en la memoria.
Riga, desde la Iglesia de San Pedro
Dejando atrás el casco viejo, pasando por el Parque Bastejkalns (atravesado por un precioso canal), siguiendo por la avenida Brivibas Iela (que durante la ocupación nazi se llegó a llamar Adolf Hitler) y pasando por el Monumento a la Libertad, (una gran columna con escultura de mujer en su cúspide que conmemora a los soldados caídos en la guerra de la independencia de Letonia) se llega a la que para mí es el monumento más bello de toda la ciudad, la Catedral Ortodoxa de Riga. Una construcción del último cuarto del siglo XIX con una arquitectura típica rusa con sus cúpulas oscuras con bordes y remates dorados soportados por decenas de pequeños arcos, sus muros bicolores de ladrillo visto que realzan mucho más su espectacularidad. La mejor estampa de la ciudad para adquirir una postal antigua, de 1904. Otro pequeño tesoro para mi colección.


Catedral Ortodoxa 2012, desde el hotel Radisson Blu
 
Catedral Ortodoxa, 1904

Paseando por la ciudad se da uno cuenta del pasado comunista del país, todavía perduran los viejos trolebuses de cable o tranvías sobre raíles, los carteles que en algunos lugares aún se puede leer los caracteres cirílicos, así como la cultura por lo público, ya que es sorprendente las grandes avenidas con casi todos los aparcamientos vacíos de vehículos ya que sus habitantes siguen utilizando el baratísimo transporte público. Otro asunto que no me dejó indiferente es la cultura por el deporte, es ardua tarea encontrar personas obesas ya que desde los colegios les inculcan una vida de salud y deporte. Un país que mira hacia delante cultural y lingüísticamente ya que la gran mayoría de sus habitantes jóvenes y de mediana edad hablan perfectamente el inglés. A veces resulta que nosotros no estamos tan adelantados como creemos.

Otro de los grandes atractivos y que sólo por éste es una escusa perfecta para una visita a Riga, es la arquitectura Art Nouveau que se puede apreciar en una gran parte de la ciudad. Y es que la capital europea de esta corriente artística no es ni París, ni Praga, ni Bruselas,… es Riga, ya que es la que tiene más edificios modernistas por metro cuadrado. Grandes fachadas con elementos curvos o entrelazados inspirados en la naturaleza, imágenes de féminas con expresiones realistas que enfatizan las decenas de edificios que bordean al casco viejo de Riga. Un paseo inolvidable no sólo para los amantes del arte, sino para cualquiera con un mínimo de sensibilidad y buen gusto.



La recomendación gastronómica de esta entrada se encuentra justo al lado la Torre de la Pólvora, “Taverna pie Sena Dzintara Cela”, típica taberna donde las camareras ataviadas con el traje típico letón nos dieron la bienvenida con el alegre canto de sus trovas tradicionales. Durante la cena, a la luz de las velas, se degusta los productos típicos de las cuatro provincias de Letonia, como sus quesos, panes, legumbres, su licor popular (bálsamo negro), cervezas, etc. Un buen lugar para brindar por todos los atractivos de Riga y Letonia.



Riga, la gran joya escondida del Báltico a la sombra de las más conocida Tallín, en Estonia (ambas ciudades Patrimonio de la Humanidad), pero que algunos turistas españoles que conversamos nos aseguraron que Riga es más desconocida pero encierra más belleza. Una ciudad que se puede ver en 2 o 3 días, y que con algunos días más también se puede visitar sus alrededores como Jurmala, Sigulda, el castillo de Turaida, la cueva de Gütmana, el río Gauja… que por supuesto también recomiendo.