Desde incluso antes de que tengamos uso de razón cada uno de nosotros vamos buscando un objetivo, una meta por la que luchar para seguir adelante. Esa merecida recompensa que hace que nos levantemos cada mañana antes de que amanezca invirtiendo nuestro descanso en un sueño que siempre esperamos que algún día se llegue a hacer realidad.
Y es que los sueños, a veces se cumplen, y dejan de serlo para convertirse en realidad, en vivir lo que hace años creía que uno no iba a poder ver, sentir, disfrutar...
Todo empezó cuando desde el aeropuerto de noche por la carretera mirando ensimismado a todos los lados de las ventanillas del coche empecé a lo lejos vislumbrar una gran luminosidad en la negra oscuridad primaveral... fue entonces cuando me regalé unas maravillosas palabras que mi paisano Eloy Vaquero sintió y escribió, hace ya 72 años, y fue como si me las hubiera escrito exclusivamente para mí:
Y es que los sueños, a veces se cumplen, y dejan de serlo para convertirse en realidad, en vivir lo que hace años creía que uno no iba a poder ver, sentir, disfrutar...
Todo empezó cuando desde el aeropuerto de noche por la carretera mirando ensimismado a todos los lados de las ventanillas del coche empecé a lo lejos vislumbrar una gran luminosidad en la negra oscuridad primaveral... fue entonces cuando me regalé unas maravillosas palabras que mi paisano Eloy Vaquero sintió y escribió, hace ya 72 años, y fue como si me las hubiera escrito exclusivamente para mí:
Mira ahí!
¡Un cerro... siete cerros...
setenta cerros... de casas!
Cada una con cientos de ventanas
que duermen y aguardan,
o brillan como ascuas,
como aguamarinas,
topacios, esmeraldas...
¡Es Nueva York de noche,
inmensa, oscura, clara...
Así es Nueva York de noche, inmensa, oscura y clara, así es esta ciudad; así es y mucho más.
Es un lugar donde uno no llega a acostumbrarse de los espontáneos y repentinos déjà vu, donde parece todo que ya lo has visto y vivido antes... pero sabes que no, que nunca has estado ahí y sabes que ahora realmente sí estás ahí.
Y es que todo te suena en esta magnífica ciudad, las escaleras de incendios metálicas en los edificios, el humo saliendo de las alcantarillas, la infinidad de taxis amarillos colapsando las calles, la interculturalidad étnica y racial que ves en cualquier lugar, los yuppies trajeados con zapatillas corriendo por las calles con su vaso de café de medio litro, los paseadores de perros a cargo de 10 o incluso mas caninos a la vez, las señoras con bolsas de primerísimas marcas por Madison Avenue y por supuesto los cientos de turistas inmortalizando cualquier rincón del distrito de Manhattan. Nueva York es una ciudad que se muestra al mundo, que le gusta exhibirse, enseñar todos sus encantos e incluso sus miserias. Todo expuesto en su gran escaparate mundial con forma de pantalla de cine. El Empire State Building, en la 5ª avenida, soportando el peso del protector King Kong o esperando ansioso la llegada de Cary Grant y de Tom Hanks en “Tu y yo” y “Algo para recordar”. El satánico edificio Dakota, frente a Central Park donde Mia Farrow tuvo “La semilla del diablo”. Times Square, donde pasearon Jon Voight y Dustin Hoffman en “Cawboy de medianoche” y Tom Cruise corría por una plaza asomobrosamente desierta en “Vanilla sky”. El viejo, sucio y enrevesado metro de Nueva York como retrata “Pelham 1, 2, 3” o “Ghost”. Las calles oscuras y antes peligrosas de “Taxi driver” o “Noches de Harlem”. El Upper West Side donde las bandas rivales se peleaban por Maria, muy cerca del Lincoln Center en “West Side Story”. Central Park donde Woody Allen se sienta en cualquier banco en la gran mayoría de sus películas para tratar sus teorías sobre la vida y las relaciones humanas, o todas las calles, restaurantes, pubs y rincones donde Carrie Bradshaw habla de sexo con sus amigas. Manhattan, uno de los cinco distritos de la Gran Manzana, junto al Bronx, Brooklyn, Staten Island y Queens es para pasearlo, patearlo mirando hacia arriba y también hacia los lados porque siempre hay algo nuevo que te sorprende y te maravilla.
Entre los lugares que uno no deber perderse, entre otros muchos más, es el rascacielos más espectacular de toda la ciudad, por la singularidad en su estructura, el Chrysler Building, en la 42, con su estilo art decó casi coronando la Grand Central Terminal, cruce de caminos de más de medio millón de personas diarias.
Y es que todo te suena en esta magnífica ciudad, las escaleras de incendios metálicas en los edificios, el humo saliendo de las alcantarillas, la infinidad de taxis amarillos colapsando las calles, la interculturalidad étnica y racial que ves en cualquier lugar, los yuppies trajeados con zapatillas corriendo por las calles con su vaso de café de medio litro, los paseadores de perros a cargo de 10 o incluso mas caninos a la vez, las señoras con bolsas de primerísimas marcas por Madison Avenue y por supuesto los cientos de turistas inmortalizando cualquier rincón del distrito de Manhattan. Nueva York es una ciudad que se muestra al mundo, que le gusta exhibirse, enseñar todos sus encantos e incluso sus miserias. Todo expuesto en su gran escaparate mundial con forma de pantalla de cine. El Empire State Building, en la 5ª avenida, soportando el peso del protector King Kong o esperando ansioso la llegada de Cary Grant y de Tom Hanks en “Tu y yo” y “Algo para recordar”. El satánico edificio Dakota, frente a Central Park donde Mia Farrow tuvo “La semilla del diablo”. Times Square, donde pasearon Jon Voight y Dustin Hoffman en “Cawboy de medianoche” y Tom Cruise corría por una plaza asomobrosamente desierta en “Vanilla sky”. El viejo, sucio y enrevesado metro de Nueva York como retrata “Pelham 1, 2, 3” o “Ghost”. Las calles oscuras y antes peligrosas de “Taxi driver” o “Noches de Harlem”. El Upper West Side donde las bandas rivales se peleaban por Maria, muy cerca del Lincoln Center en “West Side Story”. Central Park donde Woody Allen se sienta en cualquier banco en la gran mayoría de sus películas para tratar sus teorías sobre la vida y las relaciones humanas, o todas las calles, restaurantes, pubs y rincones donde Carrie Bradshaw habla de sexo con sus amigas. Manhattan, uno de los cinco distritos de la Gran Manzana, junto al Bronx, Brooklyn, Staten Island y Queens es para pasearlo, patearlo mirando hacia arriba y también hacia los lados porque siempre hay algo nuevo que te sorprende y te maravilla.
Entre los lugares que uno no deber perderse, entre otros muchos más, es el rascacielos más espectacular de toda la ciudad, por la singularidad en su estructura, el Chrysler Building, en la 42, con su estilo art decó casi coronando la Grand Central Terminal, cruce de caminos de más de medio millón de personas diarias.
El Chrisler Building junto a la Gran Estación Central, en la 42 con Park Avenue
La panorámica más espectacular se puede dividir entre la planta 102 del Empire State Building y la azotea del Top On The Rock en el Rockefeller Center, así que lo recomendable es una visita por la mañana y la otra al atardecer para ver como se ilumina la ciudad sobre el crepúsculo.
Panorámica desde el Top On The Rock hacia el Down Town
Cruzar a pie el East River por el Puente de Brooklyn para según dice poder volver a visitar la ciudad, pasear por la carísima 5ª Avenida desde Central Park hasta el cruce con Broadway donde se encuentra el Flatiron Building. Hacer un crucero nocturno bordeando todo Manhattan para ver el skyline de la ciudad iluminada, así como uno diurno con el ferry gratuito hacia Staten Island pasando muy cerca de la Estatua de la Libertad ahorrándote así las interminables colas y los dólares del crucero que te lleva a la misma isla donde se encuentra la gran dama de América. Caminar una noche lluviosa por la Séptima Avenida hacia el uptown y ver como va resplandeciendo la ciudad hasta que se llega a Times Square, Plaza del Tiempo, en Broadway con los enormes rótulos luminosos publicitarios ya míticos, así como de teatros, bares, restaurantes. Deambular por el distrito financiero para reparar en la gran seguridad en las calles junto a Wall Street, y no es de extrañar ya que en el subsuelo está la mayor reserva de oro del mundo.
Cruzar a pie el East River por el Puente de Brooklyn para según dice poder volver a visitar la ciudad, pasear por la carísima 5ª Avenida desde Central Park hasta el cruce con Broadway donde se encuentra el Flatiron Building. Hacer un crucero nocturno bordeando todo Manhattan para ver el skyline de la ciudad iluminada, así como uno diurno con el ferry gratuito hacia Staten Island pasando muy cerca de la Estatua de la Libertad ahorrándote así las interminables colas y los dólares del crucero que te lleva a la misma isla donde se encuentra la gran dama de América. Caminar una noche lluviosa por la Séptima Avenida hacia el uptown y ver como va resplandeciendo la ciudad hasta que se llega a Times Square, Plaza del Tiempo, en Broadway con los enormes rótulos luminosos publicitarios ya míticos, así como de teatros, bares, restaurantes. Deambular por el distrito financiero para reparar en la gran seguridad en las calles junto a Wall Street, y no es de extrañar ya que en el subsuelo está la mayor reserva de oro del mundo.
Detalle de una de las torres del Puente de Brooklyn
Dicen que la Gran Manzana es la ciudad que nunca duerme y es verdad, puedes estar hasta la madrugada por las calles que nunca estarás ni te sentirás solo, y siempre con una gran sensación de seguridad. Creo que era Sabina quien decía que un atasco en la Cibeles en hora punta es un coñazo, pero el mismo atasco a las 3 de la mañana era pura poesía. Pues Nueva York de noche es prosa y poesía. Algo más tarde de esa hora tuvimos que esperar casi hora para que alguno de los cientos de taxis que pasaban, todos completos, nos llevara a nuestro hotel. Como últimas recomendaciones diría que tampoco hay que perderse una visita al barrio de Harlem, donde se concentra la mayor comunidad de color de la ciudad y a los distritos del Bronx y Brooklyn, tan genuinos y tan distintos a la isla de Manhattan, sobre todo éste último para poder ver in situ las costumbres de los judíos ortodoxos que se concentran en una parte de este distrito y que tanto me sorprendió. Así como asistir a un musical de Broadway, que aunque puede que sea la única barrera idiomática que puedes encontrar ya que en todos sitios se habla español, merece la pena asistir para ver un espectáculo inolvidable. Un lugar para comer y no precisamente por el precio o el sabor de la comida es el restaurante “The View” en la planta 48 del hotel Marriott en pleno Times Square. Después de una larga cola para entrar, accedes por un ascensor colgado sobre el lobby del hotel al restaurante que con su forma circular te permite una vista de 360º con el añadido de que la zona de mesas es giratoria. Así que si te sientas en la zona exterior vas viendo toda la ciudad sin moverte de tu asiento, con una panorámica inédita de toda la ciudad.
Música: Frank Sinatra, "Sex in the city" y Lou Reed. Video: nosoloduermo
Dicen que la Gran Manzana es la ciudad que nunca duerme y es verdad, puedes estar hasta la madrugada por las calles que nunca estarás ni te sentirás solo, y siempre con una gran sensación de seguridad. Creo que era Sabina quien decía que un atasco en la Cibeles en hora punta es un coñazo, pero el mismo atasco a las 3 de la mañana era pura poesía. Pues Nueva York de noche es prosa y poesía. Algo más tarde de esa hora tuvimos que esperar casi hora para que alguno de los cientos de taxis que pasaban, todos completos, nos llevara a nuestro hotel. Como últimas recomendaciones diría que tampoco hay que perderse una visita al barrio de Harlem, donde se concentra la mayor comunidad de color de la ciudad y a los distritos del Bronx y Brooklyn, tan genuinos y tan distintos a la isla de Manhattan, sobre todo éste último para poder ver in situ las costumbres de los judíos ortodoxos que se concentran en una parte de este distrito y que tanto me sorprendió. Así como asistir a un musical de Broadway, que aunque puede que sea la única barrera idiomática que puedes encontrar ya que en todos sitios se habla español, merece la pena asistir para ver un espectáculo inolvidable. Un lugar para comer y no precisamente por el precio o el sabor de la comida es el restaurante “The View” en la planta 48 del hotel Marriott en pleno Times Square. Después de una larga cola para entrar, accedes por un ascensor colgado sobre el lobby del hotel al restaurante que con su forma circular te permite una vista de 360º con el añadido de que la zona de mesas es giratoria. Así que si te sientas en la zona exterior vas viendo toda la ciudad sin moverte de tu asiento, con una panorámica inédita de toda la ciudad.
Música: Frank Sinatra, "Sex in the city" y Lou Reed. Video: nosoloduermo
Después de varias semanas de este irrepetible viaje todavía a veces sigo recordando las experiencias en él vividas, esperando que algún día regrese (y no es de extrañar, ya que yo crucé el puente de Brooklyn andando) para descubrir lo que me perdí o para volver a revivir y disfrutar de tan magnífica, única e irrepetible ciudad; y es que, y volviendo con Sabina, nunca estuve tan en desacuerdo con él cuando en una de sus canciones dice "al lugar donde fuiste feliz nunca debieras tratar de volver".
Ahora... sólo me queda seguir soñando.
Ahora... sólo me queda seguir soñando.
Desconocía esas palabras de nuestro ilustre paisano Eloy Vaquero Cantillo. Interesante entrada Pedro, enhorabuena, y magnífica descripción de la ciudad de los rascacielos..., debe ser impresionante, mi hermano estuvo allí hace poco. Al menos tú puedes decir que ya la has visitado jeje, espero que vuelvas..., y por supuesto visitarla yo algún día.
ResponderEliminarEl poema de Eloy Vaquero pertenece a su libro "Senda Sonora" editado en 1959 (del que tengo uno de su primera edición), escrito en Nueva York durante su exilio. Yo, aunque no soy muy de poesía, reconozco que este libro me gustó bastante ya que tiene bastants versos referentes a Nueva York y algunos muy bonitos y entrañables dedicados a Montalbán. Gracias por tu comentario, nos seguimos leyendo.
ResponderEliminarAquí no hay un botón que diga: Me encanta??!!!
ResponderEliminarPues me temo que no, pero vaya que no hace falta, gracias por tu comentario.
ResponderEliminarcomo si me las "fuera" escrito exclusivamente.
ResponderEliminarPresente de indicativo del verbo fuerar:
yo fuera
tu fueras
el dentro
nosotros fueramos o fuéramos o fieramos o quizás también friéramos
vosotros fuerais o fueseis o quizás también viniéseis
ellos dentro en vez de fuera porque siempre es mejor estar dentro que fuera, o fuera mejor que dentro.
CORREGIDO, se agradece el corrector ortográfico.
EliminarUn saludo.