Las dos noches que parábamos en Inverness lo hicimos en “St. Ann’s House” (http://www.stannshouse.com/). Un Bed and Breakfast a 15 minutos andando del centro de la ciudad. Éste iba a ser el lugar más septentrional donde íbamos a dormir, pero no en el que íbamos a estar. Aunque nuestra habitación no era muy grande, el sabrosísimo desayuno en el salón acristalado junto a un espectacular y colorido jardín trasero, del que teníamos una vista privilegiada desde nuestra habitación y sobre todo la amabilidad y hospitalidad del matrimonio anfitrión iban a convertir el mejor lugar donde habíamos parado, por lo que sus 4 estrellas del Scottish Tourist Board estaban más que merecidas.
Comedor de St Ann's House |
El primer día coincidimos en el comedor con una pareja de Sevilla. Un matrimonio que viviendo a tan solo 100 kilómetros quiso el destino que nos uniéramos para conversar y desayunar juntos a 3500 km de distancia de nuestros respectivos hogares. Ellos dejaban esa misma mañana la ciudad para viajar más al norte, siendo su anterior parada Stonehaven donde habían pasado varios días. No sabéis la alegría que nos dieron cuando nos dijeron que en “The ship Inn” era una de las mejores tabernas para comer en esa localidad. No pudimos tener más acierto en encontrarnos perdidos en ese pequeño pueblo y decidir almorzar en esa taberna precisamente.
Con las utilísimas recomendaciones e indicaciones de nuestro anfitrión cogimos rumbo a uno de los lugares más conocidos de Escocia y quizás el lago más famoso del mundo, Loch Ness, el Lago Ness, a 15 kilómetros de Inverness, dispuestos a hacer una foto o grabar un video del famoso Nessie, el "Monstruo del Lago Ness", que nos hiciera famosos.
Con el tiempo justo llegamos para poder coger un ferry que nos iba dar una vuelta por casi todo el lago, desde el muelle al lado del “Clansman Hotel” hasta el "Castillo de Urquhart", visita durante una hora y media y vuelta al lugar de partida.
Me sorprendió la amplitud del Lago Ness todo rodeado de montes arbolados justo hasta la misma orilla, de hecho este lago es uno de los más grandes de toda Escocia con 37 kilómetros de largo. Con la música tradicional escocesa de la embarcación y el viento como ruido de fondo nos asombramos de la negrura de las aguas, donde no se podía ver a escasos centímetros de la superficie, un buen escondite para un monstruo que juega a no ser visto… y eso que todos los que embarcamos lo estábamos buscábamos. Desde la cabina de mando podíamos ver el sónar con los bancos de peces y la profundidad del lago, que en algunos puntos puede llegar incluso a los 300 m.
En poco más de media hora de navegación ya podíamos ver a lo lejos lo que queda del “Urquhart Castle”, que como bastantes de los castillos escoceses muchos de sus muros están casi derruidos, ¡cuánto daño han hecho las guerras con los ingleses!.
Éste, al igual que el Dunnottar, sin lugar a dudas lo mejor es su situación, enclavado entre las montañas por un lado y el lago por el otro. Hicimos un paseo por toda la antigua fortaleza, con la banda sonora constante de un simpático gaitero que conversaba con casi todos los visitantes, para inmortalizar con nuestras cámaras este mágico paraje en la misma orilla de tan famoso lugar.
Urquhart Castle |
Era casi la hora de regresar al barco… y Nessie sin aparecer, pero yo como buen aventurero y amante del riesgo me atreví a descender hasta las mismas aguas de la orilla. No pude evitar recordar los documentales de animales donde la pobre cebra ingenua va a beber al río infectado de cocodrilos.
En el viaje de vuelta en barco, ya un poco más relajados, valoramos esta visita, que si el castillo y sus alrededores si son dignos de ver, lo que es el Lago Ness en sí, no es de los más bonitos ni espectaculares de los que tuvimos la oportunidad de contemplar, …pero quién se resiste ir hasta Escocia y no navegar por el celebérrimo lago, al fin y al cabo éramos turistas.
Turistas éramos, pero con un poco de buen gusto, ya que una vez pisado tierra firme y antes de volver al coche, nos negamos a comprar en la macrotienda que tienen instalada junto al muelle. Vaya negocio que tienen montado con el bicho, si el tal anfibio, pez, monstruo o lo que sea cobrara derechos de imagen estaría forrado. Ahí te venden la imagen o el logotipo del misterioso Nessie en cualquier objeto que la mente de un especialista en marketing pueda imagina.
50 kilómetros al sur de Inverness y por una carretera que va bordeando todo el lago y justo donde acaba éste, se encuentra la pequeña población de Fort Augustus. Nacida a consecuencia del tráfico de barcos por el canal que la atraviesa, el "Canal de Caledonia". Este canal divide en dos Escocia, desde Inverness en el norte hasta Fort William en el oeste en las mismas puertas del Océano Atlántico. Pero es en esta localidad donde el canal ha hecho de esta pequeña villa un lugar para los turistas gracias a las 6 esclusas que nivelan las últimas aguas del Lago Ness con el del canal. Nosotros no tuvimos la suerte de ver pasar ninguna embarcación por las compuertas pero si de poder disfrutar de las zonas verdes junto a ellas ya que es un lugar ideal para tomarse una pinta de cerveza y comer cualquier cosa para poder continuar la jornada.
Fort Augustus |
El regreso para Inverness se puede hacer por el camino más lógico, corto y rápido que era por el que habíamos venido pero nosotros decidimos hacerlo bordeando el Lago Ness por el otro lado, dejándolo esta vez a nuestra izquierda, una carretera secundaria, la B862 pero mucho más paisajística que la principal.
Ya se notaba que estábamos inmersos en el corazón de las Tierras Altas escocesas. La carretera en su gran mayoría con un solo carril y donde las ovejas eran las reinas y dueñas de la zona destinada a los vehículos. Aquí es donde empezamos a ver los denominados “Passing Place” que son unos pequeños ensanches para que cuando dos vehículos se cruzan haya espacio donde uno de ellos se pueda esperar, ya que la anchura de los carriles no permiten el paso de ambos a la vez. No andábamos ni 10 minutos seguidos cuando teníamos que parar para poder apreciar los paisajes, realmente impresionantes, con lagos justo al lado de la carretera. Todo el camino con paradas casi obligadas en lugares donde a veces había algunos coches también detenidos, inmortalizando el momento ya sea en sus cámaras o en su memoria, o parajes aislados donde parecía que éramos nosotros los que habíamos descubierto ese lugar. Escocia no paraba de sorprendernos.
Por primera vez en todo el viaje llegamos a media tarde al B&B, ya que hoy era el día en que menos millas habíamos hecho de todos los anteriores, 150 kilómetros. Así que teníamos que aprovechar para ducharnos y ponernos nuestras mejores galas para ir a cenar ya que hasta ahora llegábamos tan tarde que cenábamos donde podíamos y nos duchábamos siempre antes de dormir.
Río Ness a su paso por Inverness |
La dueña del B&B nos dio una pequeña lista con una selección personal suya de los mejores restaurantes de la ciudad, desde el más caro, hasta el que ella le gustaba ir para una ocasión especial, pasando por el que ponían música en vivo o alguno más barato pero con muy buena comida. Al final nos decantamos por uno de sus preferidos, un italiano (en todas nuestras vacaciones acabamos en un italiano) que estaba junto a un puente y a orillas del río Ness y con una panorámica insuperable del castillo de la ciudad.
“Riva Restaurant” es el típico italiano acogedor y decorado con sumo gusto para cenar a la luz de las velas. Degustamos un plato de carpaccio de atún exquisito con salsa de piñones.
De segundo, tallarines con salsa de gambas con salmón y macarrones con salsa boloñesa (quizás éste último un poco picante) y todo regado con un vino rosado español de Navarra, ya que en escocia no hay vinos autóctonos, que junto al postre surtido hizo que la cena y el paseo más tarde por el centro de la ciudad dormida donde los escaparates cegados de los comercios y los pocos noctámbulos cerrando los bares hicieron que esta noche de lunes fuera especial.
Vista del castillo de Inverness desde "Riva Restaurant" |
De segundo, tallarines con salsa de gambas con salmón y macarrones con salsa boloñesa (quizás éste último un poco picante) y todo regado con un vino rosado español de Navarra, ya que en escocia no hay vinos autóctonos, que junto al postre surtido hizo que la cena y el paseo más tarde por el centro de la ciudad dormida donde los escaparates cegados de los comercios y los pocos noctámbulos cerrando los bares hicieron que esta noche de lunes fuera especial.
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