Son muchas las ciudades y países que algún día uno desea poder ver. Algunas ya las he visitado, muchas otras están pendientes y muchas más se quedarán sin visitar, pero a veces uno descubre una ciudad, un país, un lugar que en un principio no pensaba visitar en la vida. Este es el caso de Letonia y su capital Riga.
Riga, desde la Iglesia de San Pedro |
Toda esta historia ha ido conformando una ciudad de contrastes, desde su casco antiguo medieval a las fachadas Art Nouveau de la Belle Époque o a los austeros bloques de viviendas de la época comunista, en los barrios periféricos de la ciudad.
El centro histórico de Riga destaca por una belleza exagerada con una variada arquitectura donde destacan las cubiertas de las torres verdes debido al óxido de cobre que las continuas lluvias han retocado su apariencia. Las intrincadas callejuelas serpentean entre las coquetas casas pintadas de colores, como las de la plaza Livu (Livu Laukums), centro neurálgico del casco viejo. En esta plaza se encuentra la curiosa Casa de los gatos que puede pasar desapercibida entre todos los demás edificios, todos ellos rodeados de los puestos ambulantes de colgantes y pulseras de ámbar, matriuskas, flores o cuadros pintados a mano que se encuentran junto a numerosas terrazas.
Livu Laukums |
Otra gran plaza del centro es la Dome Laukums donde está la catedral luterana de Dome, que no tiene el ambiente de la anterior pero si una majestuosa arquitectura de las señoriales fachadas que la encierran.
Conforme vas andando por el casco viejo te vas dando cuenta de lo pequeño y desconcertado que es, tanto que es tan fácil perderse como volver a encontrarse. Mientras tanto, se van descubriendo otras joyas de la ciudad como los tres hermanos (tres fachadas contiguas, siendo una la más antigua de la ciudad), la Torre de la Pólvora, el Castillo de Riga (residencia oficial del Presidente letón) junto a la Catedral Católica de Santiago. La postal típica de la ciudad la encontramos en la plaza del ayuntamiento en la Casa de las Cabezas Negras, donde el dorado de sus elementos se refleja en los ladrillos rojizos de su fachada.
Casa de las Cabeza Negras e Iglesia de San Pedro,desde la plaza del ayuntamiento |
La mejor vista de Riga a vista de pájaro, junto a la del “Skyline Bar” en la planta 27 del hotel Radisson Blu, es desde lo alto de la torre de la Iglesia de San Pedro. Desde aquí se puede divisar una magnífica panorámica de 360º de toda la ciudad: la imponente torre de telecomunicaciones con sus 368 m de altura (segunda más alta de Europa y doceava del mundo), el río Daugava, que parte en dos la ciudad, la antigua torre de la época comunista, hoy en día Casa de la Cultura, justo detrás de los cinco hangares, hoy mercado, donde se guardaban los zeppelines. A lo lejos, ya fuera del casco antiguo, detrás del Monumento a la Libertad, la Catedral Ortodoxa y justo debajo, a nuestros pies, todo el casco viejo. Unas vistas, unos recuerdos fijos e indelebles en la memoria.
Riga, desde la Iglesia de San Pedro |
Catedral Ortodoxa 2012, desde el hotel Radisson Blu |
Catedral Ortodoxa, 1904 |
Paseando por la ciudad se da uno cuenta del pasado comunista del país, todavía perduran los viejos trolebuses de cable o tranvías sobre raíles, los carteles que en algunos lugares aún se puede leer los caracteres cirílicos, así como la cultura por lo público, ya que es sorprendente las grandes avenidas con casi todos los aparcamientos vacíos de vehículos ya que sus habitantes siguen utilizando el baratísimo transporte público. Otro asunto que no me dejó indiferente es la cultura por el deporte, es ardua tarea encontrar personas obesas ya que desde los colegios les inculcan una vida de salud y deporte. Un país que mira hacia delante cultural y lingüísticamente ya que la gran mayoría de sus habitantes jóvenes y de mediana edad hablan perfectamente el inglés. A veces resulta que nosotros no estamos tan adelantados como creemos.
Otro de los grandes atractivos y que sólo por éste es una escusa perfecta para una visita a Riga, es la arquitectura Art Nouveau que se puede apreciar en una gran parte de la ciudad. Y es que la capital europea de esta corriente artística no es ni París, ni Praga, ni Bruselas,… es Riga, ya que es la que tiene más edificios modernistas por metro cuadrado. Grandes fachadas con elementos curvos o entrelazados inspirados en la naturaleza, imágenes de féminas con expresiones realistas que enfatizan las decenas de edificios que bordean al casco viejo de Riga. Un paseo inolvidable no sólo para los amantes del arte, sino para cualquiera con un mínimo de sensibilidad y buen gusto.
La recomendación gastronómica de esta entrada se encuentra justo al lado la Torre de la Pólvora, “Taverna pie Sena Dzintara Cela”, típica taberna donde las camareras ataviadas con el traje típico letón nos dieron la bienvenida con el alegre canto de sus trovas tradicionales. Durante la cena, a la luz de las velas, se degusta los productos típicos de las cuatro provincias de Letonia, como sus quesos, panes, legumbres, su licor popular (bálsamo negro), cervezas, etc. Un buen lugar para brindar por todos los atractivos de Riga y Letonia.
Riga, la gran joya escondida del Báltico a la sombra de las más conocida Tallín, en Estonia (ambas ciudades Patrimonio de la Humanidad), pero que algunos turistas españoles que conversamos nos aseguraron que Riga es más desconocida pero encierra más belleza. Una ciudad que se puede ver en 2 o 3 días, y que con algunos días más también se puede visitar sus alrededores como Jurmala, Sigulda, el castillo de Turaida, la cueva de Gütmana, el río Gauja… que por supuesto también recomiendo.
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