martes, 15 de enero de 2013

NAVIDAD EN CASTILLA Y LEÓN (y II): ÁVILA

¿Sabéis cual es la segunda capital de provincia más alta de España? Pues no sé, pero sí que la primera que se encuentra más alta con respecto al nivel del mar es Ávila, así que se podéis imaginar las temperaturas que puede haber en pleno mes de diciembre.

Ávila es conocida por su famosa muralla que envuelve completamente su casco viejo y que es el icono más representativo de la ciudad, y no es para menos ya que este elemento defensivo de finales del siglo XI es el único que está completo en todo su recorrido original, la muralla mejor conservada de Europa, la de mayor tamaño tras la Gran Muralla China con sus más de 2500 metros de longitud y el monumento más grande iluminado completamente. Las murallas separaban la civilización de lo salvaje, se abrían para acoger y proteger y se cerraban para los peligros y las enfermedades. Lo que antes la hacía inexpugnable para los invasores ahora es una invitación a los visitantes para adentrarse en ella y encontrar los tesoros ocultos que cobija. Sólo el poder admirarla desde dentro, desde fuera o desde encima de ella por el recorrido habilitado, junto a sus almenas, es suficiente para una visita a esta ciudad castellana.

Esta ciudad, por suerte, es mucho más que su afamada muralla. La mayoría de sus encantos se encuentran en el interior de la ciudad fortificada, pero en el exterior de la misma nos sorprenderemos gratamente con la Basílica de San Vicente, la más importante de las iglesias románicas de todas las de la ciudad y con los monasterios de Santa Ana, San José o de la Encarnación. Por la parte baja de la ciudad, en el oeste, la ciudad termina en el río Adaja junto a una de sus nueve puertas, la del Río. Muy cerca de este punto, se encuentra el antiguo humilladero de los Cuatro Postes que desde aquí podemos encontrar la mejor panorámica de la ciudad.
Los Cuatro Postes, con Ávila al fondo
Uno de los mejores recorridos extramuros es por el peatonal Paseo del Rastro, junto a la cara sur de la muralla, con vistas al majestuoso Valle del Amblés.
Paseo del Rastro
El punto de encuentro y centro neurálgico de la ciudad es la porticada Plaza de Santa Teresa o también llamada del Mercado Grande. Aquí se encuentra uno de los accesos principales al interior de la ciudad amurallada por la Puerta del Alcázar.
Puerta del Alcázar desde la Plaza de Santa Teresa, Diciembre de 2012

Puerta del Alcázar, 1954
En la ciudad intramuros la vida fluye lentamente, con el sonido insistente de las campanas de las iglesias románicas que abarrotan todo el casco antiguo. Un casco viejo con una estructura urbanística típica medieval con un trazado irregular de callejuelas, esquinas, recodos y plazas recoletas. En el punto más alto de este laberinto de casas señoriales, iglesias y conventos se encuentra la catedral. En contraste con la de Segovia que es la última de estilo gótico español, la Catedral de Ávila es el primer exponente de este estilo. La catedral, además de templo cristiano sirvió en la época de la Reconquista como fortaleza. De hecho su ábside forma parte de la muralla defensiva, compartiendo las mismas piedras. Espectacular el altar mayor del maestro Pedro Berruguete, así como el tesoro catedralicio que alberga en su interior.
Catedral de Ávila
Desde la catedral y continuando por la calle más populosa y comercial de la ciudad, la de los Reyes Católicos, se llega a la Plaza del Ayuntamiento, también denominada del Mercado Chico, ya que allí se celebra todos los viernes el mercado de frutas, verduras, hortalizas y demás productos de la provincia.
Ávila es una ciudad pequeña, sencilla, impregnada de un aire medieval y renacentista, que permanece inalterable al paso del tiempo, por lo que no es difícil imaginar que esta ciudad fuera ideal para el recogimiento de personas de alma pura y corazón noble como el místico San Juan de la Cruz, vicario en el Monasterio de la Encarnación y que elevó la poesía mística española a su cota más alta, y sobre todo por Teresa de Cepeda y Ahumada, Santa Teresa de Jesús.
Santa Teresa de Jesús
Y es que si Ávila es conocida, además de por sus murallas, es también por ser la ciudad donde nació Santa Teresa de Jesús, que llevó a cabo la reforma de los Carmelitas e innumerables fundaciones y que tuvo una interesantísima vida gracias a sus viajes por toda la España de la época. En la plaza de la Santa, que es distinta a la de Santa Teresa, está el convento de las carmelitas, el museo con manuscritos, efectos personales y reliquias de la Santa y la Iglesia de Santa Teresa, lugar donde se encuentra la habitación donde nació y que hoy en día es una pequeña capilla, siendo este lugar el más visitado de toda la ciudad. La historia pasada y viva de Ávila se identifica inevitablemente con la figura y obra de Santa Teresa de Jesús. Es ahora cuando comprendo uno de los dichos que definen a Ávila: “ciudad de cantos y de santos”.

Entre los numerosos edificios civiles y religiosos del casco antiguo, y principalmente entre la catedral y la Plaza del Mercado Chico se encuentran numerosos restaurantes que ofrecen viandas que a buen seguro debieron deleitar a los antiguos moradores de esta ciudad. Platos calóricos de una gran riqueza gastronómica para combatir las gélidas temperaturas de la gran meseta española. Son muy característicos encontrar en las mesas abulenses los platos de judías de El Barco (pueblo cercano a la capital), la crema de verduras de Santa Teresa, las patatas revolconas (que son patatas guisadas machacadas con torreznos) y por supuesto el famoso chuletón de Ávila, que se trata de una gran chuleta de ternera a la parrilla y poco hecha. Esta excelente carne es de la raza autóctona avileña, cuya fama trasciende las fronteras no solo de la provincia, sino del país. Con estas carnes y estos guisos castellanos no me extraña para nada no encontrar en todo el casco viejo ningún establecimiento de hamburguesas, kebabs o bocadillos. Por una vez la comida autóctona ha ganado la batalla a la foránea.
Comida típica abulense
De postre nada igual como las yemas de Santa Teresa o yemas de Ávila, que se elaboran con la yema del huevo y azúcar. Para degustar todos estos platos en un excelente menú se puede ir uno al restaurante “Tres siglos”, junto al mercado municipal. Tanto en éste como en casi todos los restaurantes de la zona hay varios precios para distintos tipos de menú que se ajustan al precio de cada comensal. Lo que no falta en ningún bar o restaurante de la ciudad es la tapa gratis con tu consumición como en “El buen yantar” o el de la vinoteca, con tapas más elaboradas, de “La bodeguita de San Segundo” en el lado exterior de la muralla.



Los abulenses tienen la suerte de ser los herederos no sólo de una ciudad hermosa, sino que además es austera, solitaria, nostálgica, silenciosa y auténtica, mucho más que sus vecinas Salamanca o Segovia. Por muchos lugares que el viajero visite después, nunca la olvidará. Todo esto gracias a las huellas que la historia ha ido forjando en los fríos cantos de piedra y en sus gentes de un carácter sencillo como la serena nobleza de sus santos.