martes, 12 de noviembre de 2013

EL INVIERNO EN LISBOA

A veces, el azar, las casualidades o el destino te llevan a elegir un camino, decantarse por cosas muy importantes e incluso a veces por una nimiedad tan cotidiana como elegir el próximo libro a leer.
Hace ya varios meses entré en la librería de lance segoviana “Libros del reino secreto” para comprar una postal antigua de esa ciudad. Como resulta que allí no se venden ese tipo de artículos decidí comprarme algún libro de los numerosos que colman las estanterías. Me decanté por la segunda novela escrita por Antonio Muñoz Molina, “El invierno en Lisboa”.
Tiempo después y momentos antes de elegir la próxima novela a leer estaba escuchando a grandes músicos del jazz clásico americano en el programa “Trópico utópico” de rne. Así, con el buen sabor de lo que había escuchado elegí casi inconscientemente una novela que tiene mucho que ver con este tipo de música, “El invierno en Lisboa”. Un libro que compre casualmente sin ir a buscarlo y que decidí leerlo totalmente influenciado por las notas de la música que había escuchado momentos antes.
“El invierno en Lisboa” es la historia de Santiago Biralbo, un pianista bohemio que toca en un club de jazz de San Sebastián. Allí en San Sebastián, en uno de sus conciertos Biralbo conoce y se enamora de Lucrecia, una hermosa mujer que está casada con un estafador de segunda que trafica con obras de arte. Con la repentina huida de Lucrecia con su marido y su posterior vuelta ella sola, empieza un enredo de ambiciones, traiciones, de oscuros personajes nada recomendables y de asesinatos en sucios tugurios que los llevarán hasta Lisboa. Aquí el reencuentro del amor frustrado se mezclará, como el hielo con la ginebra, con una trama romántica pero negra siempre con el jazz como banda sonora que se acopla perfectamente a estos personajes y a estas ciudades.
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Es académico de la Real Academia de la Lengua y ha ganado numerosos premios como el Nacional de Narrativa con “El invierno en Lisboa” y con el “El jinete polaco”, así como el Planeta por éste último. También ha sido galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras en 2013. Entre sus grandes obras, aparte de las ya mencionadas destacan “Beltenebros”, “Sefarad”, “Ventanas de Manhattan”, “Todo lo que era sólido”, que es su última, “Córdoba de los Omeyas” o “Plenilunio”, siendo éstas dos últimas las que he leído anteriormente de este escritor.
Antonio Muñoz Molina
Una novela que se desarrolla en dos ciudades, muy distintas entre sí pero que tienen en común el olor a mar enredado en la bruma que a veces ciega las noches solitarias después de la puesta del tibio sol invernal sobre sus colinas. La primera parte es la que hace de presentación de los personajes de la historia que se desarrolla en San Sebastián pasando a Lisboa para desarrollar y concluir la trama del libro.
Es una historia de amor, y como todas las buenas historias de amor están también el desamor, la pasión, la fatalidad y la desesperanza. Un amor de almas solitarias y melancólicas, como la saudade tan típica portuguesa, cambiando, eso sí, el fado por el jazz.
Escrita con talento, oficio y amor, mucho amor al jazz y al cine negro, ya que a medida que vas pasando las páginas de este libro es difícil no rememorar algunas de las grandes películas del cine negro americano, las de los bares en penumbra con música de jazz de fondo, las de la niebla en las ciudades, las del humo de tabaco, las de los whiskys sobre la mesa, las de sombrero y gabardina, las de la femme fatale,… ya que esta novela es un claro homenaje a este tipo de cine que tan buenos e inolvidables momentos nos ha regalado. Aquí se respira la ambientación de las películas de James Cagney, Edward G. Robinson o Humprey Bogart o filmes de jazz clásico como “Cotton Club” o “Bird”, sin olvidar el intro de la serie de los 80 “Mike Hammer” o las fantásticas historias de José Luís Alvite en el Savoy.
Dizzy Gillespie, en un fotograma de "El invierno en Lisboa"
Al igual que las dulces historias de amor tienen su lado más amargo, esta novela también tiene sus puntos menos destacables, ya que quizás el argumento sea más de lo mismo: chico conoce chica, chica no le conviene, chica se va con el malo, chico abatido, chica vuelve, chico ayuda a chica... Una historia condenada al fracaso, donde los buenos son muy buenos y los malos muy malos, excepto la femme fatale, que también puede resultar un poco predecible. 
Pero todo esto no debe evitar leer esta buena novela acompañándola con música suave de jazz o con el mismísimo Dizzy Gillespie, que fue el que compuso la BSO y actuó en la película de 1991 basada en esta novela.

lunes, 14 de octubre de 2013

LA TRILOGÍA DE NUEVA YORK

“La trilogía de Nueva York” es sin duda una de las obras literarias más conocidas de los años ochenta, de ahí que gran parte de los cimientos sobre los que se sustenta el prestigio internacional de Paul Auster se los deba a estos tres relatos cortos donde el escritor maneja, manipula y le da una vuelta de tuerca al género policíaco.
Paul Auster, aunque también es guionista y director de cine, es un escritor nacido en Estados Unidos en 1947. Empezó a escribir a edad muy temprana pero no fue hasta la década de los ochenta cuando gracias a esta trilogía (años 85, 86 y 87) coge fama mundial, manteniéndose en lo más alto en los sucesivos años con títulos como “La noche del oráculo” y “Brooklyn Follies”.
Paul Auster
“La trilogía de Nueva York” es una colección de tres relatos aparentemente independientes pero están conectados de forma muy sutil en su tercero y último. Lo que sí tienen en común las tres partes, es el juego psicológico de cada uno de los personajes principales con sus compañeros de trama y con el mundo que les rodean, haciéndonos exclusivos partícipes de sus más íntimos pensamientos mientras van buscando cada uno de ellos su propia identidad. En misterio de cada relato) nos plantea un fascinante puzzle de ambigüedades, confusiones y símbolos que se desarrollan en los genuinos edificios y calles de Nueva York, una ciudad que a veces puede ser claustrofóbica y donde la soledad se puede hacer casi insoportable entre millones de personas alrededor.
No sé hasta que punto, puede que en nada, Auster se haya basado de alguna manera al ambientar los lugares y personajes de estos libros en la obra pictórica de Edward Hopper, ese pintor norteamericano que tan bien reflejó la incomunicación de la sociedad norteamericana de la primera mitad del s. XX, pero es curioso que mientras iba leyendo las páginas de estas tres novelas a cada instante me evocaba la luz, la atmósfera y la soledad de los personajes llenos de incógnitas de los cuadros de Hopper.
En la primera historia,”Ciudad de cristal”, un escritor de novela policíaca recibe una llamada telefónica errónea preguntando por un detective, curiosamente de nombre Paul Auster. El escritor llevado por la curiosidad y la aventura no deshace el malentendido y termina aceptando la investigación utilizando el nombre del detective. El caso lo envolverá en un misterioso asunto arrastrándolo a una compleja trama de espionaje, por las calles y esquinas de Nueva York. Los enigmas, la obsesión y la locura se harán patentes en esta historia.
"Esquina de Nueva York" de Edward Hopper, 1913
“Fantasmas” cuenta las peripecias de un detective privado en un aparente caso sencillo de investigación pero poco a poco va quedando atrapado en un enigma singular y cada vez más extraño. Le encargan la tarea de vigilar constantemente a un hombre desde su ventana con vista directa al apartamento del vigilado,  tal como si de L.B. Jefferies con su vecino Thorwald se tratara. La larga investigación hará que poco a poco se vaya obsesionando con su misión, olvidando así su propia vida personal, y lo que empezó como una tediosa investigación se convierte en un misterio que él mismo puede ser sin saberlo pieza clave del misterio.
"Ventanas en la noche" de Edward Hopper, 1928
Por último, en “La habitación cerrada" un periodista sin éxito se ve abocado a los recuerdos de su infancia cuando la mujer de un antiguo amigo íntimo le escribe una carta para decirle que su marido ha desaparecido sin dejar rastro, excepto unos manuscritos pidiéndole que sea él quien decida si publicarlos o no. Es a partir de ahora, con la nueva relación existente, cuando sus propios demonios y traumas infantiles saldrán a la luz con más fuerza que nunca cambiándole totalmente lo que hasta ahora era su vida.
"Habitación en Nueva York" de Edward Hopper, 1932
La narrativa y el estilo utilizado, en cada relato, es de una prosa sencilla y ágil con un desarrollo en espiral de la historia en busca de un final extraño, ya que no es la típica novela de misterio a las que estamos acostumbrados, es algo más, es mucho más.
Unos personajes obsesivos en unas tramas misteriosas que conforme se van desarrollando llegan a ser caóticas, surrealistas, amargas y opresivas. La simbiosis entre el protagonista y la persona investigada son llevadas al extremo acabando en una autodestrucción en un macabro juego psicológico.
Finales con historias que no terminan con el típico esclarecimiento del nombre del culpable, historias no cerradas, pero esto no llega a sorprender, ya que poco a poco el oscurecimiento vital del personaje te va atrapando, sabiendo de antemano que aquí no se comerán muchas perdices. Historias de personajes, no de casos, que seguirán rondando en la cabeza mucho después de cerrar la última página del libro, aunque en un principio pueden dejar algo frío y con un regusto amargo, seguro que fascinarán al lector.

lunes, 23 de septiembre de 2013

2666

A veces parece que el destino nos tiene guardada alguna carta macabra para el fin de nuestros días. 

Roberto Bolaño tuvo una azarosa vida que lo vio nacer en Chile. Pasó por gran parte de Sudamérica, viviendo muchos años en México y volviendo otra vez a su Santiago natal, con detención del gobierno golpista de Pinochet incluido. Debido a su carácter bohemio y errante se trasladó a vivir, o más bien a malvivir, a la Costa Brava catalana durante sus últimos 25 años. Pero no fue hasta en sus últimos años de vida cuando el poeta, primero y posterior escritor de novela, se dio a conocer al gran público con su obra “Los detectives salvajes”. Sabiendo que estaba viviendo sus últimos años de vida a causa de una enfermedad hepática, dedicó todas las horas posibles a escribir su gran obra literaria, una obra que no fuese otro libro más, quería hacer algo distinto y extraordinario. Desafortunadamente murió en julio del 2003 y no pudo llegar a ver publicado un año después su último gran trabajo, 2666”.


Nunca sabremos si con otras circunstancias personales el resultado hubiese sido el mismo, posiblemente no, pero lo que si está claro es que 2666” se convirtió en un enorme éxito de crítica y público incluso antes de la salida al mercado gracias al marketing, que utilizó su pronta muerte convirtiéndolo en un mito de la literatura actual. Bolaño dio orden de dividir su última obra en cinco partes distintas e independientes, para asegurar así el futuro a sus descendientes, pero por suerte tanto sus herederos como su editor decidieron conjuntamente hacerlo en un único libro de 1129 páginas. Una vez publicada, llegó a ser “Novela del año” para la revista Time y mejor novela publicada en 2008 que otorga el Círculo Nacional de Críticos Literarios de Estados Unidos.
Es complicado resumir sus 1129 páginas sin caer en lo simple. En cada una de sus cinco partes que puede decirse que son casi independientes una de las otras, hay un misterioso escritor que sirve de nexo común a todas las partes del libro. Esto la convierte en una novela compleja, ambiciosa y distinta a lo que hayamos podido leer anteriormente.


La primera es “La parte de los críticos”, donde cuatro críticos europeos sienten una gran admiración por el escritor alemán Benno von Archimboldi, que apenas se conoce nada de él. A través de esta admiración conoceremos sus sueños y frustraciones llevándolos en busca de la pista del escritor hasta la ciudad fronteriza mexicana, con Estados Unidos, de Santa Teresa.
“La parte de Amalfitano” nos ahonda en la vida de un profesor chileno cuya mujer lo abandonó en España y que ahora vive junto a su hija en Santa Teresa, donde decenas de jóvenes mujeres son asesinadas salvajemente.
En la tercera parte, la de Fate, un periodista negro neoyorquino se traslada a Santa Teresa para cubrir un combate de boxeo, donde conocerá muy de cerca el mundo de la mafia de la ciudad.
En “La parte de los crímenes”, Bolaño quizás por su especial cariño a México, denuncia mediante un inventario pormenorizado de más de cien macabros y brutales asesinatos en la ciudad fronteriza. Un feminicidio que aún hoy se sigue perpetrando y que la justicia y los gobiernos a veces miran para otro lado, quedando la mayoría de ellos totalmente impunes.
Escena de la obra de teatro "2666"
La última, “La parte de Archimboldi” es la que en cierta medida cierra el pentágono de la historia, ya que por fin nos descubre la biografía completa del enigmático personaje principal, desde su origen en Prusia a su paso por la Segunda Guerra Mundial y su posterior paso al mundo de las letras, así como el porqué acaba en una ciudad mexicana perdida en mitad del desierto. 
A falta de un final cerrado, nos aclara, a los lectores, sino muchas, algunas respuestas del porqué de las preguntas que nos van surgiendo durante la lectura.
No es fácil leer este libro ya que a veces resulta complicado y denso. Tiene muchas tramas y subtramas dentro de cada una de las cinco partes que conforman el libro, con distintas personajes que van conformando historias que pueden ser una mera excusa para hablar de todo lo demás, de lo secundario, que a veces puede llegar a ser esto precisamente, lo más importante. El riesgo de esta técnica narrativa, en un libro tan extenso, puede desembocar que en determinadas ocasiones el entusiasta lector se tope con historias o pasajes poco o nada interesantes haciendo flaco favor a la tarea de continuar leyendo. Quizás estemos acostumbrados, o mal acostumbrados, a otro tipo de historias más lineales, más directas y con finales más cerrados.
En contraposición, la gran virtud de Bolaño es presentarnos una escondida complejidad de personajes que habitan por los grandes temas universales, como la maldad humana, los deseos que anhelamos, el machismo, la barbarie de las guerras, la impunidad de los pecados y el dominio de los más poderosos hacia los más humildes. Además utiliza el misterio del desconocimiento del ausente protagonista hasta la última parte del libro, obligándonos de esta manera a seguir leyendo página tras página, hora tras hora, hasta que finalizamos el libro, sabiendo por fin, quien es y cual fue la vida de Archimboldi ¡lo que darían los protagonistas de la primera parte por poder leer esta última!. 
El lector ha tenido ese privilegio, aunque siempre habrá respuestas que nunca sabremos, quizás Roberto Bolaño tampoco las supo.

martes, 14 de mayo de 2013

MICHAEL HANEKE

“Haneke ilumina y disecciona con deslumbrante maestría aspectos sombríos de la existencia como la violencia, la opresión y la enfermedad, que afronta con extraordinaria sobriedad formal a la vez que abre espacios a la persistencia consoladora del amor, la confianza y el compromiso”. Éstas son las razones para que el jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2013 le haya concedido tal distinción a Michael Haneke, director austríaco nacido en 1942.
Michael Haneke es un tardío director, enamorado, como nos muestra en todas sus películas, de la música clásica y que se empeña en mostrarnos la parte más oscura y recóndita del ser humano.
Con un estilo sobrio y directo sin ningún tipo de artificios que maquille los fotogramas más crudos nos pone en primer plano los demonios que se esconden en la sociedad, examinado las miserias existentes de la sociedad actual. Una bajada al infierno, donde nuestros fantasmas interiores conviven cada día con nuestra propia cotidianeidad. Por eso las constantes de su cine son, en sus largos planos secuencias, el uso de la violencia que consigue turbarnos y provocarnos, pero siempre de una manera magistral. Es un genial provocador de las emociones más escondidas.
Su cine no es para todos los públicos, pero sí para un público inquieto, ávido de historias interesantes, verdaderas y humanas.
Es una lástima que los grandes directores, mis grandes directores, sean ya casi todos de avanzada edad, tales Woody Allen o Clint Eastwood. Es por lo que cada estreno de estos magníficos contadores de historias lo espero con ansias y lo celebro con gran satisfacción.
Desde aquí lanzo una lanza al buen cine europeo que se hace y que a veces, tristemente, pasa desapercibido gracias al cine norteamericano más comercial, que no da cabida a esas historias mucho más interesantes y cercanas.

La primera película que ví de Haneke fue “FUNNY GAMES” (1997). Nos cuenta la feliz estancia en la casa de vacaciones de un matrimonio y su hijo cuando reciben la visita inesperada de los invitados de sus vecinos, dos jóvenes que su creciente insolencia puede crearles algún tipo de problema.
¿Quién iba a imaginar que esta película estaba dirigida por un señor de barba blanca de casi 60 años? Creo que no recuerdo una película tan turbadora y desasosegante, ya que es distinta a casi todos los que hemos podido ver anteriormente. Nos describe el mal por el mal, la maldad intrínseca de las personas, sin causas que la provoquen, sólo por el puro entretenimiento de dos jóvenes cultos y educados pero con unas ganas de divertirse un tanto peculiar.
Existe una versión norteamericana de 2007 calcada en planos, textos y desenlace pero con actores conocidos internacionalmente como Tim Roth y Naomi Watts.


El lado más oscuro de la sexualidad de una refinada profesora de piano culta e inteligente es la historia de “LA PIANISTA” (2001). La obsesión, el deseo y las frustaciones se dan cita en la personalidad doble del personaje interpretado por la actriz francesa Isabelle Huppert, la cual se hará más patente cuando un joven alumno suyo le declara su amor. Será entonces cuando su frialdad natural dará paso a sus placeres más ocultos como el voyeurismo, el masoquismo, el fetichismo y la sumisión que se canalizarán hacia la relación que tiene con su joven amante.
Una película bastante incómoda, a veces sórdida, con algunas escenas bastante turbadoras, como la de la bañera, que nos muestra la otra cara que todos algunas veces escondemos.


En “CACHÉ (ESCONDIDO)” (2005), un famoso presentador de televisión recibe cada cierto tiempo unas cintas de video con grabaciones de su entorno más cercano. Los reiterados paquetes anónimos harán que su preocupación vaya en aumento, ya que prevé que la persona que graba las imágenes conoce bien su pasado. La culpa, la vergüenza y la mala conciencia se dan cita en esta película interpretada por Juliette binoche y Daniel Auteuil.


En “LA CINTA BLANCA” (2009) hace uso de una estupenda fotografía en blanco y negro para exponernos un pequeño pueblo del norte de Alemania a principios del siglo XX. Los intérpretes son una galería de personajes de una pequeña comunidad puritana y religiosa con una educación ultra represiva hacia los niños y una tortura moral hacia las mujeres como principales objetivos. Todo esto será la semilla de un odio que con el tiempo germinará en algo mucho más terrible y cruel, el nazismo.


Ya, en el 2012, nos llega “AMOUR”, su última película y la más intimista. Una pareja de ancianos de clase media alta parisina, interpretados portentosamente por Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, disfrutan de su jubilación con lo que más aman: la música clásica y su compañía mutua. Toda esta felicidad se viene abajo cuando ella sufre una apoplejía que pondrá a prueba el amor, el cariño y la ternura. Pero si ya se conoce un poco a Haneke, sabes que nos va a hacer sufrir.
No nos habla de la muerte, sino de la degradación y de la humillación de la mente y del cuerpo en los últimos momentos de una vida alegre, culta y llena de fuerza. Que mayor tristeza de ver como tu pareja durante toda la vida ya no te recuerda y lo que debería ser placidez se convierte en una pesada carga,… una carga soportada y asumida. Y es que el amor no es sólo enamorarse a los 15 años, disfrutar del sexo con tu pareja o compartir los mejores momentos de una vida, el amor también es entrega, fidelidad, sufrimiento,...

Una película que te deja literalmente destrozado, al salir del cine uno necesita respirar aire fresco e intentar pensar en otra cosa, pero resulta que es difícil desentenderse de ella tan fácilmente. 
No es cine lo que hemos visto, es la vida en su estado más puro.

martes, 23 de abril de 2013

FAHRENHEIT 451

Todos recordamos pasajes o fotos por parte de mandatarios de la historia quemando libros para destruir el pensamiento e ideas contrarias, desde los grandes dictadores presas del fanatismo y de la guerra hasta las distintas religiones.
Que mejor distinción se le puede hacer al libro, y a todo lo que ello puede significar, en su día internacional, que hablar de una de las grandes obras que mejor lo han homenajeado.

Fue en 1953 cuando el escritor norteamericano Ray Bradbury (1920-2012) después de haber publicado ya sus famosas “Crónicas marcianas” publicó lo que se convertiría en un icono de la literatura como es “Fahrenheit 451”. El título hace referencia a la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde (233 grados centígrados).
Ray Bradbury


El libro nos cuenta la historia de Montag, un bombero cuyo trabajo paradójicamente no es apagar fuego sino provocarlo. Sus compañeros y él lo que hacen es localizar libros para quemarlos después junto a las casas que los contienen, ya que desde un estado omnipresente, que supuestamente velan para los intereses de los habitantes, pretenden que ellos sean felices y están seguros de que leyendo libros la gente piensa y se preocupan innecesariamente. Sólo está permitido el entretenimiento vacuo con programas en televisión o comics de humor. Los ciudadanos son esclavos de un sistema no cuestionado por la sociedad hasta que el protagonista conoce a una joven que le habla de la felicidad y del pensamiento libre en un mundo en que todo está estandarizado. Es entonces cuando se replanteará su vida.
¿Nos hemos preguntado alguna vez si somos felices?, ¿si nos gustaría el que el estado nos impusiera ser felices?, ¿elegiríamos una falsa felicidad o una felicidad vacía a cambio de nuestra sabiduría o sentido crítico?. La consigna está bien clara: mientras más ignorantes, menos sentido crítico al no cuestionarnos nuestra propia vida, menos problemas para un estado que pretende someternos.

Esta es la sugerente propuesta que hace ya 60 años Bradbury nos mostró no sólo lo que sucede en las dictaduras, sino que se anticipa, en gran parte, a la sociedad actual donde prevalece el hedonismo, el individualismo y la ignorancia generalizada y donde a veces quitan o ponen, según les convenga, la venda a la justicia. Es una novela muy actual ya que percibió que a los estados los que les gusta es que la gente sea feliz, pero para que sea ignorante y conformista, suprimiendo la capacidad de libre pensamiento. Es por lo que a veces no nos damos cuenta de que la realidad es bien distinta ya que esta ignorancia nos hace lo suficientemente necios como para no poder ver lo infelices que podemos llegar a ser (recuerden el dicho de los romanos “Panem et circenses”). Los poderosos temen a una sociedad culta, inteligente, reflexiva y con principios ya que no los pueden manipular a su antojo.
Igual le pasa a la televisión actual, que también y tan bien retrata en su libro con una programación aburrida, despreocupada de la cultura y con la única función de entretenernos con unos contenidos vacíos que nos idioticen poco a poco.
La historia está contada sin profundizar mucho en los personajes pero que no decae en ningún momento debido al giro en la personalidad del protagonista (su lucha interna en contra del sistema) y con el mensaje que nos va transmitiendo. Tiene un sorprendente final con un rastro de esperanza ya que siempre habrá una resistencia, generación tras generación (que luche contra los más poderosos), enemigos de la censura y del oscurantismo.
Un libro denuncia donde lo más importante es el mensaje que encierra, ya que más que te invite, te obliga a pensar, al igual que otro también altamente recomendable, “1984” de George Orwell.

Trece años después de la publicación de la novela, FranÇois Truffaut, uno de los grandes directores del cine, dirigió la versión cinematográfica con el actor Oscar Werner, en el papel de Montag, y con Julie Christie, que todavía es recordada su hermosura en “Doctor Zhivago”.
La película muestra el mismo mundo distópico y el mismo mensaje de denuncia del libro, pero quizás es un filme que ha envejecido mal, ya que el mundo futurista recreado a día de hoy resulta en algunas veces hasta caricaturesco, pero eso es un asunto visual que para nada resta a la esencia que Bradbury quiso reflejar, ya que es bastante fiel al texto. Un filme muy recomendable aunque, como ocurre en la mayoría de los casos, no llega al nivel del libro en el que está basado.


Precisamente, hoy 23 de abril de 2013 me hago eco de las palabras dichas por José Caballero Bonald en el discurso de entrega del Premio Cervantes de este año: “La quema de libros es una metáfora de la esclavitud. Destruir, prohibir ciertas lecturas ha supuesto prohibir, destruir ciertas libertades. Quien no almacena conocimientos era apto para la sumisión”.
Hoy, por suerte podemos leer “Fahrenheit 451”.

martes, 9 de abril de 2013

RUTA DE LOS PUEBLOS BLANCOS - SIERRA DE GRAZALEMA

Muchas veces los infortunios del pasado como las guerras que tanto daño causaron a nuestros antepasados fueron el origen de lo que a día de hoy, con el paso de los de los siglos, han llegado a convertirse en monumentos dignos de ver como pueden ser los castillos, las fortalezas o las murallas que hoy admirados con envidia, pudiendo conocer así la cultura y costumbres de lejanas civilizaciones que nos han dejado su impronta.
Uno de estos infortunios fue la entrada de una fuerte epidemia de fiebre amarilla, a principios del S. XIX, por el puerto de Cádiz proveniente de los buques que venían de América. Los lugareños intentando huir de la mortal epidemia fueron emigrando a la sierra, extendiendo de esta manera la enfermedad. Como efectiva prevención decidieron utilizar el encalado, de origen árabe, como medida higiénica para desinfectar las casas y calles de los pueblos. Es de aquí de donde proviene el origen de los pueblos blancos que a día de hoy todavía siguen blanqueando sus hogares y fachadas.
Es cierto que hay muchos pueblos blancos repartidos por toda Andalucía pero existe una ruta conocida como tal que une Cádiz y Málaga, ya que están todos correlativos y relativamente cerca. Esta ruta no se lleva a cabo por la vía más rápida, que es la costera, sino por la más bella, la del interior, la de la sierra.
La RUTA DE LOS PUEBLOS BLANCOS es un itinerario que parte de Arcos de la Frontera, en la provincia de Cádiz y termina en Ronda, ya en Málaga. En el camino, los senderos de antaño, hoy también carreteras, se vuelven quebradizos, empinados y escarpados que atraviesan paisajes y pueblos de los más bellos de Andalucía.

Ruta de los Pueblos Blancos
Empezamos la ruta por ARCOS DE LA FRONTERA que se puede decir que es la capital y puerta de entrada a la ruta por el poniente. Quizás esta “capitalidad” la tiene ganada ya que es uno de los mayores pueblos de la ruta y con mayor valor monumental reuniendo además lo que definen la gran mayoría de ellos: estar enclavado en lo alto de una gran peña y con un patrimonio histórico envidiable.
Arcos de la Frontera
El río Guadalete ha ido formando a través de los tiempos un valle bajo la impresionante ladera y peña donde se encuentra el centro histórico de la ciudad. La época medieval y morisca transformaron la fisonomía de Arcos en callejuelas de trazado caprichoso, esquinas de macetas sobre la cal blanca, murallas defensivas que todavía perduran y altos miradores a la extensa campiña gaditana. En algunos lugares uno se encuentra sumergido totalmente en el pasado, es como la Baeza jienense sustituyendo la piedra por la cal. Entre las numerosas iglesias destaca la mayor y más antigua de Arcos, la Basílica Menor de Santa María de la Asunción, que tiene todos los derechos y privilegios de las basílicas de Roma. Parece increíble que el tráfico rodado moderno haya podido acceder por las callejuelas aledañas a la plaza del Cabildo, que es donde se encuentra la Basílica Menor, el Parador Nacional, el Ayuntamiento y el Mirador de la Peña, quizás el más visitado por sus inmejorables vistas. Esta plaza, la del Cabildo, el centro neurálgico e histórico de la ciudad está rodeada de bellos edificios que queda empañada de manera considerable por estar a todas horas completamente sitiada por la cantidad de coches aparcados en ella.


 
 
En Arcos hay numerosos restaurantes y tabernas para poder comer y tapear con una buena copa de fino o manzanilla. El bar típico que voy a recomendar, entre todos en los que estuvimos, por lo peculiar, ya que está enclavado en el interior de una cueva, y por lo bueno de sus platos, es el “Alcaraván”. Regentado por un matrimonio: la mujer se dedica a la comida y a la barbacoa que se sitúa en plena calle a la entrada del bar y él es el que sirve las mesas. La espera en ser atendido no es excusa para entrar y tomarse cualquier tapa de las que se pueden degustar en un enclave tan singular.


Otro de los pueblos que visitamos es ALGAR, un pequeño pueblo, no muy conocido, entre El Bosque y Arcos de la Frontera que fue fundado en 1773 cuando Domingo López de Carvajal cumplió la promesa cuando en uno de sus viajes entre México y España, le sorprendió una gran tormenta en mitad del océano prometiendo a la Virgen de Guadalupe que si sobrevivía fundaría un pueblo en lo más intricado de la sierra gaditana. Ahí nació Algar, que como se puede comprender no es que se pille de paso precisamente.


EL BOSQUE, también pequeño y también blanco, está enclavado a medio camino de la ruta. Con numerosas calles estrechas y cuestas empinadas, como la del Callejón de la Fragua. Al igual que Ubrique, éste también tiene una buena industria del cuero y la piel. Este pueblo es la puerta de entrada natural al otro gran atractivo de la zona aparte de sus pueblos, que no es otro que su sierra, la de Grazalema.


Supongo que si pensamos cual es el sitio más lluvioso de España seguro que nos viene a la mente Asturias, Galicia o tal vez Cantabria. Pero no, está en Andalucía y más concretamente en la gaditana SIERRA DE GRAZALEMA. Las nubes procedentes del Atlántico tropiezan con el conjunto de picos calizos formando frecuentes lluvias que hace tan atípico este fenómeno en este lugar. Quizás esta anomalía, unida a la altura topográfica, es la más adecuada para que enraícen los pinsapos, unos abetos prehistóricos (anteriores a la última glaciación) que sólo se pueden ver en esta singular sierra boscosa.

Detalle de un pinsapo en la Sierra de Grazalema

Estos árboles tan atípicos nos acompañan durante las sinuosas carreteras que unen los diferentes pueblos, como en Benamahoma (en árabe, hijos de Mahoma), que es una pedanía de Grazalema, donde el silencio, la serenidad de sus calles y el olor de sus flores es una grata invitación para el disfrute de nuestros sentidos.

Benamahoma
Dejando atrás la aldea de Benamahoma llegamos a lo alto Puerto del Boyar por una serpenteante carretera, con buen firme, pero con muchas curvas. La panorámica desde aquí al valle y a las sierras vecinas hace inevitablemente que esta pequeña parada para relajarse sea el complemento perfecto del verde de la sierra con el blanco de los pueblos.

Pasado este puerto de Montaña nos encontramos con GRAZALEMA, que además del nombre de la sierra es un pequeño pueblo encantador donde todavía se puede encontrar la arquitectura típica de casas de cal blanca, puertas antiguas de madera y rejas de forja en las ventanas. Un pueblo con su atalaya sobre los morros mas altaneros de la sierra, que hace doscientos años daba cobijo a numerosos bandoleros, como el famoso cordobés José Mª “el Tempranillo” que se casó con una gaditana teniendo a su hijo aquí, mientras se escondía del ataque de los soldados franceses en la Guerra de la Independencia.

Grazalema
Una vez dejado atrás el pueblo de Grazalema y a pesar de que al principio bajamos por una carretera con una gran pendiente llegamos al que resulta ser el pueblo más alto de toda la provincia de Cádiz, VILLALUENGA DEL ROSARIO,… y el de menos habitantes. Estas dos curiosidades no podían darse en un pueblo que no tuviera la belleza de éste, ya que está enclavado en la falda de un macizo rocoso que hace de pared norte del pueblo. 
Villaluenga del Rosario
Arquitectónicamente hablando, aparte de las casas blancas, que dan nombre a todos estos pueblos de origen musulmán, es su peculiar plaza de toros de forma poligonal. Pero si algo recuerdo y todavía aún sigo paladeando (ya que compré algunas piezas) es el famoso queso Payoyo, originario de este pueblo de las cabras autóctonas llamadas payotas, pero que se puede encontrar en todos los de esta zona. La leche de estas cabras han hecho las delicias, en forma de queso, en restaurantes tan aclamados como los de Ferrán Adriá o Carme Ruscalleda.

El último pueblo que visitamos fue ZAHARA DE LA SIERRA cuya silueta nazarí reflejan las aguas turquesas del pantano Zahara-El Gastor.


Ésta es una de las de las estampas típicas no sólo de Andalucía sino de España por su gran atractivo paisajístico con el pequeño pueblo blanco entre la torre del homenaje del castillo en lo alto de una gran peña y las aguas del embalse abajo. Un conjunto que forman uno de los pueblos más bellos de Andalucía,… que no es poco. 
Zahara de la Sierra

Y es que la Ruta de los Pueblos Blancos tiene la esencia del corazón mismo de Andalucía con un sinfín de matices en los alegres colores de las buganvillas, claveles y gitanillas, en el blanco de sus paredes encaladas, en el verde profundo de sus sierras de pinsapos y en el azul intenso de sus cielos.
Atrás me he dejado algunos pueblos sin ver como Ubrique, Setenil de las Bodegas, Olvera o la mismísima Ronda. Así que tengo la excusa perfecta para volver a acercarme al inmenso patrimonio histórico, artístico, cultural y natural de esta zona.

lunes, 4 de febrero de 2013

LA CARRETERA

Cuando en un libro las palabras más leídas son frío, gris, oscuridad, nieve, miedo, ceniza, hambre, lluvia, silencio…está claro que este libro no le va a gustar a todo el mundo, no va a ser un libro fácil de leer, va a ser un libro duro.

“La carretera” es el título de este libro ganador del Premio Pulitzer del año 2007 escrito por el estadounidense Cormac McCarthy, también autor, entre otras, de “No es país para viejos”.

Cormac McCarthy
El libro nos cuenta la historia de una huída de un padre y un hijo en un mundo post-apocalíptico casi sin comida, donde quedan pocos humanos y los que quedan, intentan sobrevivir utilizando todo a su alcance sin importarles lo más mínimo las consecuencias.
Otro protagonista, además del padre y el hijo, es la carretera que van recorriendo junto con los paisajes que van dejando atrás, ya que parte de la esencia del libro es lo que rodea a los personajes y la actitud de éstos ante las circunstancias que les ha tocado vivir.
En su viaje hacia el sur, en busca de la costa, esperan encontrar allí un mundo mejor del que están dejando atrás. Atravesarán tierras devastadas, campos yermos con truenos amenazadores, incendios de bosques sin vida, espacios abiertos donde el sol está oculto por una incesante lluvia de ceniza y el extremo frío, harán casi insoportable la supervivencia.
El autor consigue que sintamos el sufrimiento de los dos protagonistas como propio, con una humanidad desvirtuada donde los hombres comen a hombres (recordad la frase de Plauto “el hombre es un lobo para el hombre”), donde la única razón para vivir es la propia supervivencia, el alcanzar llegar un poco más lejos, aprovechando la poca esperanza que ese mundo les está ofreciendo. Siguen el camino buscando el sur, sin ninguna explicación lógica, simplemente para tener un sitio a donde ir, tener un objetivo, para no rendirse.

El autor nos presenta un lenguaje que transmite mucho con muy pocas páginas (210 páginas). Unos diálogos parcos en palabras, casi telegráficos, con monosílabos, directos y secos. Poco tienen que decirse, llevan mucho años los dos viviendo solos, sintiendo lo mismo, compartiendo lo poco que les queda... en esas circunstancias sólo bastan las miradas y sólo les queda cuidarse mutuamente.
El contrapunto a esta situación tan extrema es la relación paterno filial donde por un lado el padre ejerce como tal intentando proteger por todos los medios posibles a su hijo y por otro el niño, que paradójicamente apenas ha vivido en el mundo que nosotros conocemos pero es él el que busca la fraternidad, gracias a su inocencia, entre los pocos humanos que quedan, con no poca moralidad y humanidad intentando por todos los medios llegar a ser feliz.
El gran acierto de esta novela de ciencia ficción, al contrario que la gran mayoría del género, es que la sentimos tan real y tan posiblemente cercana que nos agobia al pensar que esto pueda llegar a suceder. El instinto primario de supervivencia de los humanos brota en los momentos extremos y es cuando puede aparecer la maldad, el egoísmo y el sometimiento de los más débiles. Aunque por suerte para la sociedad no todos actúan igual. ¿Qué haríamos nosotros en circunstancias semejantes? Con estas premisas podemos encontrar otras grandes obras de la literatura como “La Peste” de Albert Camus o “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago.


Existe una versión cinematográfica de 2009 con Viggo Mortensen (irreprochable en sus últimos papeles) como el padre y el desconocido Kodi Smit-McPhee encarnando al hijo. También hay varias pequeñas actuaciones para Charlize Theron, Robert Duvall y Guy Pearce.

“La carretera” no es la típica película estadounidense apocalíptica comercial con grandes efectos especiales. La diferencian la sobriedad y la contención, aunque con algunas imágenes desgarradoras, que muestran el desolado mundo distópico que el autor pretende reflejar en el libro.
Lo mejor de la película, aparte de la interpretación de Viggo Mortensen, es la magnífica ambientación, gracias al director de fotografía español Javier Aguirresarobe que ha plasmado en la pantalla el mundo monocromático y frío que el autor transmite en la novela.



En definitiva, una buenísima adaptación de una inmensa novela corta que seguro no te dejará indiferente ya que se pasará de la angustia a la reflexión y quizás a un posible final de esperanza.

martes, 15 de enero de 2013

NAVIDAD EN CASTILLA Y LEÓN (y II): ÁVILA

¿Sabéis cual es la segunda capital de provincia más alta de España? Pues no sé, pero sí que la primera que se encuentra más alta con respecto al nivel del mar es Ávila, así que se podéis imaginar las temperaturas que puede haber en pleno mes de diciembre.

Ávila es conocida por su famosa muralla que envuelve completamente su casco viejo y que es el icono más representativo de la ciudad, y no es para menos ya que este elemento defensivo de finales del siglo XI es el único que está completo en todo su recorrido original, la muralla mejor conservada de Europa, la de mayor tamaño tras la Gran Muralla China con sus más de 2500 metros de longitud y el monumento más grande iluminado completamente. Las murallas separaban la civilización de lo salvaje, se abrían para acoger y proteger y se cerraban para los peligros y las enfermedades. Lo que antes la hacía inexpugnable para los invasores ahora es una invitación a los visitantes para adentrarse en ella y encontrar los tesoros ocultos que cobija. Sólo el poder admirarla desde dentro, desde fuera o desde encima de ella por el recorrido habilitado, junto a sus almenas, es suficiente para una visita a esta ciudad castellana.

Esta ciudad, por suerte, es mucho más que su afamada muralla. La mayoría de sus encantos se encuentran en el interior de la ciudad fortificada, pero en el exterior de la misma nos sorprenderemos gratamente con la Basílica de San Vicente, la más importante de las iglesias románicas de todas las de la ciudad y con los monasterios de Santa Ana, San José o de la Encarnación. Por la parte baja de la ciudad, en el oeste, la ciudad termina en el río Adaja junto a una de sus nueve puertas, la del Río. Muy cerca de este punto, se encuentra el antiguo humilladero de los Cuatro Postes que desde aquí podemos encontrar la mejor panorámica de la ciudad.
Los Cuatro Postes, con Ávila al fondo
Uno de los mejores recorridos extramuros es por el peatonal Paseo del Rastro, junto a la cara sur de la muralla, con vistas al majestuoso Valle del Amblés.
Paseo del Rastro
El punto de encuentro y centro neurálgico de la ciudad es la porticada Plaza de Santa Teresa o también llamada del Mercado Grande. Aquí se encuentra uno de los accesos principales al interior de la ciudad amurallada por la Puerta del Alcázar.
Puerta del Alcázar desde la Plaza de Santa Teresa, Diciembre de 2012

Puerta del Alcázar, 1954
En la ciudad intramuros la vida fluye lentamente, con el sonido insistente de las campanas de las iglesias románicas que abarrotan todo el casco antiguo. Un casco viejo con una estructura urbanística típica medieval con un trazado irregular de callejuelas, esquinas, recodos y plazas recoletas. En el punto más alto de este laberinto de casas señoriales, iglesias y conventos se encuentra la catedral. En contraste con la de Segovia que es la última de estilo gótico español, la Catedral de Ávila es el primer exponente de este estilo. La catedral, además de templo cristiano sirvió en la época de la Reconquista como fortaleza. De hecho su ábside forma parte de la muralla defensiva, compartiendo las mismas piedras. Espectacular el altar mayor del maestro Pedro Berruguete, así como el tesoro catedralicio que alberga en su interior.
Catedral de Ávila
Desde la catedral y continuando por la calle más populosa y comercial de la ciudad, la de los Reyes Católicos, se llega a la Plaza del Ayuntamiento, también denominada del Mercado Chico, ya que allí se celebra todos los viernes el mercado de frutas, verduras, hortalizas y demás productos de la provincia.
Ávila es una ciudad pequeña, sencilla, impregnada de un aire medieval y renacentista, que permanece inalterable al paso del tiempo, por lo que no es difícil imaginar que esta ciudad fuera ideal para el recogimiento de personas de alma pura y corazón noble como el místico San Juan de la Cruz, vicario en el Monasterio de la Encarnación y que elevó la poesía mística española a su cota más alta, y sobre todo por Teresa de Cepeda y Ahumada, Santa Teresa de Jesús.
Santa Teresa de Jesús
Y es que si Ávila es conocida, además de por sus murallas, es también por ser la ciudad donde nació Santa Teresa de Jesús, que llevó a cabo la reforma de los Carmelitas e innumerables fundaciones y que tuvo una interesantísima vida gracias a sus viajes por toda la España de la época. En la plaza de la Santa, que es distinta a la de Santa Teresa, está el convento de las carmelitas, el museo con manuscritos, efectos personales y reliquias de la Santa y la Iglesia de Santa Teresa, lugar donde se encuentra la habitación donde nació y que hoy en día es una pequeña capilla, siendo este lugar el más visitado de toda la ciudad. La historia pasada y viva de Ávila se identifica inevitablemente con la figura y obra de Santa Teresa de Jesús. Es ahora cuando comprendo uno de los dichos que definen a Ávila: “ciudad de cantos y de santos”.

Entre los numerosos edificios civiles y religiosos del casco antiguo, y principalmente entre la catedral y la Plaza del Mercado Chico se encuentran numerosos restaurantes que ofrecen viandas que a buen seguro debieron deleitar a los antiguos moradores de esta ciudad. Platos calóricos de una gran riqueza gastronómica para combatir las gélidas temperaturas de la gran meseta española. Son muy característicos encontrar en las mesas abulenses los platos de judías de El Barco (pueblo cercano a la capital), la crema de verduras de Santa Teresa, las patatas revolconas (que son patatas guisadas machacadas con torreznos) y por supuesto el famoso chuletón de Ávila, que se trata de una gran chuleta de ternera a la parrilla y poco hecha. Esta excelente carne es de la raza autóctona avileña, cuya fama trasciende las fronteras no solo de la provincia, sino del país. Con estas carnes y estos guisos castellanos no me extraña para nada no encontrar en todo el casco viejo ningún establecimiento de hamburguesas, kebabs o bocadillos. Por una vez la comida autóctona ha ganado la batalla a la foránea.
Comida típica abulense
De postre nada igual como las yemas de Santa Teresa o yemas de Ávila, que se elaboran con la yema del huevo y azúcar. Para degustar todos estos platos en un excelente menú se puede ir uno al restaurante “Tres siglos”, junto al mercado municipal. Tanto en éste como en casi todos los restaurantes de la zona hay varios precios para distintos tipos de menú que se ajustan al precio de cada comensal. Lo que no falta en ningún bar o restaurante de la ciudad es la tapa gratis con tu consumición como en “El buen yantar” o el de la vinoteca, con tapas más elaboradas, de “La bodeguita de San Segundo” en el lado exterior de la muralla.



Los abulenses tienen la suerte de ser los herederos no sólo de una ciudad hermosa, sino que además es austera, solitaria, nostálgica, silenciosa y auténtica, mucho más que sus vecinas Salamanca o Segovia. Por muchos lugares que el viajero visite después, nunca la olvidará. Todo esto gracias a las huellas que la historia ha ido forjando en los fríos cantos de piedra y en sus gentes de un carácter sencillo como la serena nobleza de sus santos.