sábado, 25 de diciembre de 2010

¡Qué bello es vivir!

Hace ya un mes que las principales cadenas de televisión y los grandes almacenes nos bombardean con películas de sobremesa, anuncios interminables de juguetes y perfumes, e incluso desde agosto estamos comprando ilusión para el día 22 de diciembre, y todo esto para que vivamos y sintamos lo que se denomina “el espíritu de la Navidad”. No dudo, o prefiero pensarlo así, que ese espíritu nos invade a todos (y sino prueba a escuchar un villancico en agosto) y con ello intentemos ser más buenas personas y regalar más de vez en cuando una sonrisa, haciendo sentir o sintiéndonos así un poco más felices que durante estos días tan entrañables y familiares nos acordemos de los que por unas razones u otras no están cerca de nosotros.

El cine ha reflejado muy bien lo que la Navidad representan en nuestras vidas, ya que incluso se podría decir que el cine Navideño es ya de por sí un género propio. Dejando atrás los telefilmes que estos últimos fines de semana algunas cadenas nos intentar colar, es de destacar varios títulos que ya son grandes clásicos no solo de este género, sino del cine en general. Algunas de estas grandes películas, entre otras más, destacaría la sombría y genial “Pesadilla antes de navidad”, la familiar y divertida “Solo en casa”, la mordaz e irónica “Plácido”, la romántica “Love actually”, la tierna y lacrimógena “La gran familia” o la más cañera y bizarra de todas “El día de la bestia”. Pero si tengo que nombrar la película navideña por antonomasia, la mejor de todas del género, esa sin lugar a dudas, es “¡QUÉ BELLO ES VIVIR!”


Y es que “¡Qué bello es vivir!” es una bellísima película, tierna, sentimental, incluso a veces cómica, la cual está entre mis preferidas, y que cada año las televisiones en estos días la emiten, incluso como este año la han programado en varias de ellas.
Dirigida en 1946 por Frank Capra e interpretada por el siempre genial James Stewart (con la entrañable voz de Jesús Puente, en la versión doblada), la guapísima Donna Reed y Lionel Barrymore en un papel perfecto para él haciendo de viejo gruñón y codicioso.

La historia nos cuenta la vida de George Bailey, un joven soñador que por motivos del fallecimiento de su padre muy a pesar suyo se tiene que hacer cargo del negocio familiar. Forzado a vivir para siempre en su pueblo llega a casarse con la guapísima y bondadosa Mary, con la que llega a tener cuatro hijos. Son personas humildes y sencillas que ayudan a toda la comunidad siempre que pueden, sobreviviendo al ambicioso Sr. Potter que es dueño de casi todo el pueblo y que lleva años queriendo hundir, siempre sin conseguirlo, el negocio de los Bailey. Hasta que el día antes de Navidad por una importante pérdida de dinero, su negocio está en bancarrota y George decide que lo mejor es suicidarse. Es cuando aparece en escena su ángel de la guardia, el bonachón e ingenuo Clarence salvándolo y quitándole esa idea de la cabeza enseñándole como fuese sido la vida de su pueblo y de sus familiares si él no fuese nacido nunca.



Primeras escenas de "!Qué bello es vivir!"

Es en esta parte de la historia cuando uno se pone a recapacitar en que situación o como estaría el mundo sin que nosotros fuésemos sido parte de él. Como sería la vida sin que nosotros nunca hayamos actuado, que hubiese pasado si esa vez de pequeño no hubiésemos evitado ese pequeño accidente, si nuestros padres sería exactamente igual de lo que son ahora mismo, como sería o con quién estaría nuestra pareja, si nunca habrían nacido nuestros hijos…, parece increíble lo que una sola persona afecta al resto de los que están a su alrededor y a la comunidad en la que vive y el bien que le hemos hecho.

Con Clarance, su ángel de la guarda

Aunque cinematográficamente hablando la película se le puede encontrar algunos pequeños defectos, también tiene algunas escenas muy emotivas como la primera noche de bodas de la pareja protagonista, cuando George reparte el dinero de su viaje de novios a sus vecinos o cuando descubre amargamente la situación de su pueblo y especialmente de su mujer si él nunca fuese nacido. Pero la parte más emotiva y conmovedora son los últimos minutos de la película, donde, no me importa decirlo, siempre acaba uno con lágrimas en los ojos y es que “¡Qué bello es vivir!” tiene una magia especial que difícilmente otras películas pueden llegar a tener.

Es por lo que esta película tan especial se te queda desde la primera vez que la ves guardada para siempre en el mejor lugar del alma, ya que es un canto a la esperanza, a la amistad, al amor y sobre todo a la vida y más en estos tiempos de crisis donde no hace falta tener dinero para ser rico, simplemente tener familia y amigos que te quieran y te cuiden cuando uno más lo necesite.

Como anécdota, preciosa anécdota, contarles que tengo un conocido que todas las nochebuenas después de la cena, se mete en la cama de matrimonio junto a su mujer y sus dos hijos para ver y disfrutar “¡Qué bello es vivir!”,… eso es vivir la vida.

Y recordad, como dicen en la película, cada vez que escuchéis unas campanitas es porque un ángel se ha ganado sus alas.

Para tod@s, de corazón, FELIZ NAVIDAD

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