martes, 20 de diciembre de 2011

ESCOCIA día 3 - viernes: EDIMBURGO - PITLOCHRY

Hoy era uno de esos días claves de estas vacaciones y que esperaba con especial ilusión, y es que hoy era cuando teníamos que dejar Edimburgo para dirigirnos al norte buscando nuestra segunda parada, el pequeño y pintoresco pueblo de Pitlochry pero para eso y antes debíamos recoger el coche con el que íbamos a recorrer el país. Un coche con el volante en el lado derecho del vehículo. Una nueva experiencia.

Así que después de desayunar y hacer las maletas nos recogió la empresa escocesa de alquiler de vehículos “Celtic Legend” (http://www.celticlegend.co.uk/car/). Esta empresa sólo se puede contratar por internet cuya persona de contacto de la empresa se llamaba William Wallace (quién sabe si es descendente directo de Braveheart, de héroe nacional a alquiler de coches). Elegimos esta empresa porque el precio era más barato que las grandes y conocidas compañías de alquiler de vehículos, unos 300 euros por ocho días incluyendo la recogida en el B&B y el seguro a todo riesgo sin franquicia, que nunca sabe uno si le va a hacer falta. No pasó mucho tiempo para saber que si lo íbamos a utilizar.

De la ilusión pasé al nerviosismo cuando empecé a circular por los muelles de Edimburgo, donde recogimos el coche para ir acostumbrándome antes de volver al centro de la ciudad, ya que lo que yo creía que en 5 minutos iba a ser un Fernando Alonso en potencia me quedé en casi un anciano octogenario, ya que no pasaba de la segunda velocidad. Lo más complicado de conducir por la izquierda no es tomar las rotondas al revés, coger la palanca de cambio con la izquierda o saber en un cambio de calle en que carril debes situarte (yo siempre me colocaba detrás de alguno para evitar equivocaciones). Lo más complicado y lo que me costó más tiempo de lo esperado era acostumbrarme a la distancia que tienes que tener en cuenta en la anchura del vehículo por el lado del copiloto, el medio coche restante estaba a mi izquierda y no a mi derecha. Esto me llevó a subirme varias veces a la acera y fusionarme por contacto directo con una furgoneta aparcada en una calle (bendito seguro a todo riesgo).

Sin haber pasado el mal trago seguí con mi tarea de “aprender a conducir” por las afueras de la ciudad, por lo que llegamos sin pretenderlo a las faldas de Holyrood Park, una de las colinas más altas de Edimburgo, y justo al lado del parlamento escocés y del Palacio de Holyrood, residencia oficial de la Reina de Inglaterra, donde comienza por el extremo oriental la Milla Real.
Aparcamos cerca de esta zona, ya que me negaba a seguir poniendo en peligro la vida de los turistas y escoceses que paseaban por la zona, para ir andando a una visita casi obligada no sólo de Edimburgo sino de Escocia, su castillo.

De camino y atravesando, otra vez, la Milla Real, atestada de gente y artistas, como siempre, nos paramos para algunas compras. Como uno no tiene muchos caprichos me conformo en mis viajes solamente con la compra de algún marcapáginas (de los que tengo ya más de 200, muchos regalados… así que ya sabéis) y de alguna postal antigua. Ésta última compra la hice en una pequeña y vieja tienda de antigüedades en Cockburn Street de la que me pude hacer con tres postales, una de Princes Street (de los años 30), donde se aprecia en primer término la Royal Scottish Academy en el centro el Monumento a Sir Walter Scott y al fondo la torre del reloj del Hotel Balmoral, otra de una panorámica del Castillo de Edimburgo desde abajo (escrita y fechada en 1933) y otra de 1920 con el Forth Bridge, espectacular puente de hierro que atraviesa el fiordo Forth y que esa misma tarde íbamos a ver muy de cerca cuando abandonáramos la ciudad buscando el norte.




Lo que primero que sorprende al entrar al Castillo de Edimburgo por el único acceso posible, la Milla Real, ya que está enclavado en una colina volcánica con precipicios de vértigo siendo el lugar idóneo para una fortaleza militar, son las impresionantes vistas de toda la ciudad donde los edificios oscuros de la New Town y los campanarios con forma de aguja de las iglesias destacan sobre los colores verdes de los parques de la ciudad y el azul del río Forth que viene a mezclarse aquí junto al Mar del Norte formando un impresionante estuario. Una imagen para el recuerdo, una imagen para no olvidar. Seguro que no sería la única.


Dentro del castillo se puede visitar numerosas edificaciones, todas en perfecto estado de conservación, donde en cada una de ellas puedes encontrar exposiciones y museos. Aquí puedes admirar “Los honores de Escocia” o las joyas de la corona escocesa que son “La Piedra del Destino”, la Corona, el Cetro y la Espada. “La Piedra del Destino” o de la coronación es un bloque de piedra que se utilizaba en la Edad Media para la coronación de los reyes escoceses. En el S. XIII fue secuestrada por los ingleses y guardada en la Abadía de Westminster (Londres) para la también coronación de los reyes ingleses. La rocambolesca historia cuenta que fue robada en 1950 por cuatro estudiantes escoceses y devuelta a Escocia. Posteriormente, una vez encontrada, fue restituida a Inglaterra y no fue hasta 1996 cuando volvió a Escocia donde se puede admirar en el Castillo de Edimburgo. Todo un icono para los escoceses, un símbolo para los escoceses independentistas del Reino Unido.
En el interior del castillo también se puede visitar el "Great Hall" o Gran Salón donde contiene una fabulosa exposición de armas y armaduras, una fiel recreación de la prisión del S. XVIII que se albergaba en el castillo, el “Mons Meg” un impresionante cañón de los más antiguos de Europa que disparaba piedras de 150 Kg de peso a más de 3 Km de distancia. Aquí también se encuentra el edificio mas antiguo de toda la ciudad (1100 d.c.), la pequeña y austera capilla de St. Margaret Chapel. El "Military Museum", donde se encuentra los uniformes, banderas y demás objetos de los distintos regimientos escoceses, de sus aliados y de sus enemigos en las guerras en las que los soldados nacionales han formado parte.
El "Scotish National War Memorial", salones dedicados en homenaje a todos los escoceses que perdieron la vida en conflictos bélicos desde la primera guerra mundial. Un lugar que te emociona al leer los nombres de las miles de víctimas muertas en combate. Es asombroso el respetuoso silencio que se respira en toda la estancia.

No me extraña que el Castillo de Edimburgo sea la atracción turística más visitada de Escocia, por su enclave con unas vistas extraordinarias y por estar en la capital, pero pronto podríamos comprobar que Escocia es mucho más.



Como esa noche ya dormíamos en otro lugar y mis dotes en la conducción no eran las yo esperadas en un principio decidimos dejar Edimburgo después del almuerzo y antes de que se nos echara la noche encima. Se nos quedaba algunos sitios pendientes en la capital como la visita a Calton Hill, una de las colinas de la ciudad con la vista típica de Edimburgo con el castillo al fondo, y la visita a Mary King’s Close que eran los callejones oscuros subterráneos donde se la peste bubónica aisló completamente estos corredores de la ciudad. Algunas excusas, entre otras muchas, para volver.

Así que después de salir conduciendo airoso de la capital y viajar por una de las pocas autovías que hay en Escocia, perderme en Perth y conducir durante 150 kilómetros con todos mis músculos en tensión y mi concentración al máximo llegamos ya bien entrada la noche a Pitlochry.


Descarga de las maletas en nuestro nuevo B&B, paseo rápido por el pueblo para comer en “Victoria`s Restaurant & Coffee Shop”, un lugar con un ambiente muy cálido y que tuvieron la generosidad de servirnos algo, aunque fuese frío, ya que a partir de las 21.00h no te sirven comida en casi ningún sitio.
Una ducha y a dormir. Mañana será otro día.

2 comentarios:

  1. El día de tu baustismo de fuego,.......¡¡¡y a lo grande, en la capital!!!, nada de pueblecitos con carreteras secundarias, conduciendo por la izquierda en Edimburgo ¡¡que nivel!!!

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  2. Muchas gracias, pero salir de la capital no fue tarea fácil, menos mal que tenía un buen plano callejero y una mejor copiloto que hacía que apenas tuviera que estar mirando los carteles de señalización.

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