miércoles, 28 de diciembre de 2011

ESCOCIA día 4 - sábado: PITLOCHRY - ABERDEEN

Dejando un poco a un lado los recuerdos de la capital en el sur, nos aventuramos ya de lleno por el interior de Escocia, la tierra de los castillos, de los lagos, de los gaiteros, del whisky, de las leyendas, de las faldas para hombres, de los acantilados, de William Wallace, del monstruo del Lago Ness, de los clanes Mac… lo que sea, de los campanarios puntiagudos, del cielo nublado… del sempiternamente cielo nublado.

Nos levantamos bien temprano, como siempre en este viaje, para desayunar en “Farragon B&B”, (http://www.bedandbreakfastpitlochry.co.uk/). Una casa enclavada en la parte alta del hermosísimo pueblo de Pitlochry donde nuestros anfitriones, un matrimonio de mediana edad que vivían en la casa, nos atendieron como si fuésemos amigos suyos de toda la vida. De las dos habitaciones que alquilan nos dieron la doble que era muy amplia, cómoda, decorada con pequeños detalles que en ningún hotel podrás encontrar y una vista impresionante desde la ventana para empezar un día que nos depararía muchas sensaciones y alegrías inolvidables.

Desde Farragon B&B

Yo, como no podía ser de otra manera, para fundirme con la cultura gastronómica del lugar me pedí algo ligero: huevos revueltos con salmón, tostadas con mermelada, café, fruta y zumo mientras desayunamos en el comedor de la casa con los dos otros huéspedes, una madre y una hija de Glasgow que habían venido a una competición ecuestre internacional que se celebraba en Atholl, el pueblo más cercano. Eso es lo que más me gustó de los B&B, que comes y compartes el tiempo del desayuno, en el salón de la casa, en éste hasta en la misma mesa, donde viven los anfitriones y tienes la oportunidad de hablar también con los otros clientes donde te informan y te aconsejan de los lugares que no debes perderte por la zona, practicando así de esta manera el idioma.

Lo que al principio iba a ser una noche de descanso para no hacer el camino de un tirón hasta Aberdeen, decidimos pasar casi todo el día en las proximidades a Pitlochry, en la comarca de Perthshire, debido a los numerosos enclaves que hay por la zona y que sería imperdonable no visitar si pasas cerca de esta zona. Nuestra primera visita, el “Castillo de Blair”, en el cercano pueblo de Blair Atholl.

“Blair Castle” no es el castillo típico escocés de piedra oscura, ya que si algo destaca esta monumental edificación es por el color blanco radiante de sus paredes que conjuga perfectamente con el verde de la campiña donde la familia Murray (duques de Atholl) lo construyó hace ya casi 800 años y que aún hoy sigue siendo habitado por los descendientes y dueños del clan y que es el único en Europa que tiene un ejército privado propio. Se accede por un largo camino custodiado por altísimos árboles que ya nos hacían una idea de las dimensiones de los terrenos pertenecientes al castillo.

Blair Castle

Las dependencias están amuebladas con todo tipo de elementos decorativos y funcionales de primeros del siglo XX. Una visita que nos duró algo menos de dos horas y que terminamos en el salón de baile donde podías vestirte como un escocés de toda la vida con su kilt (falda escocesa) y las armaduras de antaño. Pude comprobar que uno no es muy de faldas ya que la señora de limpieza me tuvo que advertir que la tenía puesta al revés. Ya cumplí los deseos de muchos de mis conocidos… ponerme una falda escocesa.

Gaitero tocando para nosotros en Blair Castle

Cerca del castillo, pero dentro también de estas tierras está el “Diana’s Grove”, una zona boscosa, casi selvática, de coníferas, donde los altísimos árboles (estando aquí el segundo más alto del Reino Unido, un abeto gigante con más de 60 metros de alto) y la frondosa maleza comparten terreno con las cristalinas, y supongo que frías, aguas que discurren formando una corriente vertiginosa que parece escapar velozmente de este espacio tan mágico y misterioso.

Durante una larga caminata salpicada por las casas de los trabajadores de esta tierras nos tropezamos con una vieja iglesia derruida con su cementerio, donde están enterrados los nobles de la familia. De esta manera llegamos a los “Jardines de Hércules” que son la otra gran zona verde, ésta no salvaje, donde los cisnes y las ranas habitan en un gran lago recubierto de nenúfares. Curioso un puente sobre el lago de claro estilo japonés.

Jardines de Hércules
Si alguna vez visitáis este castillo, y no me cabe la menor duda de que si lo hacéis no os arrepentiréis, no comer en la cafetería del mismo. Los bocadillos que sirven puede que sean de los menos apetitosos que yo recuerde, que aún no sé cómo pudieron quitarnos el hambre.

Después del estómago lleno [sic], segunda visita del día, también cercana a Pitlochry: “Falls of Bruar”, unas cascadas formadas por un río que se esconden entre el verdor de los árboles y el gris de las rocas. Se accede por un pequeño sendero que discurre paralelo al río y donde puedes advertir como el agua ha deformado y moldeado la piedra a su antojo formando unas formas imposibles en su cauce. Esta belleza natural encandiló al poeta escocés más conocido, Robert Bruce con alguno de sus poemas. Plena naturaleza en el corazón de Escocia. Merece la pena el viaje y la caminata para ver en estado puro y salvaje uno de los elementos que definen Escocia, el agua.
Falls of Bruar
La última visita, para uno de los parajes preferidos de la Reina Victoria de Inglaterra, de ahí su nombre, “Queen’s View”. Aquí venía para descansar y recrearse ante tan maravillosa vista, no cabe duda que tenía buen gusto, pero seguro que también tenía más tiempo que nosotros. Tardamos más de media hora en coche simplemente para acceder al mirador, en el que sólo estuvimos 15 minutos. El lugar es uno de los más bellos de la zona y la estampa es digna de inmortalizar, el Loch Tummel, un espejo de corrientes de agua rodeado de montes cubiertos de una manta de matorrales y árboles con cientos de tonalidades de verde brillando bajo el sol, y por supuesto las nubes, siempre las nubes que realzan en cada instantánea la belleza del lugar.
 
Queen's View
Volvimos a Pitlochry para pasear y recrearnos en este pequeño pueblo de casas aisladas de aspecto victoriano, con sus tejados de pizarra y muros de piedra recubiertos de verdín a causa de la humedad, cada una con un jardín modélico cargado de flores de colores que alegran todas las calles de este atrayente pueblo.

A media tarde, dejamos el pueblo para dirigirnos a Aberdeen en el noreste de Escocia, donde hacíamos noche. Las carreteras secundarias escocesas son eso, secundarias en el sentido más literal de la palabra, menos mal que ya he podido “domar” al coche y es justo ahora cuando poco a poco me aventuro a ver el paisaje desde mi nuevo lado derecho del conductor.
Nada más entrar a la comarca de Aberdeenshire, pasamos por la estación de esquí de Glenshee, para adentrarnos en el "P.N. de Cairngorms" por una carretera casi desierta donde no te cruzas con casi ningún coche, a excepción de algunos campistas que con sus compañeros, perros, fogatas y tiendas al lado del río, seguro no cambiarían ese lugar por ningún otro lugar del mundo. Es quizás justo aquí, en los "Montes Grampianos", en este lugar…en este momento donde empiezo a darme cuenta de que esto es realmente lo que estaba buscando en este viaje: paisajes inhóspitos, valles verdes con cascadas aisladas, ríos, montañas y nubes… y nosotros. Todo esto y cientos de ciervos que nos acompañaron muy cercanos a la carretera que hicieron, que si hasta ahora todo era perfecto, lo de ahora era como un sueño. Todos perdidos a muchas de millas de cualquier otro sitio.
Después de pasar las localidades de Braemar y Ballater llegamos pasadas las 11 de la noche a Aberdeen, una de las ciudades portuarias más importantes de Escocia.


El hotel estaba a escasos 50 metros de la calle principal de la ciudad, Union Street. Como era tarde pero era sábado supusimos que no tendríamos problemas para comer, pero en esta calle repleta de pubs y restaurantes no pudimos hacerlo, ni siquiera en un restaurante español de tapas, claro que lo de español era solo el nombre ya que no sabían ni decir “hola”. Al final acabamos en uno tipo kebab, que supongo que Sanidad no sabría ni que existía, comiéndonos una pizza. La suerte nuestra fue que nos sentamos al lado de un gran ventanal que daba a la calle y la fauna humana del lugar nos amenizó durante toda la cena con un espectáculo por el que sólo pagamos la comida: jóvenes borrachos tirados por el suelo, chicas descalzas andando por la calle con cinturones anchos en vez de faldas, dos chicas en una minifiesta de un primer piso bailando asomadas a una ventana que provocaban a todo el que pasaba por la calle (y supongo que a todos los vecinos del bloque de enfrente), varias chicas intentando ligarse a un joven solitario, dos chicos jóvenes que se ocultaron en un callejón oscuro sin salida, no sabemos si con intenciones sexuales o ilegales, … nos daba la sensación como algo surrealista, como si todo fuese una película de serie B o un videoclip de los 80 donde a cada minuto ocurre algo “fuera de lo normal”. A lo mejor esto era lo normal para esta ciudad un sábado de madrugada.
Nosotros no lo comprobamos, después de todo el día maravillándonos con lo que habíamos vivido y los 250 km que habíamos recorrido, lo que más nos apetecía era descansar, que falta nos hacía.

3 comentarios:

  1. Está claro que fue un día de contrastes: la belleza de los paisajes, lo "increible":decenas y decenas de ciervos en estado salvaje, y la comida: este día evidentemente no tuvimos suerte con lo que comimos,pero...¡¡que nadie se asuste!!, Escocia es sorprendente,ya que en lugares que no esperábamos, probamos algunos de los platos más deliciosos que yo recuerde.
    ¡Un saludo!
    María Dolores "la copiloto" del viaje.

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  2. Recién agregué el Blair Castle a mi itinerario, ver a mi marido con falda a cuadros debe ser un espectáculo impagable. ¡Sigan adelante con su blog que es genial!

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  3. Hay que echarle humor a la vida y mucho más a los viajes!! cuando yo me puse el kilt sólo había una excursión de niños escolares así que yo era el único adulto que me lo puse, pero las risas están garantizadas.
    Gracias por seguir leyendo y me alegra muchísimo saber que te gusta.

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