sábado, 28 de abril de 2012

CUENCA

Con el pasar del tiempo voy poco a poco visitando sitios soñados, rincones persistentes en la memoria y ciudades encantadoras, en definitiva lugares que llevaban ya bastantes años pendientes. En uno de los últimos puentes, contando con los pocos días que tenía disponibles y los múltiples atractivos, el destino estaba muy claro, la ciudad de Cuenca y su provincia.

Como casi todas las ciudades con historia se pueden dividir entre la parte nueva y la antigua, y ésta no podía ser de otra forma. Así que para acceder al casco viejo que está en la parte alta de la ciudad y que es uno de los cascos antiguos españoles declarados Patrimonio de la Humanidad, se alcanza casi obligatoriamente por la colorida calle Alfonso VIII, una cuesta arriba que es un gran mosaico de fachadas de alegres colores que te dan idea de la arquitectura y el carácter de los lugareños.

Calle Alfonso VIII
La calle acaba en los soportales del ayuntamiento que es el acceso principal de la Plaza Mayor, corazón neurálgico del casco viejo de la ciudad donde se puede acceder a la gran mayoría de las callejuelas.
Una plaza mayor, de forma trapezoidal, no muy grande donde se concentran algunos bares y restaurantes, las típicas tiendas de regalos, algún convento y la catedral.

Uno de las primeros lugares para hacerse una imagen general de la ciudad es ascender hasta el punto más alto de la ciudad, junto al castillo, como es conocido por los conquenses, aunque más bien se podría decir la muralla del castillo ya que es lo único que queda de la fortaleza medieval. Desde este punto se puede divisar todo el casco antiguo de la ciudad, la hoz del Huécar, el convento de San Pablo que actualmente acoge al Parador Nacional de Cuenca. Una de las mejores vistas de la ciudad.


Junto al castillo, en la Puerta del Trabuco, hay un mirador que se puede apreciar la hoz del Júcar, otra impresionante cuenca al igual que la del Huécar, constatando así que la ciudad está prendida entre los dos grandes valles de dos pequeños ríos formando una imagen única donde las casas se asoman al abismo sobre las alturas. Pocas veces arquitectura y naturaleza forman un equilibrio tan espectacular y perfecto.

El centro del casco antiguo y origen de las callejuelas de la ciudad es su Plaza Mayor donde se enclava el monumento más importante de toda la ciudad, la catedral. La primera catedral gótica de Castilla, que abarca en su arquitectura desde estilo al renacentista pasando por el barroco. Quizás lo que más sorprende son sus novedosas vidrieras de arte abstracto que conjuga genialmente con una edificación gótica, dando una luminosidad en el interior de la misma nunca vista por mí en edificios de esta naturaleza. Totalmente plausible la mezcla de estilos tan variados y tan lejanos en el tiempo en un único recinto.



Cuenca es una ciudad que te invita a pasearla, mirarla y enamorarte de ella. Muchos son los lugares donde disfrutarla. Muy cerca de la catedral, en el casco viejo todo queda cerca, está el puente de San Pablo, una estructura metálica creada por un discípulo de Eiffel muy criticada por el pueblo ya que tras derrumbe de una parte del antiguo puente de piedra se optó por sucumbir a la moda del acero de principios del s. XX en vez de recuperar su estructura original. Este puente que salva la hondura de la hoz del Huécar da acceso al convento de San Pablo, hoy convertido Parador Nacional, donde pasaron la primera noche de su luna de miel los Príncipes de Asturias. Pudimos entrar para verlo por dentro y tomar un café en la antigua capilla junto al gran claustro del mismo.


Cuenca es la provincia española que más museos tienen por habitante y su capital es una clara muestra de ello, como la “Fundación Antonio Pérez” con obras de Antonio Saura, Manolo Miralles, Carmen Calvo y de artistas internacionales como Warhol. Pero sobre todo el gran museo pictórico y escultórico de la ciudad es el “Museo de Arte Abstracto Español” con obras de Zóbel, Picasso, Tàpies o Chillida, el cual esta enclavada en el símbolo de la ciudad, las Casas Colgadas, un edificio del S. XIV que asoma al Huécar donde la arquitectura le roba el lugar al espacio. Un símbolo de la vinculación de esta ciudad con la modernidad, que si te gusta este tipo de arte no te defraudarán.

Por la noche, a una hora donde la gente prefería protegerse del tremendo frío castellano, contratamos durante unas dos horas un guía que nos enseñó los distintos barrios del casco viejo, las leyendas de la ciudad antigua y sus mejores rincones, como la solitaria y bellísima calle de San Julián, los particulares rascacielos de Cuenca, el barrio de San Miguel, donde hay una zona de pubs, algunos colgados como las famosas casas, la Torre de Mangana, en el antiguo barrio judío de la ciudad.

Calle de San Julián
Incluso entramos en lo que hoy es un hostal, “Posada de San José”, que fue en su día la casa del yerno y discípulo de Velázquez, Martínez del Mazo, que según cuenta en esta posada, el genial pintor sevillano se inspiró en una estancia de esta casa para ambientar su obra más famosa “Las meninas”.


Posada de San José y "Las meninas"

La visita guiada se alargó mucho más de lo esperado gracias al fervor y la pasión con que nuestro guía nos enseño los encantos de su ciudad. Luego descubrimos que éste era el autor de algunos libros del arte y la historia de Cuenca, entre ellos el que compramos “Breve historia ilustrada de Cuenca”.



En Cuenca hay muchos lugares donde se puede comer muy bien y donde probar los platos típicos de esta ciudad como el sabrosísimo zarajo y el morteruelo (a mí particularmente no me gustó), así como un licor de café, el resolí, fuerte pero muy bueno y el alajú, una torta a base de almendras y miel no apta para mantener la línea.

Como en cualquier otra ciudad turística, se puede comer en lugares donde se aprovechan en demasía de los turistas y otros donde se puede comer relativamente bien y no muy caro. Yo, por supuesto, recomendaré algunos de estos últimos como “San Juan Plaza Mayor” un restaurante ubicado en la misma plaza mayor ideal para la tapa del mediodía y la cena en su comedor por la noche con un ambiente joven. Otro lugar donde es ideal tapear es “La bodeguilla de Basilio” decorado tradicionalmente donde en la barra por algo más de 6 euros nos pusieron 2 bebidas, un caldo bien caliente para dos y una considerable ración con huevos fritos, jamón y berenjenas rebozadas en la primera ronda y con calamares y chipirones en la segunda.

Tapas en "Bodeguilla de Basilio" 
Otra zona para tapear, en la zona nueva de la ciudad es en la calle San Francisco y para las últimas copas de la noche en el barrio de San Miguel, anexo a la Plaza Mayor.




Quedándonos todavía pendiente algunos rincones de su provincia, constatamos que Cuenca es una ciudad digna de visitar, al igual que otras ciudades españolas del centro, ya que se asemeja mucho a Cáceres o a Toledo, quizás para mí se me asemeje más a la ciudad extremeña que a su vecina manchega, ya que es una ciudad que une lo mejor de muchas: serrana, castellana y manchega.
En definitiva, una ciudad para visitar obligatoriamente, vivir en ella varios días para empaparte de ella, recorrerla pausadamente, disfrutarla poco a poco ya que “caminando Cuenca al viajero le brotan de súbito alas en el alma, desconocidos mundos en el mirar”.

PD.- Ésta última frase no es mía, es del Nóbel Camilo José Cela.

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