lunes, 23 de septiembre de 2013

2666

A veces parece que el destino nos tiene guardada alguna carta macabra para el fin de nuestros días. 

Roberto Bolaño tuvo una azarosa vida que lo vio nacer en Chile. Pasó por gran parte de Sudamérica, viviendo muchos años en México y volviendo otra vez a su Santiago natal, con detención del gobierno golpista de Pinochet incluido. Debido a su carácter bohemio y errante se trasladó a vivir, o más bien a malvivir, a la Costa Brava catalana durante sus últimos 25 años. Pero no fue hasta en sus últimos años de vida cuando el poeta, primero y posterior escritor de novela, se dio a conocer al gran público con su obra “Los detectives salvajes”. Sabiendo que estaba viviendo sus últimos años de vida a causa de una enfermedad hepática, dedicó todas las horas posibles a escribir su gran obra literaria, una obra que no fuese otro libro más, quería hacer algo distinto y extraordinario. Desafortunadamente murió en julio del 2003 y no pudo llegar a ver publicado un año después su último gran trabajo, 2666”.


Nunca sabremos si con otras circunstancias personales el resultado hubiese sido el mismo, posiblemente no, pero lo que si está claro es que 2666” se convirtió en un enorme éxito de crítica y público incluso antes de la salida al mercado gracias al marketing, que utilizó su pronta muerte convirtiéndolo en un mito de la literatura actual. Bolaño dio orden de dividir su última obra en cinco partes distintas e independientes, para asegurar así el futuro a sus descendientes, pero por suerte tanto sus herederos como su editor decidieron conjuntamente hacerlo en un único libro de 1129 páginas. Una vez publicada, llegó a ser “Novela del año” para la revista Time y mejor novela publicada en 2008 que otorga el Círculo Nacional de Críticos Literarios de Estados Unidos.
Es complicado resumir sus 1129 páginas sin caer en lo simple. En cada una de sus cinco partes que puede decirse que son casi independientes una de las otras, hay un misterioso escritor que sirve de nexo común a todas las partes del libro. Esto la convierte en una novela compleja, ambiciosa y distinta a lo que hayamos podido leer anteriormente.


La primera es “La parte de los críticos”, donde cuatro críticos europeos sienten una gran admiración por el escritor alemán Benno von Archimboldi, que apenas se conoce nada de él. A través de esta admiración conoceremos sus sueños y frustraciones llevándolos en busca de la pista del escritor hasta la ciudad fronteriza mexicana, con Estados Unidos, de Santa Teresa.
“La parte de Amalfitano” nos ahonda en la vida de un profesor chileno cuya mujer lo abandonó en España y que ahora vive junto a su hija en Santa Teresa, donde decenas de jóvenes mujeres son asesinadas salvajemente.
En la tercera parte, la de Fate, un periodista negro neoyorquino se traslada a Santa Teresa para cubrir un combate de boxeo, donde conocerá muy de cerca el mundo de la mafia de la ciudad.
En “La parte de los crímenes”, Bolaño quizás por su especial cariño a México, denuncia mediante un inventario pormenorizado de más de cien macabros y brutales asesinatos en la ciudad fronteriza. Un feminicidio que aún hoy se sigue perpetrando y que la justicia y los gobiernos a veces miran para otro lado, quedando la mayoría de ellos totalmente impunes.
Escena de la obra de teatro "2666"
La última, “La parte de Archimboldi” es la que en cierta medida cierra el pentágono de la historia, ya que por fin nos descubre la biografía completa del enigmático personaje principal, desde su origen en Prusia a su paso por la Segunda Guerra Mundial y su posterior paso al mundo de las letras, así como el porqué acaba en una ciudad mexicana perdida en mitad del desierto. 
A falta de un final cerrado, nos aclara, a los lectores, sino muchas, algunas respuestas del porqué de las preguntas que nos van surgiendo durante la lectura.
No es fácil leer este libro ya que a veces resulta complicado y denso. Tiene muchas tramas y subtramas dentro de cada una de las cinco partes que conforman el libro, con distintas personajes que van conformando historias que pueden ser una mera excusa para hablar de todo lo demás, de lo secundario, que a veces puede llegar a ser esto precisamente, lo más importante. El riesgo de esta técnica narrativa, en un libro tan extenso, puede desembocar que en determinadas ocasiones el entusiasta lector se tope con historias o pasajes poco o nada interesantes haciendo flaco favor a la tarea de continuar leyendo. Quizás estemos acostumbrados, o mal acostumbrados, a otro tipo de historias más lineales, más directas y con finales más cerrados.
En contraposición, la gran virtud de Bolaño es presentarnos una escondida complejidad de personajes que habitan por los grandes temas universales, como la maldad humana, los deseos que anhelamos, el machismo, la barbarie de las guerras, la impunidad de los pecados y el dominio de los más poderosos hacia los más humildes. Además utiliza el misterio del desconocimiento del ausente protagonista hasta la última parte del libro, obligándonos de esta manera a seguir leyendo página tras página, hora tras hora, hasta que finalizamos el libro, sabiendo por fin, quien es y cual fue la vida de Archimboldi ¡lo que darían los protagonistas de la primera parte por poder leer esta última!. 
El lector ha tenido ese privilegio, aunque siempre habrá respuestas que nunca sabremos, quizás Roberto Bolaño tampoco las supo.

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