lunes, 16 de enero de 2012

ESCOCIA día 8 - miércoles: ISLA DE SKYE

Es de justicia decir que si las si las instalaciones y la limpieza del B&B donde habíamos dormido no estaban a la altura de lo que nos esperábamos, el trato y la amabilidad de nuestros dos anfitriones y el desayuno si son dignos de mencionar. Un desayuno a base de una macedonia de todo tipo de frutos que estaba deliciosa, acompañado de te, café, zumos, rebanadas de pan de cereal, bollos, dulces, mermeladas, y quesos, nada de embutido ya que todas las comidas que sirven en “Six Willows” son vegetarianas.


Un delicioso desayuno del que pudimos compartir con el otro huésped de la casa, una australiana de risa contagiosa que nos contó que había viajado por todo el mundo y que llevaba ya varios meses en Escocia.

Por la mañana, ya en camino nos encontramos con la sorpresa simpática del día: una manada de vacas pastaban junto a la carretera, siendo éstas las típicas y famosas Highland cows, o vacas de las Tierras Altas. Uno que es de pueblo y ha visto bastantes vaquerizas no pude disimular la alegría de ver a estas vacas tan características con su color rojizo y su simpático tufo debido a sus largos pelajes. No quiero ni imaginarme el frío que debe hacer por estos lares en invierno para que hasta las vacas tenga pelo largo.


Vacas de las Tierras Altas
Como la tarde anterior no nos dio tiempo, hoy íbamos a visitar el castillo que tiene fama por ser el más fotografiado y más hermoso de toda Escocia (es difícil poder decir tan rotundamente esta afirmación), el Eilean Donan Castle. Para esto teníamos que salir 15 kilómetros de la Isla de Skye, en la localidad de Dornie.
Como casi todos los castillos de Escocia, una gran parte de su belleza y espectacularidad es el lugar donde se encuentre. Éste, para no ser menos, está en una pequeña península, unida solamente por un pequeño puente de piedra, en la encrucijada de tres lagos, el Loch Alsh, Loch Long y el Loch Duich.

Eilean Donan Castle
Esta fortaleza fue construida en el siglo XIII, pero reformada completamente por sus dueños, el clan MacRae, en el primer tercio del siglo XX, es por lo que se encuentra en un perfecto estado de conservación. Se accede por el puente de piedra y se puede acceder a todas las dependencias del mismo, subiendo las numerosas escaleras, y que están completamente decoradas ya que sigue siendo la residencia oficial del clan. Se puede alquilar para bodas y cualquier tipo de actos y es una de las localizaciones de numerosas películas como “Los inmortales”, “El mundo nunca es suficiente” o “La boda de mi novia”. Un viaje por la historia y el tiempo de Escocia reencarnado en piedra, donde la niebla, las montañas, las algas varadas y el agua de los lagos y de la lluvia que nos acompañó durante casi toda la mañana crearon un conjunto medieval mágico y especial.

Eilean Donan Castle
La siguiente parada y que es casi imprescindible si uno está en Escocia, y le gusta un trago de whisky de vez en cuando, es visitar una destilería. “Agua de vida” es el significado en gaélico de whisky, la bebida por excelencia del país.
El paisaje escocés proporciona todo lo que el buen whisky necesita para una calidad tan reconocida mundialmente: el grado de humedad, los minerales que rodean el agua e incluso los cambios de temperatura que le otorgan una personalidad propia. La abrupta geografía escocesa, bañada por las olas del Atlántico Norte le brinda un agua fría y pura que este licor necesita y que la Destilería Talisker (la única de la Isla de Skye) la recibe de un arroyo que la atraviesa junto al lago Harport.

No pudimos entrar en esta destilería ya que el cupo de visitas estaba agotado pero si pudimos acceder a la sala de cata donde nos obsequiaron con unas pequeñas muestras del tan preciado líquido ámbar. Un sabor fuerte y salobre con un aroma ahumado, como el aire que se respira en el exterior de la destilería y que impregna a todos los visitantes. Una degustación con un poco de whisky, sin hielo para que se pueda apreciar bien todos los matices y es que aquí es así como se bebe el whisky, sin rebajar con agua, como dice un personaje de la película de John Ford “El hombre tranquilo” cuando fue preguntado si prefería el whisky solo o con agua, a lo que respondió: "Cuando bebo whisky, bebo whisky. Y cuando bebo agua, bebo agua".

Con toda la tarde por delante y el cuerpo bien caliente gracias al fuego líquido, emprendimos una ruta para bordear la península de Trotternish, la zona más al norte de la Isle of Skye y donde hay numerosos enclaves que son impresionantes y que merecen una visita. Tuvimos que volver a Portree para coger la carretera de la costa buscando Staffin, en el norte para encontrarnos con The Old Man of Storr, una gran colina rocosa que destaca por su característica piedra longitudinal incrustada verticalmente y que aunque desde lejos no parece muy grande en realidad llega a superar los 45 metros de altura.

Old Man of Storr
El poco tiempo que disponíamos pudo con las ganas de poder subir andando por el sendero de algo más de un kilómetro. Así que nos contentamos con una breve panorámica desde la carretera con el encanto de sus montes coronados por la niebla del lugar. Nunca el nombre de una zona nunca tuvo mas sentido, Skye en gaélico significa “niebla” o “bruma”. Un paisaje atormentado con nubes desgarradoras y niebla cegadora. Un paraje de cuento de hadas.
Lealt Falls son una cascada que se accede por un pequeño sendero desde la carretera. Es fácil de encontrar porque aquí en todos los lugares que merecen la pena ser vistos hay varios coches aparcados en la carretera. La mejor vista de la cascada es justo encima del desfiladero donde se puede apreciar una bellísima pequeña cala entre los montes verdes y donde hay una vieja fábrica abandonada donde se manufacturaba la diatomita, una roca silícica cuyo yacimiento está a pocos kilómetros.
El siguiente grupo de coches estaban junto al aparcamiento de uno de los grandes monumentos naturales de Escocia: Kilt Rock, un conjunto de acantilados con forma de kilt, la típica falda escocesa, con su característica forma de pliegues y que desde el mirador, para poder mejorar si cabe la panorámica, se ve una larga cascada que cae el agua desde 105 metros de altura a las turbulentas aguas del Atlántico. El ruido del agua al estrellarse contra el agua unida al fuerte viento que nos azotaba incesantemente era sobrecogedor. Naturaleza salvaje en estado puro.

Kilt Rock

A partir de aquí las decenas de coches que hasta ahora nos íbamos encontrando en casi todos lados o se habían vuelto o habían decidido circundar la península por una carrera que te llevaba directamente a Uig, en el otro extremo de la península. Nosotros continuamos más hacia el norte por la carretera que veníamos siguiendo, la A-855. Más kilómetros pero más disfrute.
La soledad la compartimos en la carretera sin salida que lleva a la playa de Staffin, siendo éste un grupo de casas aisladas al cobijo de las montañas por un lado y de una bahía preciosa por el otro donde la paz y el silencio sólo se rompían, a veces, por el suave eco del viento y los balidos de las ovejas.

En uno de los cabos más al norte de toda la isla nos detuvimos junto a Duntulm Castle, las ruinas de un antiguo castillo. Un pequeño paseo te lleva hasta las mismas piedras derruidas del castillo, que está restringido el paso por la cercanía al acantilado y el mal estado de su suelo y paredes mientras podíamos ver como el sol se reflejaba sobre las aguas, ahora tranquilas, con las Islas Hébridas al fondo como callados testigos de tanta belleza. Era sorprendente pero muy gratificante que en este pedazo de tierra verde junto al océano no hubiera nadie, estábamos solos ante tal inmensidad.

Desde Duntulm Castle
Aquí tuvimos la ocasión de recrearnos en este paisaje. No teníamos prisa, nada ni nadie nos esperaban, teníamos que vivir esta experiencia única al máximo.



Después de las emociones vividas durante toda la tarde… y todo el día, regresamos bordeando toda la península de Trotternish hasta llegar a Uig uno de los pueblos costeros mejor comunicados de la zona por vía marítima. Sin perder el tiempo, ya que el crepúsculo nos acompañaba, continuamos sin cesar para poder llegar a tiempo a nuestro destino para poder cenar.

"Passing place" en una carretera típica de las Highlands
Al final nos tuvimos que parar, pasadas las 21 horas, en el Hotel Dunvegan, en el pueblo del mismo nombre para comer y que gracias a la amabilidad del dueño, ya que la cocina estaba cerrada, nos hicieron un rápido pero bueno fish and chips que degustamos en el bar en vez de en el restaurante.
Sin apenas haber salido de la Isla de Skye, el marcador de nuestro coche marcó 230 millas, que equivalen a unos 370 kilómetros. Muchos millas, muchos kilómetros, pero muchos más y buenos recuerdos… y todos inolvidables.

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