martes, 28 de febrero de 2012

SHE & NOTTING HILL

Pasados ya unos días del día de San Valentín, el de los enamorados, dedicaré esta entrada principalmente al amor,…a las canciones de amor. Y es que éstas, junto al cine en particular y a todos los ámbitos de la cultura en general, son las que me acercan a esos sentimientos tan íntimos y profundos que a veces están dormidos y que de vez en cuando me descubren sensaciones y emociones tal vez nunca vividas.

Hay canciones, películas o lugares que sin saber por qué te emocionan desde el primer momento en que uno lo disfruta. Esto me ocurrió con la banda sonora de “Notting Hill”, que aunque la película en su conjunto no sea una de mis preferidas, sí es una estupenda comedia romántica, deliciosa sin llegar a ser empalagosa y que te deja un buen sabor de boca cada que la vuelves a ver. Sin aportar nada nuevo al género posiblemente esté por encima de la mayoría de películas actuales de este tipo de cine, que es además donde más bodrios se pueden llegar a realizar aprovechando la sensibilidad de los espectadores.


Cinematográficamente hablando, destacar, aparte de la presencia de la guapísima y siempre efectiva Julia Roberts, los exteriores donde está rodada la película y que le da nombre a la película. Notting Hill, es un barrio al norte de Londres con una arquitectura a base de casas adosadas de pocas plantas donde es un placer poder pasear un sábado por su calle principal, Portobello Road, ya que aquí se celebra su famoso mercadillo con puestos de flores, comida, antigüedades, y todo tipo de objetos y ropa de estilo retro y vintage. Un ambiente formado por vendedores, artistas callejeros y turistas, sobre todo muchos turistas que abarrotan cada fin de semana toda la calle desde la estación de metro Notting Hill Gate hasta algo más de un kilómetro que es la longitud de la calle.

Notting Hill, en agosto de 2009


Pero como he comentado anteriormente lo mejor de la película es su banda sonora que es buenísima, cuyas románticas canciones enlazan muy bien con las distintas situaciones de la trama. Son varios los temas a destacar como "When you say nothing at all" ("Cuando no dices nada en absoluto"), de Ronan Keating, música de fondo en la escena en que la pareja protagonista se cuela en un jardín privado y leen en un banco grabado una de las frases más sencillas y bonitas de la película:

"Para June, que amaba este jardín... de Joseph, que siempre se sentó a su lado"

una tradición típicamente anglosajona la de tallar los bancos de madera con inscripciones de fechas y nombres de parejas.




Muy notable y visualmente muy atractiva la escena del protagonista paseando por Portobello Rd. durante en las distintas estaciones del año mientras suena la magnífica "Ain't no sunshine" ("no brilla el sol"), de 1971, soul en estado puro compuesta e interpretada por Bill Withers.



Pero sin lugar a dudas la mejor canción de toda la película y razón principal de esta entrada es el tema central, “She”. Original del mítico cantante francés Charles Aznavour y versionada para la película por el no menos legendario Elvis Costello.

“ella puede ser la razón por la que sobrevivo, el porqué de que yo esté vivo ...
a la que cuidaré durante los muchos y ásperos años...
yo, tomaré sus risas y sus lágrimas y con ellas haré todos mis recuerdos ...
por donde ella va, yo tengo que estar, ...
el significado de mi vida es ella... ella”.

Una de las canciones más bellas que se pueden oír y de las que poco más se puede decir, solamente escucharla y sentirla.



Para todos los enamorados, para todas las mujeres,... para ella.

domingo, 12 de febrero de 2012

ESCOCIA día 11 (y último) - sábado: AIRTH - EDIMBURGO

Este sábado, y último día en Escocia, supongo que amaneció nublado, pero no lluvioso, ya que hoy era el día en que menos madrugamos, cuando nos levantamos hacía un buen rato que la luz inundaba completamente la habitación.
El desayuno del “Airth Castle Hotel” era como un gran restaurante con todo tipo de comida, y no sólo para desayunar. Desde los típicos platos para la mañana, sándwichs, tostadas y revueltos hasta comida para almorzar como huggies, black pudding, sopas, pollo, cordero, asados, verduras, etc, … con todo tipo de bebidas y postres.

Abandonamos el hotel para dirigirnos de vuelta a nuestro punto de partida, Edimburgo, que estaba a unos 40 kilómetros pero que nosotros hicimos un total de 60. Quiero pensar que es debido a la mala señalización para encontrar la carretera que nos llevaba a la capital y no a mis dotes para orientarme por las carreteras escocesas.


Así que varios días después volvíamos a la capital para despedirnos de la ciudad de los infinitos adjetivos,… y todos buenos. Aquí me quité la espina del primer día con el coche, ya que me crucé toda la ciudad conduciendo con cierto nivel de destreza estacionando justo al lado del castillo, en el mismo centro histórico de la ciudad.
La despedida con la ciudad fue corta, apenas 3 horas para reencontrarnos con la Royal Mile, ya que esta mítica vía te atrae aunque siempre sea la misma, se reinventa y cambia en cada instante, que aunque el telón de fondo sean siempre los mismos bellísimos edificios inertes centenarios de la urbe, los protagonistas principales son la gente y los artistas que cada día la abarrotan, la viven y la hacen diferente.

A mediodía dejamos el coche en la misma terminal del aeropuerto para volver a media tarde a España dejando atrás un país que nos ha cautivado por todos y cada uno de sus innegables atractivos. 2300 kilómetros mirando a través de la ventanilla del coche, con los ojos y el corazón, paisajes que solo inspiran cosas en el interior de uno mismo.


Escocia es un pequeño lugar en el mundo donde la naturaleza muestra su belleza más salvaje dibujando postales de ensueño protagonizadas por lagos y arroyos de aguas cristalinas, montañas ocultas entre la niebla, llanos y bosques cabalgados por guerreros de leyenda. Una tierra de héroes legendarios, de música que evoca al viento a través de sus gaitas, misterios y leyendas que se perpetúan en el tiempo, un pasado cruento formado a base de batallas, sangre y coraje con un futuro incierto todavía por escribir.


Ahora, algún tiempo después, la saludo desde este blog recordando los inolvidables momentos vividos que seguro perdurarán durante mucho tiempo en mi memoria… al igual que las palabras de Julio Verne al visitar Escocia: “Jamás ojos tan atónitos vieron paisaje tan espléndido”.

martes, 7 de febrero de 2012

ESCOCIA día 10 - viernes: OBAN - BALQUIDDER - STIRLING - AIRTH

Las quietas aguas de la bahía se reflejan en la mañana clara y soleada a través del cristal del comedor de “Alltavona Guest House” (www.alltavona.co.uk). Una casa típica escocesa con arquitectura y decoración señorial que las cuatro estrellas otorgadas no se quedan cortas. Nuestra habitación contaba con una grandísima cama de estilo antiguo con un mobiliario clásico, suelo enmoquetado de tartán (típico tejido escocés formando cuadros de distintos colores), grandes alfombras y pequeños y grandes detalles como si fuese la casa de un auténtico lord inglés.

Comedor de Alltavona Guest House
Antes de continuar nuestra ruta, queríamos conocer un poco más Oban, ya que hasta ahora sólo habíamos visto la zona del puerto con vistas a la bahía. El recorrido no nos defraudó en absoluto, por el centro de la ciudad discurre un riachuelo que atraviesa las calles y jardines recordando una vez más los escenarios de cuento con sus casas de ventanas blancas y sus macetas coloridas cargadas de flores (¿cómo lo conseguirán? ¡Ya quisiera que las flores de mi terraza se mantuvieran igual!). En lo alto del pueblo sobresale entre las demás construcciones una edificación, de dudoso gusto, que intenta reproducir el Coliseo romano, la McCaig’s Tower. Surgió de la idea de un antiguo magnate que mandó construirlo para dar trabajo a los habitantes de la zona e incrementar el turismo local pero que debido a la crisis que lo azotó hace casi 100 años nunca pudo ver acabado su sueño.

Oban
Paseando por George Street pudimos ver algunos invitados de una boda donde las señoras iban con sus largos vestidos y vistosos tocados y los caballeros con sus trajes de ceremonia, que como no podía ser de otra forma, iban ataviados con sus kilts, sus calcetines largos y sus chaquetas elegantísimas. Oban es una ciudad muy turística que se puede constatar por las calles más céntricas ya que éstas están repletas de innumerables comercios, pubs y restaurantes. Nosotros aprovechamos para hacer algunas compras como una manta de lana de tartán que durante los días de frío no nos ha venido nada mal. Un pueblo precioso que no difiere en casi nada en belleza a todos lo que hemos recorrido durante estos últimos 10 días, pero es que uno no llega a acostumbrarse a tanta hermosura.

Dejamos Oban para adentrarnos al interior de Escocia, buscando Stirling, y dejando también ya los típicos paisajes de las highlands, con sus grandes extensiones de prados, colinas redondeadas y picos escarpados salpicados de lagos grises y arroyos transparentes y sobre todo de las manadas de vacas y ovejas que emborronan agradablemente el verde de los campos.

Durante nuestro trayecto atravesamos el “Parque Nacional de Loch Lomond y The Trossachs”, uno de los dos parque nacionales existentes en Escocia, siendo el otro el de Cairgorms, que también lo recorrimos de sur a norte en nuestro cuarto día.
En nuestra ruta no pasamos por el que es el lago de agua dulce más grande de Gran Bretaña, el Loch Lomond, pero si cruzamos los Trossachs, tierras montañosas conocidas como románticas o encantadas y que es donde vivió y murió Rob Roy MacGregor, uno de los personajes más inolvidables y populares de las Tierras Altas. Un héroe mitad Robin Hood, mitad político y del que hay una brillante versión cinematográfica de su vida, interpretada por Liam Neeson.
Así, ya que pasábamos bien cerca decidimos pararnos en la que fue la aldea donde vivió y donde está enterrado este personaje tan singular. Un cementerio a la entrada del pueblo rodeado de sus familiares directos y de la iglesia parroquial de las aldeas cercanas es el lugar de descanso de tan conocido héroe.

Tumba de Rob Roy
Aquí, en Balquhidder, nos paramos a almorzar en una pequeña casita de madera azul al lado de un riachuelo que según ponía un cartel era un restaurante-biblioteca.

The Library Tea Room
“The Library Tea Room” o “La sala de té de la biblioteca”, es un pequeño y coqueto restaurante donde el espacio que dejan los muebles llenos de libros y juegos de té clásicos de porcelana, la cocina totalmente integrada en el salón y el mostrador atestado de postres y dulces caseros sólo dejan sitio para 4 mesas.

Amueblada con sillas, mesas y aparadores antiguos todo pintado de blanco al igual que las paredes con paneles de madera, también de color blanco. Una comida rápida pero muy elaborada y deliciosa donde destacaron los postres típicos escoceses: una un tarta de fresas llamada “Victoria sponge” y un “Flapjacks”, que es un bizcocho de miel y frutos secos.

La lluvia acompañándonos durante toda la tarde hacía que no nos olvidáramos de que estábamos en Escocia, demasiado bien se había portado hasta ahora Zeus, el díos de la lluvia, para apenas acordarse de nosotros durante los últimos días. Por las carreteras empapadas, pero en mucho mejor estado que en el norte del país, llegamos a Stirling, donde sólo íbamos a estar esa tarde, así que tuvimos que elegir entre visitar su castillo, uno de los más famosos de Escocia o el Monumento a William Wallace, ambos coronando la ciudad cada uno en su cima. Como el Castillo de Stirling es bastante similar al de Edimburgo pero más pequeño, decidimos por una aplastante mayoría de 2 a 0 pasar la tarde en la torre erigida en el monte Abbey Craig hace ya casi 150 años en honor a otro de los grandes hijos y héroes de Escocia, Mel Gibson… perdón quise decir William Wallace.

National Wallace Monument
El “National Wallace Monument” es una torre de 70 metros de altura donde se pueden encontrar objetos personales de Wallace y que desde lo alto, subiendo sus casi 250 escalones de la escalera de caracol, se puede apreciar una vista envidiable de la ciudad de Stirling, junto al valle del Río Forth, donde se forjó una de las batallas más cruentas, la del Puente de Stirling.
Stirling, desde el Monumento a Wallace


Todavía no era de noche cuando después de 220 km conduciendo llegamos a donde íbamos a pasar la última noche.


“Airth Castle” (www.airthcastlehotel.com) es el hotel que está enclavado en una grandísima extensión junto al pequeño pueblo del mismo nombre.

Castillo de Airth
Aunque el hotel se promociona por el lujoso castillo, la recepción, habitaciones y comedores del hotel están en un ala próxima al castillo, pero no en éste. Un hotel inmenso de cuatro estrellas con muy buen estilo y habitaciones tipo suites muy amplias. Aquí disfrutamos de una cena, que era la única que teníamos contratada gracias a una buena oferta de su página web, con las notas del piano como música de fondo amortiguada con el repiqueo constante de la lluvia sobre la cubierta de cristal del salón restaurante.

Comedor de Airth Castle Hotel
Es muy sugestivo quedarse dormido oyendo como llueve y echar a volar la imaginación y recordando lo vivido en estos últimos días, con la ilusión de despertarse un nuevo día en una tierra tan maravillosa y encantadora como Escocia, aunque éste fuese el último.

miércoles, 25 de enero de 2012

ESCOCIA día 9 - Jueves: ISLA DE SKYE - OBAN

Hoy era el día en que dejábamos atrás la Isla de Skye, el lugar más maravilloso, atractivo y seductor en el que habíamos estado. Un pedazo de tierra poco habitado cruzado por estrechas carreteras y cubiertas por cielos plomizos que cristaliza en una panorámica de tremenda fuerza visual, evocadora, desolada y romántica. El hechizo de esta isla nos iba a acompañar durante muchos días después, incluso hoy a veces todavía recordamos con extraña añoranza ese paisaje suntuoso agujereado por numerosos lagos, donde la isla entera parece asediada por las aguas del océano.
Isla de Skye
Nos levantamos cuando el sol todavía no había podido ser ocultado por la niebla que durante toda la mañana nos iba a acompañar.
 
Montes Cuillin, en Skye
Abandonamos “Six Willows” con el detalle de nuestros anfitriones de despertarse todavía de noche para hacernos un desayuno para llevar y ofrecernos una calurosa despedida,... qué lástima que la casa no estuviera a la altura de sus dueños. Estábamos a más de 4 horas de distancia de nuestra próxima parada y no queríamos llegar muy tarde para poder asistir a una de las tradiciones más atrayentes que cada año se celebran por todo el país.

A las dos horas de camino y después de haber dejado atrás la Isla de Skye, la cadena montañosa de Glen Shiel con sus five sisters, conocidas por parecer cinco cumbres hermanas y dejar, como no, varios lagos a cual más espectacular, nos paramos gracias a los numerosos de coches aparcados en el arcén de la carretera A87, cerca de Loch Loyne, junto a un extraño bosque de piedras amontonadas, unas sobre otras, formando un conjunto más que misterioso. Una especie de santuario que por respeto a los que lo habían colocado no tocamos ni una sola piedra ya que algunas de ellas guardaban bajo su cobijo mensajes escritos en pequeños pedazos de papel. El día anterior junto a Duntulm Castle pudimos ver algunos pequeños montículos similares a éstos. Todos los que estábamos allí no sabíamos el origen o la razón de tan singular disposición y cuyo búsqueda para encontrar alguna respuesta en la red ha sido totalmente infructuosa.

Junto a Loch Loyne
Continuamos sin demorarnos mucho pero sin poder pasar por alto una obligada parada junto a Loch Garry, donde las aguas serenas del lago reflejaban como un cristal los pinos y la niebla de esta mañana tan hermosa.

Loch Garry
Poco después de cruzar Invergarry, abandonando la A87 para coger la A82, tuvimos la suerte de cruzamos con el puente giratorio Laggan Swing Bridge en funcionamiento, que cruza el Canal de Caledonia y que es la unión de los lagos Lochy y Oich. Este punto dista 12 kilómetros escasos de Fort Augustus, el pueblo donde acaba el Lago Ness y que sus corrientes continúan por el canal de Caledonia hasta aquí.
En nuestro camino atravesamos Fort William, una de las ciudades más importantes de la zona, y antes de mediodía pero después de lo que teníamos pensado, ya que empleamos 6 horas para recorrer 350 km, aparcamos en nuestro destino, Oban, en el condado de Argyll, al este de Escocia.

Antes incluso de dejar nuestro equipaje en nuestro nuevo Bed and Breakfast nos dirigimos al lugar donde se celebraban los "Juegos Tradicionales de las Tierras Altas", que cada año se convocan en varias ciudades de las Highlands.
Estos juegos son una combinación de eventos culturales, deportivos y sociales con un carácter inequívocamente festivo. Los Highland Games se celebran en un recinto cerrado al aire libre y durante toda la jornada. Se llevan a cabo danzas tradicionales, concurso de gaiteros, pruebas atléticas con todo el público que quiera apuntarse, exhibiciones de ganado autóctono y numerosas pruebas de fuerza y destreza como la lanzamiento de piedra o el tira de soga. Destacar el lanzamiento de poste, que es uno de los juegos más antiguos y probablemente de los más espectaculares: una prueba extrema de fuerza, equilibrio, sincronización y destreza. Se basa en intentar voltear un tronco de árbol que puede pesar hasta 50 kg y una longitud aproximada de 5 metros.

Highlands Games, en Oban
Te puedes entretener en una zona recreativa con puestos típicos de feria, de juegos para niños y casetas ambulantes de artesanía, alimentación, ropa y complementos. También hay una feria comercial donde se pueden degustar gratuitamente los alimentos de la tierra, doy fe de lo bueno que están todas las variedades de salmón escocés. Un día entero para pasar en familia o amigos y donde los lugareños se engalanan con sus mejores trajes. Se notaba cuales éramos los turistas, ya que éramos los únicos que no llevábamos la representativa falda escocesa. Mi recato y mi vergüenza al mirar me impidió poder comprobar si es cierto que los hombres no lleven ropa interior, como es tradición, debajo del kilt.




Ya por la tarde, nos encaminamos para dar un paseo por el puerto de la villa. Oban es una distribución de palacetes y pequeñas casitas típicas que miran el atardecer sobre el mar, ya que es la puerta de muchas islas, principalmente de la de Mull.

Oban
Un tranquilo municipio de algo más de 8000 habitantes pero que es una de las urbes más grandes de los alrededores y que creció en torno al refugio de la bahía que lo abraza y al comercio por mar de la antigua destilería, que aprovechando los intensos aromas marinos procedentes de las Hébridas es actualmente una de las más importantes de Escocia.
El lugar donde íbamos a cenar lo encontramos espontáneamente, ya que mientras paseábamos una pareja de turistas extranjeros se ofrecieron a echarnos algunas fotografías con la bahía de fondo. Durante la conversación nos comentaron que la noche anterior ellos habían ido a cenar a la cercana Isla de Kerrera, con una pequeña lancha que te recoge en el muelle y te lleva hasta la isla. Agradeciéndole su propuesta, le hicimos caso más que nada por poder ver Oban desde el mar. Una pequeña embarcación nos recogió, junto a otros pasajeros, para llevarnos a la vecina isla.

Oban, desde la Isla de Kerrera
Kerrera es un pequeño islote deshabitado que se encuentra a kilómetro y medio de distancia y en el que solamente hay algunas edificaciones diseminada y un pequeño puerto deportivo, Oban Marina, que es donde se encuentra el pequeño restaurante “Waypoint Bar & Grill” donde íbamos a cenar con unas vistas inéditas, Oban como telón de fondo del fiordo Lorn.El suelo y techo de madera, las cortinas de lona para aislar un poco del frío en vez de paredes y la cercanía al mar, hacían una fusión auténtica y típicamente marinera. Una cocina basada principalmente en el marisco y los pescados, de hecho Oban es una de las capitales gastronómicas en los frutos del mar. Allí, junto a la luz de las velas y el olor salobre del mar, probé la cerveza del lugar, la “Oban Bay Beer” y quizás el bocado más exquisito de todas las vacaciones: unas ostras con queso gratinadas que todavía salivo cada vez que me acuerdo de ellas, sinceramente, pocas veces he probado algo igual. Todo esto sin desmerecer a los macarrones con mejillones y salsa de queso y el salmón a la plancha con ensalada que comimos. Supongo que hicimos que en estos días bajara la cantidad de salmón en las aguas escocesas, pero su calidad y sabor lo merecía.

Ya de noche, en el último barco del día, volvimos a Oban para irnos a dormir la que sería nuestra penúltima noche en tierras escocesas con la sensación que haber aprovechado al máximo las horas de luz... y la oscuridad de la noche de este día, ya que incluso antes de que amaneciera como ya bien entrada la noche nosotros estábamos viviendo Escocia.

lunes, 16 de enero de 2012

ESCOCIA día 8 - miércoles: ISLA DE SKYE

Es de justicia decir que si las si las instalaciones y la limpieza del B&B donde habíamos dormido no estaban a la altura de lo que nos esperábamos, el trato y la amabilidad de nuestros dos anfitriones y el desayuno si son dignos de mencionar. Un desayuno a base de una macedonia de todo tipo de frutos que estaba deliciosa, acompañado de te, café, zumos, rebanadas de pan de cereal, bollos, dulces, mermeladas, y quesos, nada de embutido ya que todas las comidas que sirven en “Six Willows” son vegetarianas.


Un delicioso desayuno del que pudimos compartir con el otro huésped de la casa, una australiana de risa contagiosa que nos contó que había viajado por todo el mundo y que llevaba ya varios meses en Escocia.

Por la mañana, ya en camino nos encontramos con la sorpresa simpática del día: una manada de vacas pastaban junto a la carretera, siendo éstas las típicas y famosas Highland cows, o vacas de las Tierras Altas. Uno que es de pueblo y ha visto bastantes vaquerizas no pude disimular la alegría de ver a estas vacas tan características con su color rojizo y su simpático tufo debido a sus largos pelajes. No quiero ni imaginarme el frío que debe hacer por estos lares en invierno para que hasta las vacas tenga pelo largo.


Vacas de las Tierras Altas
Como la tarde anterior no nos dio tiempo, hoy íbamos a visitar el castillo que tiene fama por ser el más fotografiado y más hermoso de toda Escocia (es difícil poder decir tan rotundamente esta afirmación), el Eilean Donan Castle. Para esto teníamos que salir 15 kilómetros de la Isla de Skye, en la localidad de Dornie.
Como casi todos los castillos de Escocia, una gran parte de su belleza y espectacularidad es el lugar donde se encuentre. Éste, para no ser menos, está en una pequeña península, unida solamente por un pequeño puente de piedra, en la encrucijada de tres lagos, el Loch Alsh, Loch Long y el Loch Duich.

Eilean Donan Castle
Esta fortaleza fue construida en el siglo XIII, pero reformada completamente por sus dueños, el clan MacRae, en el primer tercio del siglo XX, es por lo que se encuentra en un perfecto estado de conservación. Se accede por el puente de piedra y se puede acceder a todas las dependencias del mismo, subiendo las numerosas escaleras, y que están completamente decoradas ya que sigue siendo la residencia oficial del clan. Se puede alquilar para bodas y cualquier tipo de actos y es una de las localizaciones de numerosas películas como “Los inmortales”, “El mundo nunca es suficiente” o “La boda de mi novia”. Un viaje por la historia y el tiempo de Escocia reencarnado en piedra, donde la niebla, las montañas, las algas varadas y el agua de los lagos y de la lluvia que nos acompañó durante casi toda la mañana crearon un conjunto medieval mágico y especial.

Eilean Donan Castle
La siguiente parada y que es casi imprescindible si uno está en Escocia, y le gusta un trago de whisky de vez en cuando, es visitar una destilería. “Agua de vida” es el significado en gaélico de whisky, la bebida por excelencia del país.
El paisaje escocés proporciona todo lo que el buen whisky necesita para una calidad tan reconocida mundialmente: el grado de humedad, los minerales que rodean el agua e incluso los cambios de temperatura que le otorgan una personalidad propia. La abrupta geografía escocesa, bañada por las olas del Atlántico Norte le brinda un agua fría y pura que este licor necesita y que la Destilería Talisker (la única de la Isla de Skye) la recibe de un arroyo que la atraviesa junto al lago Harport.

No pudimos entrar en esta destilería ya que el cupo de visitas estaba agotado pero si pudimos acceder a la sala de cata donde nos obsequiaron con unas pequeñas muestras del tan preciado líquido ámbar. Un sabor fuerte y salobre con un aroma ahumado, como el aire que se respira en el exterior de la destilería y que impregna a todos los visitantes. Una degustación con un poco de whisky, sin hielo para que se pueda apreciar bien todos los matices y es que aquí es así como se bebe el whisky, sin rebajar con agua, como dice un personaje de la película de John Ford “El hombre tranquilo” cuando fue preguntado si prefería el whisky solo o con agua, a lo que respondió: "Cuando bebo whisky, bebo whisky. Y cuando bebo agua, bebo agua".

Con toda la tarde por delante y el cuerpo bien caliente gracias al fuego líquido, emprendimos una ruta para bordear la península de Trotternish, la zona más al norte de la Isle of Skye y donde hay numerosos enclaves que son impresionantes y que merecen una visita. Tuvimos que volver a Portree para coger la carretera de la costa buscando Staffin, en el norte para encontrarnos con The Old Man of Storr, una gran colina rocosa que destaca por su característica piedra longitudinal incrustada verticalmente y que aunque desde lejos no parece muy grande en realidad llega a superar los 45 metros de altura.

Old Man of Storr
El poco tiempo que disponíamos pudo con las ganas de poder subir andando por el sendero de algo más de un kilómetro. Así que nos contentamos con una breve panorámica desde la carretera con el encanto de sus montes coronados por la niebla del lugar. Nunca el nombre de una zona nunca tuvo mas sentido, Skye en gaélico significa “niebla” o “bruma”. Un paisaje atormentado con nubes desgarradoras y niebla cegadora. Un paraje de cuento de hadas.
Lealt Falls son una cascada que se accede por un pequeño sendero desde la carretera. Es fácil de encontrar porque aquí en todos los lugares que merecen la pena ser vistos hay varios coches aparcados en la carretera. La mejor vista de la cascada es justo encima del desfiladero donde se puede apreciar una bellísima pequeña cala entre los montes verdes y donde hay una vieja fábrica abandonada donde se manufacturaba la diatomita, una roca silícica cuyo yacimiento está a pocos kilómetros.
El siguiente grupo de coches estaban junto al aparcamiento de uno de los grandes monumentos naturales de Escocia: Kilt Rock, un conjunto de acantilados con forma de kilt, la típica falda escocesa, con su característica forma de pliegues y que desde el mirador, para poder mejorar si cabe la panorámica, se ve una larga cascada que cae el agua desde 105 metros de altura a las turbulentas aguas del Atlántico. El ruido del agua al estrellarse contra el agua unida al fuerte viento que nos azotaba incesantemente era sobrecogedor. Naturaleza salvaje en estado puro.

Kilt Rock

A partir de aquí las decenas de coches que hasta ahora nos íbamos encontrando en casi todos lados o se habían vuelto o habían decidido circundar la península por una carrera que te llevaba directamente a Uig, en el otro extremo de la península. Nosotros continuamos más hacia el norte por la carretera que veníamos siguiendo, la A-855. Más kilómetros pero más disfrute.
La soledad la compartimos en la carretera sin salida que lleva a la playa de Staffin, siendo éste un grupo de casas aisladas al cobijo de las montañas por un lado y de una bahía preciosa por el otro donde la paz y el silencio sólo se rompían, a veces, por el suave eco del viento y los balidos de las ovejas.

En uno de los cabos más al norte de toda la isla nos detuvimos junto a Duntulm Castle, las ruinas de un antiguo castillo. Un pequeño paseo te lleva hasta las mismas piedras derruidas del castillo, que está restringido el paso por la cercanía al acantilado y el mal estado de su suelo y paredes mientras podíamos ver como el sol se reflejaba sobre las aguas, ahora tranquilas, con las Islas Hébridas al fondo como callados testigos de tanta belleza. Era sorprendente pero muy gratificante que en este pedazo de tierra verde junto al océano no hubiera nadie, estábamos solos ante tal inmensidad.

Desde Duntulm Castle
Aquí tuvimos la ocasión de recrearnos en este paisaje. No teníamos prisa, nada ni nadie nos esperaban, teníamos que vivir esta experiencia única al máximo.



Después de las emociones vividas durante toda la tarde… y todo el día, regresamos bordeando toda la península de Trotternish hasta llegar a Uig uno de los pueblos costeros mejor comunicados de la zona por vía marítima. Sin perder el tiempo, ya que el crepúsculo nos acompañaba, continuamos sin cesar para poder llegar a tiempo a nuestro destino para poder cenar.

"Passing place" en una carretera típica de las Highlands
Al final nos tuvimos que parar, pasadas las 21 horas, en el Hotel Dunvegan, en el pueblo del mismo nombre para comer y que gracias a la amabilidad del dueño, ya que la cocina estaba cerrada, nos hicieron un rápido pero bueno fish and chips que degustamos en el bar en vez de en el restaurante.
Sin apenas haber salido de la Isla de Skye, el marcador de nuestro coche marcó 230 millas, que equivalen a unos 370 kilómetros. Muchos millas, muchos kilómetros, pero muchos más y buenos recuerdos… y todos inolvidables.

miércoles, 11 de enero de 2012

ESCOCIA día 7- martes: INVERNESS - ULLAPOOL - ISLA DE SKYE

Hoy era el día en que íbamos a trasladarnos a la Isla de Skye, en el noroeste de Escocia, que por lo que había leído era el lugar más mágico y singular de toda Escocia. Como teníamos todo el día por delante decidimos dar un poco más de vuelta para subir al norte para visitar Ullapool (el punto más septentrional en que íbamos a estar), y recorrer, en la bajada, la ruta de la costa que dicen que es una de las grandes maravillas del país, toda repleta de pequeños fiordos que penetran bien adentro en las tierras pero que aquí se les denomina lagos, “loch” aunque sean verdaderas lenguas de mar y que harían el viaje especial,… y cual hasta ahora no lo había sido.

Así que después de degustar ese magnífico desayuno al lado del jardín de “St. Ann’s House”, el mejor B&B hasta ahora, cogimos rumbo a lo más alto de las Tierras Altas.

Jardín de "St. Ann's House B&B"
A una hora aproximada se encuentra Ullapool, justo en el Lago Broom, que es la puerta de salida para las lejanas Islas Hébridas y que es un pequeño pueblo pesquero de casas con paredes blancas y tejados negros muy encantador y coqueto pero con muy poco ambiente y que la gran mayoría de las personas que había por las calles eran gente mayor, ya fuesen marineros o turistas. Por toda esta zona, aparte de que el inglés es cada vez más cerrado, muchos de los carteles y lugareños hablan en gaélico escocés, que tal como suena parece una mezcla entre el celta y el élfico. Quizás la lejanía a casi todo puede que fuese la razón de que en este lugar no oímos a nadie hablar en castellano, ya que anteriormente era relativamente fácil encontrarse con turistas españoles.

Ullapool
Una vez abandonado el pueblo fuimos bordeando la costa atlántica escocesa con unos inacabables vaivenes que las formas caprichosas del mar nos obligaba a seguir, bordeando numerosos lagos como Loch Broom, su hermano pequeño Loch Little Broom, Loch Ewe, Loch Tollaidh, Loch Gair, o el Loch Maree con unas vistas increíbles desde los numerosos miradores en las montañas rocosas para deleitarnos con esas maravillas de la naturaleza.

Loch Little Broom
El trazado es sinuoso y lento pero los paisajes que pudimos ver merecían la pena y es que, casi copiando a Calderón de la Barca, cuando se emprende un viaje de esta naturaleza lo más importante no es el destino, sino el tiempo que pasas en el camino.


Después de bastante tiempo en la carretera, la cámara fotográfica necesitaba un respiro, las piernas un estiramiento y el estómago algo que lo hiciera callar. Decidimos pararnos en el primer pueblo que viéramos. Lo de llamar pueblos e incluso aldeas a estos grupos de casas que es lo único que hay por aquí es ser demasiado benévolo, ya que todavía nos has terminado de leer el rótulo de entrada al pueblo en los dos idiomas oficiales cuando ya te has dejado atrás todas las casas. Kinlochewe fue el elegido para comer. El único lugar que había era una caseta de chapa pintada de verde, “Whistle Stop Cafe” que no nos inspiraba mucha confianza.


Whistle Stop Cafe
Al entrar en el casi vacío Stop Café sólo pudimos ver a la dueña, una mujer mayor que chupaba con muchas ganas la cucharilla de su vaso de café y un veinteañero con zapatillas que era el cocinero. Como hay que ser positivo pensamos que para llenar el estómago cualquier sitio era bueno. Una vez sentados en la mesa nos percatamos de que la decoración del mismo era muy particular, suelo, paredes y vigas del techo de madera, platos decorativos en las paredes, una exposición de cuadros de un artista local, flores naturales en todas las mesas… Nadie podría imaginar que este lugar era el interior del casetón de chapa del exterior.

Nos pedimos pechuga de pollo a la brasa, tomate y salsa de aguacate servido en pan granero tostado a la brasa con hojas verdes… y vaya sorpresa tan grata que nos llevamos. Una tosta de pollo con la mejor mezcla de sabores posible.

 A partir de aquí, para ganar algo de tiempo, continuamos por una carretera interior pero no exenta de belleza ya que los lagos seguían acompañándonos, como Loch a’Chroisg, Loch Sgamhain, Loch Dughaill y el gran lago Carron para llegar al Loch Alsh que es la puerta de entrada a la Isla de Skye.

Entramos a la Isla de Skye por el único acceso terrestre que hay, el Puente de Skye, en el cercano pueblo de Kyle of Lochalsh que hace de frontera entre los lagos Carron y Alsh. La Isla de Skye es la más grande de las Islas Hébridas con unas dimensiones aproximadas de 75 kilómetros de largo por 22 de ancho y una población de unas 9000 personas. La carretera que se adentra en la isla está flanqueada por un lado el océano y por el otro los Montes Cuillin, la mayor concentración de picos de toda Gran Bretaña y que sorprenden por la forma piramidal de sus principales montañas.

Hicimos una parada para poder conocer lo que se denomina como la capital de la isla y su principal ciudad, Portree. Un bonito y pequeño pueblo pegado al mar donde las casitas de colores junto al muelle son una postal típica. Tuvimos que preguntar en varios cafés y restaurantes para que nos pudiéramos tomar un chocolate bien caliente, que era lo que nos apetecía, ya que en todos estos lugares ya sólo servían la cena… y eso que sólo eran las 7 de la tarde.

Portree
Con el último tramo hasta llegar a nuestro B&B, dirección Dunvegan, pudimos deleitarnos con el atardecer en las carreteras isleñas, donde la gran mayoría son de un solo carril y todas cuajadas de los socorridos plassing place. Pude comprobar el buen civismo, y que es norma no escrita, el saludarte con la mano con los demás conductores que te cruzas en los ensanches de las carreteras. Conforme íbamos adentrarnos en el interior, las casas estaban cada vez más repartidas y aisladas, las carreteras en peores condiciones, más estrechas y con más ovejas en mitad de las mismas, en un paisaje cada vez más agreste, solitario y auténtico donde los calificativos a tanta naturaleza se van acabando. Daba la sensación de que el fin del mundo estaba bien cerca.



Fue difícil encontrar nuestro lugar donde íbamos a pasar las dos próximas noches, ya que el pueblo donde íbamos, Ferinquarrie es un grupo de casas diseminadas pertenecientes a una pequeña aldea, Glandale que consta de unas 10 casas.
Por fin después de más de 400 kilómetros por carreteras, no precisamente con buen asfalto, pero sí con las mejores vistas, llegamos a “Six Willows” una solitaria casa a pocos kilómetros del mar y en el extremo opuesto de la entrada a la isla.

Este B&B está regentado por un matrimonio de sexagenarios hippies donde la falta de calificación de estrellas en la Scottish Tourist Board estaba más que merecida. Los dueños fueron muy amables y muy atentos pero en general tenía algunos inconvenientes como la falta de limpieza en nuestro cuarto de baño, la falta de televisión en la habitación y que ésta no tenía pestillo que asegurara nuestras pertenencias (argumentaban que no íbamos a tener ningún tipo de problema en este aspecto, menos mal que fue así).

Un día que se acababa donde casi todas las horas fueron a manos del volante y que era una pena no poder estar mirando todo el tiempo por la ventanilla del coche. Cada día supera al anterior.

jueves, 5 de enero de 2012

ESCOCIA día 6 - lunes: INVERNESS - LAGO NESS- FORT AUGUSTUS - INVERNESS

Las dos noches que parábamos en Inverness lo hicimos en “St. Ann’s House” (http://www.stannshouse.com/). Un Bed and Breakfast a 15 minutos andando del centro de la ciudad. Éste iba a ser el lugar más septentrional donde íbamos a dormir, pero no en el que íbamos a estar. Aunque nuestra habitación no era muy grande, el sabrosísimo desayuno en el salón acristalado junto a un espectacular y colorido jardín trasero, del que teníamos una vista privilegiada desde nuestra habitación y sobre todo la amabilidad y hospitalidad del matrimonio anfitrión iban a convertir el mejor lugar donde habíamos parado, por lo que sus 4 estrellas del Scottish Tourist Board estaban más que merecidas.

Comedor de St Ann's House
El primer día coincidimos en el comedor con una pareja de Sevilla. Un matrimonio que viviendo a tan solo 100 kilómetros quiso el destino que nos uniéramos para conversar y desayunar juntos a 3500 km de distancia de nuestros respectivos hogares. Ellos dejaban esa misma mañana la ciudad para viajar más al norte, siendo su anterior parada Stonehaven donde habían pasado varios días. No sabéis la alegría que nos dieron cuando nos dijeron que en “The ship Inn” era una de las mejores tabernas para comer en esa localidad. No pudimos tener más acierto en encontrarnos perdidos en ese pequeño pueblo y decidir almorzar en esa taberna precisamente.
Con las utilísimas recomendaciones e indicaciones de nuestro anfitrión cogimos rumbo a uno de los lugares más conocidos de Escocia y quizás el lago más famoso del mundo, Loch Ness, el Lago Ness, a 15 kilómetros de Inverness, dispuestos a hacer una foto o grabar un video del famoso Nessie, el "Monstruo del Lago Ness", que nos hiciera famosos.
Con el tiempo justo llegamos para poder coger un ferry que nos iba dar una vuelta por casi todo el lago, desde el muelle al lado del “Clansman Hotel” hasta el "Castillo de Urquhart", visita durante una hora y media y vuelta al lugar de partida.
Me sorprendió la amplitud del Lago Ness todo rodeado de montes arbolados justo hasta la misma orilla, de hecho este lago es uno de los más grandes de toda Escocia con 37 kilómetros de largo. Con la música tradicional escocesa de la embarcación y el viento como ruido de fondo nos asombramos de la negrura de las aguas, donde no se podía ver a escasos centímetros de la superficie, un buen escondite para un monstruo que juega a no ser visto… y eso que todos los que embarcamos lo estábamos buscábamos. Desde la cabina de mando podíamos ver el sónar con los bancos de peces y la profundidad del lago, que en algunos puntos puede llegar incluso a los 300 m.
En poco más de media hora de navegación ya podíamos ver a lo lejos lo que queda del “Urquhart Castle”, que como bastantes de los castillos escoceses muchos de sus muros están casi derruidos, ¡cuánto daño han hecho las guerras con los ingleses!.
Éste, al igual que el Dunnottar, sin lugar a dudas lo mejor es su situación, enclavado entre las montañas por un lado y el lago por el otro. Hicimos un paseo por toda la antigua fortaleza, con la banda sonora constante de un simpático gaitero que conversaba con casi todos los visitantes, para inmortalizar con nuestras cámaras este mágico paraje en la misma orilla de tan famoso lugar. 

Urquhart Castle
Era casi la hora de regresar al barco… y Nessie sin aparecer, pero yo como buen aventurero y amante del riesgo me atreví a descender hasta las mismas aguas de la orilla. No pude evitar recordar los documentales de animales donde la pobre cebra ingenua va a beber al río infectado de cocodrilos.

En el viaje de vuelta en barco, ya un poco más relajados, valoramos esta visita, que si el castillo y sus alrededores si son dignos de ver, lo que es el Lago Ness en sí, no es de los más bonitos ni espectaculares de los que tuvimos la oportunidad de contemplar, …pero quién se resiste ir hasta Escocia y no navegar por el celebérrimo lago, al fin y al cabo éramos turistas.
Turistas éramos, pero con un poco de buen gusto, ya que una vez pisado tierra firme y antes de volver al coche, nos negamos a comprar en la macrotienda que tienen instalada junto al muelle. Vaya negocio que tienen montado con el bicho, si el tal anfibio, pez, monstruo o lo que sea cobrara derechos de imagen estaría forrado. Ahí te venden la imagen o el logotipo del misterioso Nessie en cualquier objeto que la mente de un especialista en marketing pueda imagina.

50 kilómetros al sur de Inverness y por una carretera que va bordeando todo el lago y  justo donde acaba éste, se encuentra la pequeña población de Fort Augustus. Nacida a consecuencia del tráfico de barcos por el canal que la atraviesa, el "Canal de Caledonia". Este canal divide en dos Escocia, desde Inverness en el norte hasta Fort William en el oeste en las mismas puertas del Océano Atlántico. Pero es en esta localidad donde el canal ha hecho de esta pequeña villa un lugar para los turistas gracias a las 6 esclusas que nivelan las últimas aguas del Lago Ness con el del canal. Nosotros no tuvimos la suerte de ver pasar ninguna embarcación por las compuertas pero si de poder disfrutar de las zonas verdes junto a ellas ya que es un lugar ideal para tomarse una pinta de cerveza y comer cualquier cosa para poder continuar la jornada.

Fort Augustus
El regreso para Inverness se puede hacer por el camino más lógico, corto y rápido que era por el que habíamos venido pero nosotros decidimos hacerlo bordeando el Lago Ness por el otro lado, dejándolo esta vez a nuestra izquierda, una carretera secundaria, la B862 pero mucho más paisajística que la principal.
Ya se notaba que estábamos inmersos en el corazón de las Tierras Altas escocesas. La carretera en su gran mayoría con un solo carril y donde las ovejas eran las reinas y dueñas de la zona destinada a los vehículos. Aquí es donde empezamos a ver los denominados “Passing Place” que son unos pequeños ensanches para que cuando dos vehículos se cruzan haya espacio donde uno de ellos se pueda esperar, ya que la anchura de los carriles no permiten el paso de ambos a la vez. No andábamos ni 10 minutos seguidos cuando teníamos que parar para poder apreciar los paisajes, realmente impresionantes, con lagos justo al lado de la carretera. Todo el camino con paradas casi obligadas en lugares donde a veces había algunos coches también detenidos, inmortalizando el momento ya sea en sus cámaras o en su memoria, o parajes aislados donde parecía que éramos nosotros los que habíamos descubierto ese lugar. Escocia no paraba de sorprendernos.




Por primera vez en todo el viaje llegamos a media tarde al B&B, ya que hoy era el día en que menos millas habíamos hecho de todos los anteriores, 150 kilómetros. Así que teníamos que aprovechar para ducharnos y ponernos nuestras mejores galas para ir a cenar ya que hasta ahora llegábamos tan tarde que cenábamos donde podíamos y nos duchábamos siempre antes de dormir.

Río Ness a su paso por Inverness
La dueña del B&B nos dio una pequeña lista con una selección personal suya de los mejores restaurantes de la ciudad, desde el más caro, hasta el que ella le gustaba ir para una ocasión especial, pasando por el que ponían música en vivo o alguno más barato pero con muy buena comida. Al final nos decantamos por uno de sus preferidos, un italiano (en todas nuestras vacaciones acabamos en un italiano) que estaba junto a un puente y a orillas del río Ness y con una panorámica insuperable del castillo de la ciudad. 

Vista del castillo de Inverness desde "Riva Restaurant"
 “Riva Restaurant” es el típico italiano acogedor y decorado con sumo gusto para cenar a la luz de las velas. Degustamos un plato de carpaccio de atún exquisito con salsa de piñones.


De segundo, tallarines con salsa de gambas con salmón y macarrones con salsa boloñesa (quizás éste último un poco picante) y todo regado con un vino rosado español de Navarra, ya que en escocia no hay vinos autóctonos, que junto al postre surtido hizo que la cena y el paseo más tarde por el centro de la ciudad dormida donde los escaparates cegados de los comercios y los pocos noctámbulos cerrando los bares hicieron que esta noche de lunes fuera especial.